La votación y la consulta popular son actos legitimadores de la democracia.
Son las formas como una sociedad le da poder y contenido a su gobierno.
Es la vía para que el pueblo sea convocado y en forma libre pueda zanjar las naturales diferencias políticas.
El solo acto de ir a la consulta deja abierta la posibilidad democrática de ganar o perder.
Pero a diferencia de la guerra en una sociedad democrática hay espacio para el disenso, el respeto, y la discusión.
Estos principios que regulan a una democracia son lenguaje bizantino para los chavistas en el gobierno.
Todos ellos formados en las cavernas del autoritarismo y a la sombra traicionera de los golpes de estado se mostraron fervorosos creyentes de la democracia y el estado de derecho mientras les servía a sus propósitos.
Pero ahora que han perdido el apoyo del pueblo ya ellos se han despojado del enmohecido disfraz democrático.
Ya los chavistas en el gobierno lo admiten públicamente y en forma vulgar e impúdica.
No quieren ir a elecciones por miedo a perderlas.
Están tratando por todos los medios de evadir un resultado que parece inevitable.
La vulgar charada que han montado con el CNE y el TSJ es de tan bajo calibre que algunos chavistas admiten que lo sensato es ir a contarse como manda la Constitución.
Pero para los descabellados en el poder la sensatez no existe.
Ni siquiera si se trata de salvar al menguado y vapuleado legado de Chávez.
Los campeones de las posiciones extremistas en el régimen dicen con orgullo que la revolución está en un punto de no retorno.
En su delirante divorcio de la realidad los operadores del régimen no se dan cuenta que efectivamente están invocando la peor maldición de todas.
El punto de no retorno para el chavismo es un ser expulsados del poder para siempre.
Es un irse para no regresar.
Mas nunca.
Jamás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario