A veces parece
olvidarse que los padecimientos de Venezuela bajo el régimen chavista
comenzaron mucho antes que las simbólicas sanciones aplicadas por los Estados Unidos.
Desde hace años en Venezuela no hay moneda nacional, no hay gasolina y tanto el
agua como la electricidad le están negadas al 90% de la población. Esto no es
nuevo ni exagerado. Lo único que ha cambiado es que en los últimos meses estas
carencias parecen multiplicarse por 100.
Cualquier
lector desprevenido y sobre todo uno ajeno a la realidad de Venezuela podría
pensar que esto es una verdadera exageración de un adversario del chavismo. Que
es imposible que un país pueda funcionar con más del 90% de su población sin
agua, electricidad, gasolina e internet. Pero es una situación que ha sido
documentada y que por su reiteración a muy pocos impresiona porque parece
convertirse en la nueva normalidad con el chavismo.
En otras
palabras, bajo el régimen chavista el nuevo estándar de lo normal es el de la
miseria, la pobreza y la corrupción. Y luego de 20 años de tiranía lo que
tenemos es una acumulación de crisis con efecto compuesto y un régimen cuyo
objetivo no es precisamente gobernar sino por el contrario fomentar el caos
para que la camarilla gobernante siga en el poder al precio que sea. Aunque
este precio sea la desaparición física y material de Venezuela.
El régimen
chavista ha logrado entronizarse en el poder no solo por el control militar,
político y social que ejercen sus grupos sobre la población civil venezolana.
Esto también es el resultado del fracaso de una falsa oposición negociadora y
colaboracionista incapaz de articular fuerzas para derrocar al régimen. Y ante
esta incapacidad a esta oposición no le queda otra que bailar pegada con el
régimen a los acordes de una legalidad que solo sirve para justificar la
continuidad del Estado chavista.
En realidad,
en Venezuela no hay una oposición real y efectiva al régimen chavista. Lo que
hay es una oposición muy particular que rigurosa y escrupulosamente se limita a
cuestionar al gobierno, no al régimen político. Y por esta vía esa oposición
ofrece la ilusión de oponerse a algo que sigue allí realmente existiendo y es casi
inconmovible. Pero es una ilusión de la realidad, es una falsedad, porque lo
que hace esa oposición no es otra cosa que afianzar más aún al modelo que
supuestamente dice enfrentar.
Mientras esta
falsa oposición le hace el juego legitimador al régimen con su elección
primaria los problemas y las protestas en Venezuela se multiplican. Las
dramáticas dimensiones de este colapso social y económico ya no pueden ser
ignoradas ni siquiera por aquellos que todavía dicen ser chavistas. De hecho se puede afirmar con gran certeza
que ante el fenómeno sociológico de la emigración masiva de Venezuela en el
territorio quedan segmentos importantes de clientelas chavistas que ahora
insatisfechos y descontentos con su propio régimen son las cabezas de la
protesta nacional.
La macolla del
régimen (Maduro, hermanos Rodríguez y Padrino López) entienden la gravedad de
la coyuntura y la dificultad práctica que se presenta a la hora de intentar un
nuevo fraude electoral con unos operadores políticos y militares desganados,
descontentos y renuentes a cooperar porque están pasando hambre y miseria como
el resto de los venezolanos.
La falsa
oposición ha resultado tan incompetente como socia del chavismo que es incapaz
de cumplir el papel que se le encomendó. Ante la falta de oposición al régimen
político en Venezuela le ha tocado al propio chavismo que llenar ese vacío y
ejercer una suerte de oposición a sí mismo. Es lo que vemos cuando la macolla
del régimen dice declararle la guerra a la corrupción en la industria petrolera
con la sospechosa consigna “caiga quien caiga” encarcelando a varios de sus
operadores siendo uno de los más notables Tareck El Aissami.
Recientemente Nicolás
Maduro a propósito del día del periodista volvió a pedir ayuda a los
venezolanos (chavistas) para combatir lo que él identifica como la corrupción y
la eficiencia en su gobierno. La petición es un desesperado intento para
desmarcarse de la responsabilidad que él y su régimen tienen con el desfalco y
la destrucción de Venezuela que ha ganado dimensiones catastróficas en los
últimos 5 años. Si se tomaran en serio las palabras de Maduro habría que
comenzar por destituirlo a él, pero seguramente eso ni fue lo que quiso decir.
Es decir, el
tamaño del fracaso del régimen chavista en Venezuela es tal que ni los propios
chavistas encuentran razones o palabras para justificarlo. A la cúpula del
gobierno solo le queda comenzar a jugar a la defensiva frente al descontento de
sus propias clientelas y tratar de ponerse a la cabeza de esa frustración para
controlarla y eventualmente diluirla.
Mientras la
falsa oposición siga engolosinada y envalentonada con su elección primaria y su
candidato único el chavismo no tiene nada de qué preocuparse. Es a los suyos,
sobre todo aquellos en el sector militar, a quienes debe temer. La maniobra de
intentar aparecer como haciéndose oposición a sí mismo es una audaz y ambiciosa
por parte del chavismo, comienza a lucir como los esfuerzos de última hora para
abortar rebeliones internas y seguir en el poder.- @humbertotweets
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