En la era del Estado de partidos el voto fue manual desde el momento de su emisión hasta el escrutinio. Pero la configuración de un sistema electoral que privilegiaba a los partidos políticos y sus aparatos castigaba a aquellos venezolanos que sin tener maquinarias ni clientelas se postulaban para cargos de elección popular. En ese camino quedaron muchos venezolanos honestos y capaces que habrían podido ser magníficos presidentes de la República o miembros del Congreso, pero el carecer de una maquinaria para defender sus votos en las mesas electorales les negaba automáticamente cualquier posibilidad.
Los dueños de
las franquicias partidistas de más influencia en la época (Acción Democrática y
Copei) se ufanaban en declarar que ultimadamente “acta (acta de escrutinio
electoral) mata voto” y así es que normalmente funcionaba la democracia en el
Estado de partidos.
El Estado de
partidos, pomposamente llamado “democracia”, fue un régimen político con muchas
fallas que más o menos funcionaba pero que inevitablemente nos arrastró al
abismo más oscuro y profundo, aún desconocido para entonces, llamado el
chavismo.
El problema
con el Estado de partidos no era que el voto manual como tal le ofrecía
ventajas a las franquicias del momento para tomar turnos en el poder. El
problema fundamental siempre estuvo en la estructuración de un modelo de
régimen político que privilegiaba la influencia y el control de los partidos
políticos, sobre todos aquellos partidos fundadores de ese sistema, por encima
de la voluntad de los ciudadanos en nombre de los cuales ese régimen decía
representar.
En la
transición del Estado de partidos al Estado de un solo partido el chavismo
encontró un terreno fértil para imponer el llamado voto automatizado desde el
momento del sufragio hasta su escrutinio y totalización mediante las máquinas
de votación. El descrédito del voto manual presentaba la opción de las máquinas
como eficiente e inobjetable. Sería el matrimonio perfecto entre política y
tecnología.
Con el tiempo
quedaría evidenciado que con las máquinas de votación y el voto automatizado no
solo era posible perfeccionar y afinar los mecanismos de fraude electoral sino
que también sería posible borrar la evidencia del delito perpetrado. Con el
voto manual por lo menos había la posibilidad de recontar votos y reconciliar
actas si estos documentos aún no habían sido destruidos. Con el voto y el
escrutinio automatizado por la máquina, sujeta a la voluntad del programador,
el resultado final es definitivo, inauditable, e inapelable.
La tecnología
puede ofrecer muchos usos para hacer más eficiente y transparente el proceso de
toma de decisiones políticas, incluidas la emisión del voto. Pero aun así con
la excusa de hacer más fácil el acto del sufragio no se puede banalizar el voto
para reducirlo a una brevísima interacción entre el elector con unas siglas y
unos colores mediante la intervención de una máquina en un ambiente de piñata y
cotillón electoral.
Algún día, en
el futuro, cuando hayamos logrado librarnos de la dictadura de un solo partido
habrá que pensar en diseñar un régimen político que verdaderamente le otorgue
el poder a los ciudadanos, no a los partidos, y se apoye en la trascendencia y
significado de la ceremonia del voto emitido y contado manualmente para decidir
con solemnidad los asuntos que conciernen a todos. Papeleta por papeleta,
ladrillo por ladrillo, piedra por piedra. Así como se construye una nación.- @humbertotweets
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