Hace ya muchos años Venezuela dejó de tener una Fuerza Armada Nacional. En su lugar lo que tiene es una Fuerza Armada chavista que actúa como el brazo armado del régimen contra la población civil desarmada y es su principal soporte de apoyo. Esto es el resultado de la combinación de varios factores que juntos produjeron el peor de los resultados para Venezuela al no poder contar con un fuerza armada profesional e institucional sino con una banda armada que defiende un régimen político.
Esto
es el resultado de la visión cortoplacista y aventurera de la falsa oposición
cuyo momento más emblemático fue el caricaturesco golpe que llevó a Pedro
Carmona a una brevísima presidencia el 11 de abril del 2002. También es el
producto de una generación de oficiales militares formados en la era de la
democracia de partidos como unos verdaderos eunucos políticos cuyo pudor democrático
en su momento les impidió defender con las armas el régimen político al cual
pertenecían. Esa perniciosa y tóxica ideología es la culpable de que una gran
cantidad de oficiales militares se hayan animado a ir a la plaza Altamira a
protestar democráticamente contra Hugo Chávez en lugar de organizarse militarmente
para sacarlo del poder.
La
partidización de las fuerzas militares en Venezuela comenzó en 1999 con la
inauguración misma de la presidencia de Hugo Chávez. Pero lo que al principio
fueron movimientos tácticos, tímidos y discretos tomarían la fuerza de un
huracán precisamente luego del fracaso del golpe de Carmona en abril del 2002.
El fracaso del golpe de Carmona le facilitaría a Hugo Chávez el trabajo de
identificar con quienes no contaba dentro de esas fuerzas armadas y sería la
mejor justificación para emprender una purga que terminaría expulsando a más
del 60% de los oficiales reemplazándolos con fieles incondicionales con la
llamada revolución bolivariana, sin importar su formación ni experiencia.
En
el 2024 solo queda una fuerza armada 100% chavista formada a la medida del
Estado chavista sin la presencia de oficiales comprometidos o simpatizantes del
régimen político anterior al chavismo. De manera que cualquier foco
conspirativo, de rebelión o resistencia dentro de estas fuerzas armadas está necesariamente
conformado por elementos de la generación chavista. Y por su estructura
orgánica actual (una política donde todos están bajo sospecha y todos vigilan a
todos) quienes ya han salido de la organización militar no tienen mayor
influencia sobre quienes están aún dentro.
Con
esto podemos adelantar la siguiente tesis: Cualquier intento viable para
derrocar militarmente al régimen chavista o reformarlo saldrá necesariamente de
lo interno de sus propias fuerzas armadas, no de afuera. Esta hipótesis no
incluye la intervención militar internacional que aunque muy improbable no se
puede descartar y tendría igualmente que coordinarse con elementos internos de
las fuerzas armadas chavista haciendo muy difícil su viabilidad.
El
fermento de la conspiración dentro de las actuales Fuerzas Armadas chavistas es
fértil y fecundo, pero no por las mismas razones que animarían a ex militares
que ya no pertenecen a la pirámide castrense. Aquí estamos frente a oficiales
que nada tienen que agradecer al antiguo Estado de partidos y su prédica
democrática. Por el contrario, esta generación de militares ha hecho de la
corrupción su credo para afianzar su fe en una revolución que destruye el país
a pedazos pero que les permite ciertas dádivas y ofrece expectativas de futuras
prebendas a cambio de su fidelidad.
Dentro
del régimen chavista sus fuerzas armadas operan como un ecosistema propio con
relativa autonomía, códigos y protocolos. La razón que tendría un oficial de la
Fuerza Armada chavista para rebelarse contra la autoridad de Nicolás Maduro o
la de Vladimir Padrino López no es buscar el regreso de la democracia y el
régimen de libertades sino más bien sería un cuestionamiento a la incapacidad e
incompetencia de ambos para que esa aceitada maquinaria de crimen y corrupción
siga operando eficientemente. Es la pérdida de fe en las capacidades de Maduro
y Padrino para mantener el aparato político militar chavista lo que ha alentado
la inevitable pugna por el liderazgo en el sector militar donde ya se cuentan
más de 6 promociones represadas porque los están arriba no quieren abandonar
sus cargos a pesar de haber cumplido sus años de servicio, comenzando por el
mismo ministro de la defensa.
Nicolás
Maduro en su discurso de memoria y cuenta este año indicó que en el 2023 habían
intentado asesinarlo y sacarlo del poder por lo menos 4 veces. Las acusaciones
sin la menor credibilidad apuntan a los Estados Unidos país que está decidido a
entenderse con el chavismo por suministro de petróleo barato y a algunos
dirigentes de la falsa oposición que andan loquitos por hacer lo que el
gobierno les pida con tal y les permitan participar en las elecciones.
La
última de estas versiones de conspiraciones de utilería fue refrendada por el
Fiscal del régimen Tarek William Saab presentando como ya es costumbre a un
testigo estrella que se auto incrimina e incrimina a otros. Con base a la
supuesta confesión del ex militar Angelo Heredia el régimen ordenó la captura
de un grupo de militares y dictó órdenes de captura contra Tamara Sujú; Wender Villalobos;
Norbey Marin; Sebastiana Barráez; Mario Carratú Molina y José Antonio Colina.
Por supuesto, no hay trabajo policial o investigativo que respalde la versión
poética de Saab, todo comienza y termina en la confesión del testigo estrella.
Otras
conspiraciones como la operación Gedeón también fueron ampliamente publicitadas
por el régimen quien les había infiltrado y parecía estar moviendo los hilos de
toda la acción hasta su desmantelamiento.
Pero
estos supuestos intentos conspirativos “desde afuera” de las Fuerzas Armadas
chavistas son inocuos y no se parecen a los otros intentos de los cuales sí
tenemos evidencias pero no son admitidos por el régimen. Las conspiraciones que
le quitan el sueño al régimen chavista no son precisamente las que este publicita
sino más bien aquellas que disimula y las que, por ejemplo, han decretado que Nicolás
Maduro no podrá volver más nunca a un desfile militar en público por temor a un
atentado. O aquella otra que terminó con la desaparición física de Tareck El
Aissami y la detención de varios de sus operadores civiles y militares.
El
objetivo de estos montajes conspirativos mediáticos, burdos y caricaturescos
por parte del chavismo no es que el común de la gente se los crea. Eso les da
igual. Esto es un producto de marketing muy especial para una audiencia
específica: Sus operadores civiles y militares, sobre todo estos últimos que se
han desmoralizado y parecen resueltos a buscar un nuevo comandante en Jefe más
competente para mantener el ecosistema criminal y seguramente egresado de la
Academia Militar.
Como
siempre, cada vez que los voceros de la macolla chavista hablan hay que prestar
atención no solo a lo que dicen sino a lo que callan y ocultan, porque allí es
donde podremos encontrar las verdaderas claves de sus certezas y de sus
temores.- @humbertotweets
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