Hace un par de meses vi en YouTube una entrevista que le hizo Luis Ventoso de El Debate al filósofo español Gabriel Albiac. En la conversación hay una parte en la que Albiac reflexiona y dice: “...hay dos formas de generar servidumbre: Infundir miedo o infundir esperanza. ¿Qué tienen de común el miedo y la esperanza? Que son la renuncia del presente en el futuro. ¿Cuál funciona mejor? Sin duda de ningún tipo la esperanza, porque el miedo duele y la esperanza no”.
Es inevitable ver un paralelismo
entre la metáfora del miedo y la esperanza con la falsa dicotomía que hoy se les
presenta a los venezolanos obligados a escoger entre el chavismo y una aparente
oposición.
El chavismo ha usado eficientemente el
aparato estatal para infundir miedo y generar servidumbre. Venezuela es hoy un
país de privaciones de todo tipo, de comida, de servicios y de garantías. Es
evidente que la inmensa mayoría tiene una opinión distinta a la del régimen
chavista, pero no hay mecanismos institucionales para que esa opinión se
exprese y se respete. El miedo es libre y democrático cuando la disidencia
política se paga con la vida.
Frente a esto surge una aparente
antítesis que dice: frente al miedo, la esperanza. Es la idea que atraviesa la
retórica de la falsa oposición desde 1999. Esperanza como una idea metafísica
sin conexión con la realidad que sin base histórica promete que los buenos
siempre ganan, que unidos venceremos y finalmente que no hay mal que dure 100
años, ni cuerpo que lo resista. Ya con
25 años el chavismo intentará pasar los 100, aunque a los demás nos parezca
absurdo.
Como dice Albiac, entre el miedo y la
esperanza esta última resulta mucho más peligrosa y tóxica porque no duele, cuál
ultra afilado puñal esta penetra en forma sinuosa y vigorosa en el corazón
hasta que la propia hemorragia es la que nos advierte del fatal daño.
El remedio frente a la toxicidad de
la esperanza no es tampoco la renuncia ni la resignación. Quizás si es necesaria
una buena dosis de escepticismo militante para, en principio, dudar de toda
oferta política hasta que sea exhaustivamente triturada en sus partes más
pequeñas para entender qué es lo que tiene de verdad.
Pero siendo aún más ambiciosos,
podríamos decir que la cura contra la servidumbre que infunden tanto el miedo
como la esperanza quizás sea destruir esa falsa idea dicotómica que es muy
fecunda en el cine y la literatura, pero muy perniciosa en la política y es la
que divide a los actores en forma simplista entre buenos y malos.
Un enfoque más racional y pragmático
sería poner los pies en la tierra, liberarse de miedos y esperanzas para trabajar con la realidad que se nos presenta
buscando transformarla en un permanente ejercicio dialéctico, donde cada crisis
o cada revés en lugar se ser una mala noticia se conviertan en un aprendizaje
de cómo hacer o no hacer las cosas.- @humbertotweets
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