En una primera valoración, desde la perspectiva de quienes queremos un cambio político en Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro, el PSUV y quienes conforman el llamado Polo Patriótico representan el continuismo que ha hundido al país, y por consiguiente el adversario político a derrotar.
A esta
caracterización habría que agregar fuerzas y sectores que aunque se autodefinen
como de “oposición” ayudan políticamente a que el chavismo siga gobernando.
Como hemos
explicado anteriormente, no hay una sola sino varias oposiciones aunque todas
coinciden en presentarse como alternativa de poder al chavismo.
Estas oposiciones no han logrado en
25 años caracterizar correctamente al adversario al cual dicen enfrentar y como
consecuencia de ello han fracasado a la hora de debilitar o quebrar
políticamente la coalición gobernante que en definitiva sería la clave para
cualquier cambio político.
Las debilidades de la coalición
opositora, sobre todo la que se agrupa en la PU/MUD, se derivan de sus
indefiniciones políticas, su voluntarismo y su improvisación a la hora de
articular una estrategia de confrontación con el chavismo.
Pero hoy día las movilizaciones que
hace María Corina Machado para promover la candidatura de Edmundo Gonzalez
inyectan una fuerte carga de optimismo suficiente para ignorar unas debilidades
orgánicas que no han desaparecido, que
siguen allí latentes aunque no se les quiera reconocer.
El debate sobre la ausencia de
condiciones y garantías electorales que rodea a la elección del 28 de Julio es
algo, por ejemplo, de lo cual esa oposición prefiere no hablar.
Esta oposición que ha creado una gran
expectativa mediática (PU/MUD) ha hecho del optimismo delirante su mejor escudo
para enfrentar cualquier crítica o cuestionamiento al fondo de su estrategia.
El resultado es una desconexión dramática con la realidad.
El entusiasmo, la ilusión y la
algarabía que se muestran en las movilizaciones de María Corina ocultan las
deficiencias de una estrategia que para tener éxito depende casi totalmente de
su oponente.
Es entonces cuando nos damos cuenta
que además de una confrontación entre chavismo y oposición (u oposiciones) hay una
contradicción incluso mucho más potente entre realidad y deseo, o como también
lo hemos definido en artículos anteriores entre realismo e idealismo.
El idealismo es esa postura anclada
en ideas metafísicas y animada por el deseo voluntarista de aspirar un cambio
sin conexión con la realidad.
El realismo,
genuino deudor del materialismo político, también aspira a un cambio pero
partiendo de los materiales que nos presenta la realidad.
Las posturas
idealistas y fantasiosas deliberadamente ignoran categorías políticas
fundamentales tales como la caracterización de adversario, el terreno de lucha
y la correlación de fuerzas. Romantizando y banalizando la lucha política estas
oposiciones aspiran a un cambio (transición) que según sus propios presupuestos
solo podría venir de un extraordinario milagro ejecutado por un mesías.
Ese idealismo, con
su sinuosidad y perfidia, se nos presenta hoy como una conducta tóxica y
perniciosa, acaso el aliado más potente con el que pueda contar el chavismo
para desmovilizar la presión social y continuar en el poder.- @humbertotweets
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