¿Cuándo serán las elecciones? Cuando le convenga al chavismo. ¿Quiénes votaran? Eso solo lo sabe el régimen. ¿Quiénes se podrán postular? Los que decida Elvis Amoroso. ¿Serán todas juntas en una megaelección o separadas? Hay que esperar a ver que dice Diosdado Cabello. ¿Quiénes contarán los votos? El CNE chavista. ¿Quiénes cargarán las máquinas de votación? Las Fuerzas Armadas chavistas. ¿Y se podrá apelar el resultado? Por supuesto, ante el Tribunal Supremo de Justicia, también chavista. Bajo estas condiciones la falsa oposición aceptó participar nuevamente en el fraude electoral del régimen.
A este cuadro
general habría que agregar algunas particularidades. Que las franquicias
de los partidos de la falsa oposición
que el régimen chavista controla a través de su TSJ se dejen de apariencias y
también postulen a Nicolás Maduro. Maduro candidato del PSUV apoyado por las
siglas de AD, COPEI, PJ, VP, PCV…una verdadera candidatura de unidad nacional!
También falta por ver si el régimen de una buena vez se decide a intervenir la
elección Primaria de la falsa oposición para impedir la, de otra forma,
inminente aclamación de María Corina Machado. Eso sí, todo de acuerdo con la
Constitución y las leyes…chavistas.
La falsa
oposición y sus candidatos insisten en embaucar a la gente, una vez más,
asegurando que hay que votar porque esta vez es diferente y si la gente sale a
votar entonces sí se puede. Sin embargo, la inmensa mayoría de los venezolanos
que solo disponen de su memoria y experiencia para defenderse ven con
desconfianza y escepticismo estas promesas recicladas de cambio. Porque no son
nuevas, son las mismas que se han ofrecido en estos 23 años. Quizás ha cambiado
la música, los slogans y los actores, pero en esencia es lo mismo.
El aparato
político-militar en que se mueve el chavismo ha cambiado para acumular más
poder. Y la crisis económica ha cambiado para empeorar y masificar una miseria
de la cual no se salvan ni las parasitarias clientelas chavistas que viven del
Carnet de la Patria. Pero lo que definitivamente no ha cambiado son los
mecanismos que usa el régimen para legitimarse mediante la farsa electoral y
seguir en el poder.
Este sigue
siendo el problema nuclear en la crisis venezolana. Nos enfrentamos a un Estado
que no representa los intereses de la nación venezolana sino los de una
asociación de bandas criminales cuyas decisiones y acuerdos se le imponen al
resto de venezolanos por medio de la violencia y en forma de ley, de ley
chavista por supuesto. La hoy candidata María Corina Machado caracterizó esta
situación con perfecta nitidez en el 2017 y nos convocó a los venezolanos a no
legitimar con el voto al régimen chavista porque “quien vote en estas
condiciones es parte de la tiranía.” Esas fueron sus exactas palabras y tenía
razón, aunque hoy en medio de ensoñadores ríos de popularidad no haya
encontrado el tiempo para explicar que cambió en el régimen donde ahora en
tiranía si se puede votar.
Cuando a María
Corina o a los representantes de su campaña (como Antonio Ledezma, por ejemplo)
se les pregunta qué van a hacer para inscribir esa candidatura que fue
inhabilitada por el régimen no pueden dar una respuesta directa, porque no la
hay. Decir que va hasta el final no responde los aspectos prácticos de una
elección fraudulenta cuyas reglas de juego ella aceptó, aunque retóricamente
diga otra cosa.
Cuando a los
otros candidatos de la falsa oposición se les pregunta qué van a hacer ante las
inhabilitaciones, los cambios de fecha para las elecciones, que a los
venezolanos en el exterior no se les permita votar, y una larga lista de abusos
del régimen no pueden responder más que con evasivas. Qué pueden decir de unas elecciones con un
resultado previamente cantado pero en las cuales todos ellos voluntariamente
decidieron participar.
Por eso la
mayoría de los venezolanos a pesar de los ruegos de la falsa oposición ven esa
elección Primaria y la posible megaelección como un esfuerzo inútil que no
conduce a sacar al chavismo del poder. Pero además hay la convicción de que
estamos en presencia de otro escandaloso ejercicio de improvisación y
espontaneísmo. La retórica meliflua, el discurso demagógico, y las respuestas
evasivas así lo confirman y son la mejor evidencia de que una vez más la falsa
oposición no tiene plan A, ni B. Nunca lo hubo, ni lo habrá. En su lugar lo que
hay es una práctica -¿vicio?- de ir a elecciones, sin condiciones ni garantías,
negociar y luego repetir el mismo ciclo sin parar. O lo que es igual, darle
vueltas al tornillo en una tuerca mellada, donde no importa cuántas veces gire
nunca va a apretar.
La falsa
oposición podrá no tener plan, pero los venezolanos refugiados en su
escepticismo y desconfianza si lo tienen. Ocho millones ya lo pusieron en
marcha y otros lo están pensando.- @humbertotweets
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