Chávez y sus acólitos le fallaron al país.
El movimiento chavista se fundó en las promesas de justicia y honestidad.
Pero bastó llegar al gobierno para tomar por asalto el país y ponerlo al servicio de sus particulares intereses.
A la promesa de justicia se le ultrajó con la más absoluta injusticia.
La oferta de repartir la riqueza petrolera entre los venezolanos quedó para los discursos floridos de Chávez mientras sus protegidos, los enchufados y los bolichicos se llenaban los bolsillos.
La honestidad quedó reducida a polvo cósmico.
Nunca hubo un gobierno más corrupto que este.
Ahora que el país trata desesperadamente de salirse de esta pesadilla el chavismo oficialista muestra sus garras y se resiste a soltar el poder.
Un poder sólo justificado por el placer de seguir saqueando y azotando como pandilla criminal al resto, a la mayoría de los venezolanos.
Esas traiciones son las que los chavistas de base no le perdonan al régimen.
Un gobierno que lo tuvo absolutamente todo para repartir bienestar y prosperidad pero que lejos de eso solo quedó para repartir hambre y miseria.
La decepción con la dictadura bolivariana es tan grande que hasta en las zonas más chavistas donde quieren ubicar los centros de recolección de firmas se espera un aluvión masivo en contra del régimen.
Las firmas de estos chavistas llevan la carga negativa de sentirse traicionados y utilizados por la mal llamada revolución.
Sobre todo ahora que luego de haberlo perdido todo les quieren arrebatar su dignidad cambiando el apoyo político por una bolsa de comida.
Si el gobierno permite que se recojan las firmas el 26, 27, y 28 de octubre no habrá forma de impedir que los chavistas desengañados y traicionados firmen.
Como el resto de los venezolanos, a ellos las razones para firmar también les sobran.
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