Cuando el régimen diseñó la propuesta del diálogo lo hizo con la intención de diferir el revocatorio, no de dialogar para superar la crisis política.
La invitación a agentes políticos pro chavistas como Rodríguez Zapatero y Leonel Fernández solo buscaba darle cierta imagen a las gestiones de diálogo sin el interés real de llevarlo a cabo.
Que no se haya llegado a una conversación seria entre gobierno y oposición tiene mucho que ver en la forma guabinosa y contradictoria como estos mal llamados mediadores llevaron las conversaciones.
El papel de estos mediadores quedó reducido a intercambiar papelitos entre el gobierno y la oposición y filtrar a la prensa versiones maniqueas de los contactos para descalificar a los opositores.
Todo un completo ataque alevoso al corazón de cualquier intento de dialogar: la confianza entre las partes.
Pero hay actores que sienten genuina preocupación y angustia por lo que pasa en Venezuela.
La OEA, la comunidad internacional, el Vaticano, entre muchos otros factores internacionales no quieren ser indiferentes ante una crisis política provocada por el gobierno que está sometiendo a millones de venezolanos a los padecimientos más dramáticos.
Una vez fracasada la farsa del diálogo pero aun con la presión de realizar un revocatorio, que el gobierno quiere evitar a toda costa, el régimen se enfrenta a una presión cada vez más fuerte para que regrese al camino democrático.
Es evidente que la presión internacional ha actuado como un freno inhibitorio para que el régimen no termine de arrasar a la disidencia en Venezuela.
La invitación del Vaticano a participar como mediador busca aliviar las tensiones en los próximos 30 días, justamente antes de que la oposición recoja las firmas para revocar a Nicolás Maduro.
Pero el vaticano, a diferencia de los ex presidentes aliados del régimen, no es un actor que le podría hacer el juego al gobierno.
El Vaticano es un mediador que podría tomarse muy serio su papel como mediador de la crisis política lo cual se convertiría en un insoportable dolor de cabeza para el régimen.
Esto explica porque al tiempo que, desde el gobierno, se invita a la iglesia Católica como mediador en forma descarada se le ataca y descalifica.
El objetivo del régimen es permitir la participación de la iglesia en las gestiones de mediación pero al mismo tiempo poner un plomo en ala al caracterizarla como aliada de la oposición.
A eso dedicó su programa de ayer el inefable e inescrupuloso José Vicente Rangel.
Maestro de la falacia, en forma paciente y metódica José Vicente se dedicó a construir el argumento según el cual el que un representante de la Iglesia exija públicamente que se respeten la Constitución y las leyes es una forma de atacar en forma despiadado a las instituciones y, según él, no tiene perdon de Dios.
José Vicente Rangel se refería al cardenal Jorge Urosa Savino quien habría declarado que “...sería inaceptable realizar el revocatorio en el 2017.”
Aunque José Vicente concentra su artillería contra Jorge Urosa Savino el objetivo, como en todos los ataques de JVR, no era tan obvio.
En realidad JVR se alarmó cuando, justamente antes de grabar su programa dominical en Televen, leyó las primeras declaraciones del nuevo cardenal Monseñor Baltazar Porras: “Diálogo es reconocer al otro no imponer una forma de pensar.”
Si así comienza el nuevo cardenal y posible representante del Vaticano en las diligencias de diálogo entonces son muy malas noticias para el gobierno.
No podría JVR atacar en forma directa al recién nombrado cardenal.
Después de todo JVR es un hombre curtido en los ritos y las formas políticas, sabedor que eso sería de la más absoluta brutalidad.
En lugar de ello centra sus sinuosos ataques en descalificar al Cardenal Urosa Savino y a la Iglesia Católica para que, llegado el momento, su papel sea reducido y débil en la mediación.
Lo que hace JVR es muy coherente con la forma antiética e inmoral de hacer política que practica el chavismo oficialista.
Esta política está basada fundamentalmente en el linchamiento moral del contrario y en negociar con el adversario político partiendo de cero.
Esto es partiendo del no reconocimiento del adversario como actor político y de negar los derechos fundamentales.
Por eso cuando el cardenal Urosa Savino exige que se cumpla con la Constitución y las leyes sale un José Vicente Rangel alarmado diciendo que eso, cumplir con el estado de derecho, no es más que un ataque despiadado de la iglesia católica contra el gobierno.
En realidad el gobierno no quiere la presencia del Vaticano en el diálogo.
Pero no lo dice.
Usa a sus operadores para que hagan el trabajo sucio de la descalificación.
Si el régimen insiste en esta táctica es muy probable que aun con el corazón y la bondad más grande del mundo las gestiones negociadoras del Vaticano también fracasen.
Esto lo sabremos en los próximos días.
De ser así el conflicto escalaría al único e impredecible escenario que queda: la participación diligente de la OEA para dirimir en el conflicto venezolano.
¿Es eso lo que realmente quiere el régimen?
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