Nuevamente estamos frente a otro año electoral. Los chavistas se frotan las manos. Los falsos opositores salivan. Los operadores políticos de ambos bandos afanosos se revisan los bolsillos y celebran la fiesta electoral. Será un año de emociones que promete oportunidades y recompensas para todos. Para todos aquellos que cumplan fielmente el guión electoral del régimen chavista.
Así
ha sido desde 1999 y así será hasta el 2030 y más allá mientras sea el chavismo
quien fije las reglas del juego democrático en Venezuela. Esto es, mientras sea
el chavismo quien organice las elecciones, cuente los votos y proclame los
ganadores, sin derecho a auditoría o protesta.
Esto
que podría ser ilegal o incluso inconstitucional en otros países, quizás en la
mayoría, aquí en Venezuela es enteramente legal de acuerdo a la pseudo
legalidad en la que opera el Estado chavista. Los dirigentes de la falsa
oposición, que son operadores políticos habilidosos y experimentados, saben
perfectamente que esto es así. No hay manera de ganarle al chavismo unas
elecciones dentro de su propia legalidad. Esto no es Colombia, Chile, ni
Argentina. Esto es Venezuela, donde los criterios para una posible comparación
quizás se podrían encontrar en la versatilidad de algunas repúblicas africanas.
Sin
embargo, admitir que esto es cierto significaría para la falsa oposición
ponerse al margen del plan de beneficios e incentivos que el régimen chavista
ofrece a cambio de la colaboración. Y para unos partidos cuyas clientelas viven
de la política es vital que el régimen les lance aunque sea algunos mendrugos
suficientes para seguir medrando. Alguien tendría que explicar cómo se pueden
financiar partidos y campañas electorales en Venezuela donde millones de
venezolanos no tienen empleo, no comen tres veces al día y están en modo
permanente de supervivencia. De los chavistas sabemos cómo y dónde saquean, pero
¿y los falsos opositores de dónde sacan el dinero?
La
dinámica gobierno-oposición en Venezuela ha quedado planteada en términos de un
régimen que organiza una farsa electoral con barniz viscoso, poroso y
pestilente que, aunque imperfecto y cuestionado, cumple el trámite básico de
apariencia democrática. Una falsa oposición que sabe que no tiene posibilidades
de ganarle electoralmente al chavismo porque no hay condiciones ni garantías de
transparencia, pero que está obligada a participar en la trama chavista e
inventar o reciclar mil falacias para asegurar que aunque parezca increíble sí
es posible ganarle al chavismo con votos.
Tal
como lo ha caracterizado correctamente el analista internacional Carlos Sánchez
Berzain, esta oposición electoral al chavismo es una oposición funcional porque
su función consiste en prestarse para legitimar al régimen chavista. El papel
de esa oposición es buscar siempre los candidatos que con más eficacia sean los
voceros de la ilusión y la fantasía electoral, cuanto más carismáticos mejor
para tratar de seducir a unas masas indómitas, ariscas y desconfiadas que, en
contra de toda la experiencia acumulada y la racionalidad, votar en Venezuela
aún tiene sentido y es lo único que se puede hacer para salir del chavismo.
La
confrontación aparente entre Estado chavista y falsa oposición requiere de un
contexto que justifique lo imposible y lo, de otra forma, inaceptable. Se requiere
de un marco que ofrezca cierta racionalidad a esa ilusión para hacerla potable
en las tráqueas de las clientelas, sobre todo de la falsa oposición. Este marco
es el ya conocido círculo vicioso negociaciones-elecciones-negociaciones. De
alguna manera hay que justificar la tesis de que aunque no existan condiciones
ni garantías si es posible ganarle al chavismo por la vía electoral. De lo
contrario el argumento carecería de fuerza y credibilidad suficiente para
sorprender a los incautos que quedan.
Esto
lleva al inicio del ciclo con unas negociaciones donde el chavismo aparenta
estar dispuesto a ceder condiciones para unas elecciones competitivas. Y hasta
puede llegar a hacer concesiones insignificantes como darle uno o dos rectores
en el CNE chavista a la falsa oposición. Por su parte la falsa oposición
agradece la concesión y la celebra como una victoria épica porque según ellos
la pelea hay que darla desde adentro o como repiten ahora a rabiar !Nadie nos
sacará de la vía electoral! En otras palabras, no importa que el chavismo
cuente los votos, no importa que inhabiliten a nuestra candidata, no importa
que suspendan o posponga las elecciones. Sigamos en la vía electoral y gritemos
con furia la consigna chavista dentro de la Constitución (de 1999) todo, fuera
de la Constitución nada.
Después
de la farsa electoral del 2024 y su predecible y anticipado final vendrá, como
es lógico, la fase siguiente del círculo vicioso…las nuevas negociaciones con
sus respectivas promesas para las elecciones del 2030 o las que sean.
Muchos
de quienes viven de la industria electoral en Venezuela aseguran un día que el
régimen chavista habilitará a María Corina Machado como candidata de la
oposición, y al día siguiente cambian el análisis y dicen que no será
habilitada. Un día dicen que el chavismo respetará su calendario electoral y
convocará elecciones este año, y al día siguiente dicen que serán suspendidas
con el pretexto de la confrontación con Guyana.
Mientras
tanto la macolla del régimen y sus operadores disfrutan porque en el terreno
electoral la trama se desarrolla con el suspenso, la incertidumbre y el drama
que ellos le quieren imprimir. ¿Habrá elecciones este año? Puede ser que sí,
puede ser que no, lo más seguro es que nadie lo sabe. Ni siquiera Diosdado. Si
conviene al chavismo habrá elecciones, si no conviene pues no. Con el aparato
jurídico-político-militar en sus manos encontrar una justificación en uno u
otro sentido es lo de menos. A la pregunta ¿será o no habilitada María Corina
Machado? Igualmente la respuesta dependerá de lo que convenga al régimen
chavista.
Una
vez que la administración de Joe Biden ha resuelto reconocer y entenderse con
el gobierno de Nicolás Maduro sería un muy mal cálculo esperar que el gobierno
norteamericano tenga algún interés en presionar para cambiar el status quo que impera en Venezuela. ¿Más
señas? En el contexto de la liberación de Alex Saab el propio Biden reconoció
los avances en materia electoral del gobierno de Maduro. ¿Cuáles?
Dado
el control que tiene el Estado chavista en todas las instancias del proceso, la
vía electoral ha fracasado en Venezuela desde 1999 como forma para sacar al
chavismo del poder. Esto no ha cambiado y si algo ha cambiado es para empeorar
porque la fase madurista del régimen chavista hoy ha acumulado más poder que el
que tuvo Hugo Chávez en 1999. Conociendo todo esto, quien apueste por la vía
electoral no hace otra cosa que un vergonzoso ejercicio de colaboracionismo con
el régimen chavista, aunque su rostro sea amable y su carisma seductor.
Por
eso quizás, hace unos años en un relancino momento de lucidez alguien con
coraje se atrevió a desmarcarse de los falsos opositores increpándoles “En tiranía no se vota”. Porque votar en
tiranía es un salto al vacío. Es la vía más segura para llegar a ninguna parte,
como ya se ha visto.- @humbertotweets
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