Aunque el
discurso optimista se ancla en la premisa metafísica de “la esperanza es lo
último que se pierde” la realidad cruda, y generalmente nauseabunda, siempre
termina imponiéndose. El enfoque metafísico y esperanzador del discurso
político y bélico pareciera perseguir el propósito de “mantener la moral en
alto” o quizás mejor de animar a los hombres a continuar en la lucha a pesar de
las dificultades o de cuan quijotesca la empresa parezca.
El problema de
este discurso que trata de inyectar optimismo y certezas en los momentos más
difíciles surge cuando para poderlo sustentar hay que acudir al inevitable
artificio de hipostasiar la realidad. Esto es cuando se ignoran o se
tergiversan los elementos que nos presenta la realidad material para poder
darle vida a una fantasía o una idea aureolar.
Este ha sido
el drama y la búsqueda laberíntica de los venezolanos desde 1999 para tratar de
salir de las garras de la tiranía chavista. Desde un principio la elite
política autodefinida como de oposición fracasó en la tarea de caracterizar
correctamente al chavismo como adversario político. El no apreciar temprano la
esencia tiránica, despótica y corrupta del régimen que recién se instalaba
derivó en simplemente tratarlo como un mal gobierno dentro de lo que aún se
pensaba operaba como régimen democrático. Actitud mental que aún hoy ejercitan
los representantes de la falsa oposición.
El pensar al
chavismo como un mal gobierno que podía ser corregido o reemplazado por medios
democráticos arrastró a otros errores no menos graves. Uno fue asumir el cortoplacismo como política
que busca vías fáciles y expeditas para enfrentar un fenómeno que ya se
presentaba como sistémico al progresivamente tomar el control de todos los
poderes del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial, electoral y militar).
El otro error
de consecuencias catastróficas fue subestimar al chavismo y sus jerarcas en su
propósito de apropiarse por la fuerza de Venezuela. Este tipo de posturas
conducen irreversiblemente a conductas tales como insistir en negociar con el
chavismo aunque es evidente que el chavismo no quiere negociar ni está
dispuesto a ceder en nada. O seguir aupando la salida electoral aunque el
propio chavismo ha dicho y ha demostrado que no entregara el poder aunque
pierda las elecciones.
Al tiempo que
los políticos de la falsa oposición siguen hablando de negociaciones y
elecciones como vías para salir del chavismo los venezolanos ya suman más de
dos décadas de experiencia acumulada donde un desengaño electoral lleva al otro
y este al siguiente. Este parece ser un ciclo que se seguirá repitiendo
mientras el chavismo siga en el poder y sea quien organice las elecciones,
cuente los votos y adjudique los resultados, aunque sea la propia María Corina
Machado quien se nos presente como la última mágica, encantadora y milagrosa
esperanza de esta temporada.
La realidad
nos muestra a una Venezuela colapsada en sus instituciones e infraestructura.
Con una economía destrozada y más del 95% de su población sin acceso sostenible
a agua, electricidad, comida, gasolina o algún tipo de servicio público.
Aproximadamente 8 millones de venezolanos han abandonado Venezuela lo cual bien
podría representar el 25% de su población activa. La retórica metafísica
banaliza el impacto de este desmembramiento asegurando que esos venezolanos más
temprano que tarde regresaran a su país. Pero una vez que esos venezolanos y
sus descendientes echen raíces en otros territorios ¿querrán regresar a un país
inviable y en vías de disolución?
Aunque nos
llamen pesimistas o aves de mal agüero, ningún análisis o propuesta política
para recuperar a Venezuela puede partir de ignorar o maquillar la realidad. Y
la Venezuela realmente existente ha llegado a dramáticos niveles de deterioro y
colapso que hacen inviable cualquier salida dentro del marco de la
institucionalidad del Estado chavista. Se requiere de una ruptura profunda y
definitiva con ese régimen político, no de unas elecciones que solo tratan de
maquillar y ocultar su verdadera esencia.
Todos los
candidatos que participan en la primaria de la falsa oposición, sin
excepciones, y todos quienes de una u otra forma justifican las elecciones como
vía para salir del chavismo ejercitan una estafa continuada que comenzó en 1999
y aún hoy sigue en pleno vigor. Decir, como lo hacen todos ellos, que es
posible derrotar al chavismo en unas elecciones que este diseña y controla es
un acto vulgar de engaño y cinismo deliberado. También podría tratarse de
ignorancia o ingenuidad, pero es muy difícil porque a estas alturas ya no
quedan vestales en Venezuela.- @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario