En una nación democrática con un Estado que representa el interés nacional y tiene poderes que actúan como contrapesos para prevenir la arbitrariedad y la tiranía, el voto es la institución por excelencia para la participación política. En este tipo de sociedades es mediante el sufragio como se eligen a los representantes de los poderes públicos y cómo se evalúa su gestión.
Pero, ¿cuál
podría ser el papel o la utilidad del voto cuando deja de ser una institución
política para reducirse a una mera apariencia que no refleja la voluntad de los
ciudadanos y por el contrario oculta los perversos y sofisticados mecanismos de
una tiranía?
Votar sin
condiciones ni garantías de transparencia, cuando un grupo controla todos los
poderes públicos, incluido el electoral, es un sinsentido, por decir lo menos.
Es algo así como votar por votar o hacerlo con la vana esperanza de que por
algún golpe de suerte o un milagro el resultado electoral sea distinto a lo ya
determinado por quien organiza la elección y cuenta los votos. ¿Ingenuidad?
¿Ignorancia? ¿Perfidia?
Esa es
precisamente la conducta que ha abrazado la falsa oposición venezolana y todos
sus candidatos presidenciales. Pretenden embarcar a los venezolanos, una vez
más, en la fiesta electoral, con serpentina y cotillón pero sin condiciones ni
garantías de transparencia.
Los más
entusiastas siempre dicen que es mejor votar que no hacer nada, esto es votar
por votar. Pero eso es precisamente lo que hemos hecho a lo largo de estos 23
años sin que haya servido para nada. Es decir no ha servido a la causa nacional
de lograr el cambio político pero sí ha servido para que quienes viven de la
política descubran el lucrativo emprendimiento de ser una oposición domada,
amaestrada y obediente.
En Venezuela,
bajo las actuales condiciones el voto no tiene ningún valor político, ha
perdido todo su poder para quedar solamente como un rito vacío de contenido.
Votar así no es más que un ejercicio de terapia de grupo para drenar energías y
“hacer algo”, aunque no sirva para nada.
Los únicos que
parecen necesitar este tipo de terapia psicológica son quienes viven del
negocio de la política, quienes sin condiciones ni garantías, si o si, tienen
que ir a drenar su incontinencia electoral. Por intuición o experiencia, la
mayoría de los venezolanos prefiere encarar la realidad con los pies en la
tierra y mira con indiferencia y escepticismo estos ejercicios episódicos de
terapia de grupo que parecen no resolver la enfermedad.- @humbertotweets
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