jueves, 1 de febrero de 2024

Venezuela, entre el miedo y la esperanza

            Hace un par de meses vi en YouTube una entrevista que le hizo Luis Ventoso de El Debate al filósofo español Gabriel Albiac. En la conversación hay una parte en la que Albiac reflexiona y dice: “...hay dos formas de generar servidumbre: Infundir  miedo o infundir esperanza. ¿Qué tienen de común el miedo y la esperanza? Que son la renuncia del presente en el futuro. ¿Cuál funciona mejor? Sin duda de ningún tipo la esperanza, porque el miedo duele y la esperanza no”.

Es inevitable ver un paralelismo entre la metáfora del miedo y la esperanza con la falsa dicotomía que hoy se les presenta a los venezolanos obligados a escoger entre el chavismo y una aparente oposición.

El chavismo ha usado eficientemente el aparato estatal para infundir miedo y generar servidumbre. Venezuela es hoy un país de privaciones de todo tipo, de comida, de servicios y de garantías. Es evidente que la inmensa mayoría tiene una opinión distinta a la del régimen chavista, pero no hay mecanismos institucionales para que esa opinión se exprese y se respete. El miedo es libre y democrático cuando la disidencia política se paga con la vida.

Frente a esto surge una aparente antítesis que dice: frente al miedo, la esperanza. Es la idea que atraviesa la retórica de la falsa oposición desde 1999. Esperanza como una idea metafísica sin conexión con la realidad que sin base histórica promete que los buenos siempre ganan, que unidos venceremos y finalmente que no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista.  Ya con 25 años el chavismo intentará pasar los 100, aunque a los demás nos parezca absurdo.

Como dice Albiac, entre el miedo y la esperanza esta última resulta mucho más peligrosa y tóxica porque no duele, cuál ultra afilado puñal esta penetra en forma sinuosa y vigorosa en el corazón hasta que la propia hemorragia es la que nos advierte del fatal daño.

El remedio frente a la toxicidad de la esperanza no es tampoco la renuncia ni la resignación. Quizás si es necesaria una buena dosis de escepticismo militante para, en principio, dudar de toda oferta política hasta que sea exhaustivamente triturada en sus partes más pequeñas para entender qué es lo que tiene de verdad.

Pero siendo aún más ambiciosos, podríamos decir que la cura contra la servidumbre que infunden tanto el miedo como la esperanza quizás sea destruir esa falsa idea dicotómica que es muy fecunda en el cine y la literatura, pero muy perniciosa en la política y es la que divide a los actores en forma simplista entre buenos y malos.

Un enfoque más racional y pragmático sería poner los pies en la tierra, liberarse de miedos y esperanzas para  trabajar con la realidad que se nos presenta buscando transformarla en un permanente ejercicio dialéctico, donde cada crisis o cada revés en lugar se ser una mala noticia se conviertan en un aprendizaje de cómo hacer o no hacer las cosas.- @humbertotweets

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