Siempre hemos sido críticos de la política exterior norteamericana frente al régimen chavista por varias razones que podemos sintetizar en dos: 1) Porque en un balance de sus resultados a lo largo de dos décadas esta política ha ayudado a que el chavismo siga en el poder, muy parecido a lo que ha pasado con Cuba; y 2) Porque dicha política parece ignorar, en forma deliberada, los peligros que representa para la seguridad nacional de los propios Estados Unidos tener en su área de influencia a un Estado con alianzas militares activas con países como Irán y Rusia.
Pero
suponemos que el Departamento de Estado norteamericano cuenta con operadores
que se han planteado el tema de las relaciones con el régimen chavista no como
un ejercicio de improvisación sino en estricta defensa de los intereses de los
Estados Unidos, por encima de los intereses de cualquier otro país, nación o
pueblo, así se trate del pueblo venezolano que aún hoy sigue viendo a los
Estados Unidos como un país amigo de la causa liberadora.
Pero
en los terrenos movedizos y traicioneros de la geopolítica los intereses de la
nación venezolana por sobrevivir a la barbarie chavista no necesariamente
tienen que coincidir con los intereses imperiales de los Estados Unidos. Y esa
realidad por muy dura que parezca, porque lo es, solo confirma una vez más que
los Estados no tienen amigos, ni siquiera aliados, sino intereses.
Mientras
para los venezolanos es vital librarse por cualquier medio del chavismo, para
los Estados Unidos la prioridad máxima parece ser asegurarse un proveedor
confiable y barato de petróleo en la región, papel que el chavismo está
dispuesto a jugar con tal y se le permita seguir abusando del poder.
En
negociaciones directas con el régimen chavista los EEUU no sólo canjearon a
Alexa Saab por ciudadanos norteamericanos detenidos arbitrariamente en
Venezuela sino que además le entregaron al gobierno chavista al Teniente de la
Guardia Nacional Pedro Naranjo quien con toda razón había solicitado asilo en
los EEUU. Lo que sorprende e indigna es que a Naranjo no solo le hayan negado
el asilo sino que a diferencia de otros casos en los cuales el deportado es
enviado a un país que garantice la integridad física de la persona, en este fue
entregado directamente a sus verdugos y potenciales asesinos.
La
liberación de Saab no es obviamente un evento fortuito sino, al igual que la
entrega del Teniente Naranjo, una decisión que responde a una política definida
y orientada a reconocer y entenderse por intereses pragmáticos con el chavismo.
Que no se diga que se trata de un asunto de cumplir las leyes norteamericanas. Porque
la misma discrecionalidad y clemencia que operó para Alex Saab ha podido ser
invocada y beneficiar al Teniente Pedro Naranjo.
Llama
la atención que los operadores de la política exterior norteamericana caigan en
el mismo juego del chavismo de usar personas privadas de libertad como fichas
de negociación, tal como se ha visto en estos casos.
Sería
una absoluta ingenuidad pensar que la liberación de Saab y la entrega del
Teniente Naranjo es el precio para unas elecciones transparentes, con
condiciones y garantías en Venezuela. Pero, la experiencia nos dice que el
chavismo usa estas negociaciones para aliviar presiones internacionales, vía
propaganda, y ganar tiempo hasta las próximas negociaciones.
La
liberación de Saab y la entrega del Teniente Naranjo solo pueden tener el
efecto de una sorpresiva en inmerecida bofetada a los millones de venezolanos
que aún esperan ilusionados que los Estados Unidos presione al régimen chavista
para que acepte unas elecciones justas, reconozca el resultado, y entregue
pacíficamente el poder. Es mucho esperar de nuestro aliado más preocupado hoy por
la guerra Rusia-Ucrania que por el barranco hacia el cual va embalada la nación
venezolana.
Esto
no quiere decir que esa política no cambie en el futuro. Puede cambiar.
Esperemos que para entonces, cuando los intereses geopolíticos de los EEUU y
los del pueblo venezolano se vuelvan a realinear, aún quede algo por salvar.- @humbertotweets
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