Cortoplacismo. He aquí otra de las taras que persigue y atrapa a la falsa oposición venezolana. Es la tendencia a reaccionar en forma epiléptica y espasmódica a las situaciones que va presentando la coyuntura. El resultado es una secuencia de acciones caóticas, desordenadas y espontáneas que nunca producen los resultados esperados.
Pero ¿qué es el cortoplacismo? Es la
conducta que busca resultados inmediatos, casi instantáneos, sin tomar
previsiones o estimar consecuencias a largo plazo.
El cortoplacismo puede ser la
consecuencia de la falta de caracterización o de una caracterización errónea
del adversario político.
En Venezuela, por ejemplo, creer que
el chavismo está limitado por su propio marco jurídico sería una
caracterización errónea que a su vez conduce a alimentar la idea cortoplacista
de ir a unas elecciones con la esperanza que sus resultados serán respetados y
garantizados.
El cortoplacismo se asimila muy
rápidamente como la conducta dominante sobre todo en aquellos que, por
desesperación o cualquier otro motivo, tienen la esperanza de un cambio
inmediato.
Así lo que se impone es la práctica
improvisada de hacer cualquier cosa en lugar de hacer nada, aun a sabiendas de
que lo que se hace podría igualmente conducir a nada.
Llamar a votar sin condiciones ni
garantías electorales es una típica desviación cortoplacista que apuesta por un
cambio casi milagroso que produzca satisfacción instantánea.
Las propuestas cortoplacistas tienen
el encanto mágico que anima a no pocos a abrazarlas como la única tabla de
salvación, a pesar de que su formulación desafíe toda racionalidad.
Los políticos demagogos conocen muy
bien el inmenso efecto persuasivo del cortoplacismo como fórmula, aunque sus
perversos efectos en el largo plazo sean
desesperanzadores y demoledores.
Vencer el cortoplacismo requiere de
una estrategia de largo plazo construida con claridad y disciplina, pero más
que todo paciencia y perseverancia. Todas estas cualidades humanas resultan
odiosas cuando dos décadas de chavismo ya parecen una interminable eternidad.
Diremos que en política normalmente
no hay atajos y pocas veces funcionan. Pero generalmente el atajo entendido
como una praxis que evade hacer la tarea y se apoya en la espontánea improvisación
se paga caro.
Todo esto nos lleva a concluir que en
Venezuela la idea cortoplacista que se impuso en 1999 para enfrentar al
entonces naciente régimen de Hugo Chávez nos ha arrastrado por caminos
equivocados y ciertamente nos ha llevado al fracaso a la hora de lograr el
cambio político.
Lamentablemente como en política no
operan los milagros ni las soluciones mágicas lo que no hicimos en 1999 tenemos
que hacerlo hoy con serenidad, paciencia y perseverancia aunque la invitación
suene desalentadora después de todo lo que ha pasado.
Si hoy se vuelve a imponer el
cortoplacismo será muy difícil, y casi imposible, lograr resultados distintos a
los acumulados en estas dos últimas décadas de barbarie y destrucción.- @humbertotweets
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