A quienes proponemos en forma activa no votar como respuesta a la situación política que vive Venezuela siempre se nos pregunta en tono acusatorio ¿y tú qué propones? Más que el genuino interés de conocer y explorar otras opciones a la gastada tesis electoral lo que en realidad se busca es presentar a esta como la única opción posible porque, aparentemente, no hay más. Los más moderados dirán por lo menos votemos mientras aparecen otras opciones y para no quedarnos de brazos cruzados. ¡Votemos aunque votar no nos lleve a ninguna parte!
En el pasado
hemos explicado que la tesis de no votar no es gratuita ni improvisada. Esta
posición parte del reconocimiento de una realidad material que nos evidencia
una y otra vez que mientras quien organiza las elecciones, cuenta los votos y
adjudica los resultados sea la misma persona (o el mismo grupo) el resultado
será invariablemente el mismo.
El hecho de
que sean operadores del PSUV quienes actúan instalados en todos los poderes
públicos no deja ningún margen para establecer condiciones y garantías
electorales y menos aún para cuestionar o auditar unos resultados. Entonces
votar en esas condiciones equivale a convalidar un sistema electoral con la
vana esperanza de que quienes lo manejan algún día van a decidir en contra de
sí mismos.
Alguien
sugirió que aun con todo el ventajismo oficialista y sin posibilidades reales
de una elección transparente vale la pena ir a votar si el voto es parte de una
estrategia para movilizar a la sociedad en torno a un candidato y a un programa
político de lucha, sin importar el resultado electoral final. Algo así como el
papel de la candidatura simbólica de Rómulo Gallegos por Acción Democrática en
1947.
El problema es
que la falsa oposición venezolana está empeñada en presentar un mero programa
de gobierno en lugar de una propuesta política que sea la antítesis del
chavismo. Por esta vía siempre terminarán pareciéndose a su supuesto adversario
y tendrán una gran dificultad para diferenciarse de él.
Tampoco es
cierto que votar en estas condiciones, mejor dicho sin condiciones ni
garantías, es lo único que políticamente se puede hacer frente al Estado
chavista. La recuperación de los sindicatos, gremios y centros de estudiantes
permitiría el rescate de verdaderos espacios de lucha social que, por abandono,
les fueron cedidos al chavismo.
El reclamo
reivindicativo de los miembros de estas organizaciones se puede transformar
progresivamente en un reclamo social de un contenido más amplio e inclusivo que
toque a todo el conjunto social y trascienda lo estrictamente gremial tal como
la escasez de comida, la devaluación y hasta la pérdida de libertades
individuales.
Además de los
sindicatos hay otras instancias tales como las Universidades autónomas, las
Academias y cualquier otro espacio público desde el cual se pueda organizar la
sociedad para luchar y resistir contra el chavismo.
Una de las
razones por las cuales el chavismo parece no tener contrapesos es precisamente
por el desmantelamiento institucional y la ausencia de organizaciones sociales
en Venezuela. Los partidos políticos con sus tesis colaboracionistas y
cohabitadoras han fracasado en estos veinte años como alternativa al chavismo y
carecen de la fuerza y la credibilidad para convertirse en los referentes de la
lucha política y social.
Hay muchas
otras cosas que se pueden hacer en lugar de abonarle esperanzas a las fantasías
electorales con un voto que no ha resuelto ni resolverá la dramática crisis
política que vive Venezuela. Pero son iniciativas que requieren consistencia en
el tiempo y siempre estarán enfrentadas con el cortoplacismo de la falsa
oposición venezolana.- @humbertotweets
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