Desde 1999 la oposición venezolana se ha embarcado en numerosas rondas de negociaciones con el gobierno chavista que a la fecha de hoy hemos periodo la cuenta. Con diferentes matices y énfasis estas negociaciones generalmente han girado en torno a lograr garantías y condiciones transparentes para unas elecciones por parte de la oposición y el reconocimiento absoluto de su régimen político por parte del chavismo.
Al principio esa oposición tenía más
apoyo popular (¡aún no habían emigrado 10 millones de venezolanos!) y presencia
institucional suficiente para incentivar al chavismo a hacer algunas
concesiones a cambio de reducir la conflictividad social. En otras palabras, si
el chavismo quería gobernar con cierta paz social tendría que dar algo a
cambio.
Para el chavismo se trataba de hacer
alguna concesión pero sin comprometer en lo más mínimo la estabilidad de su
régimen. De esos procesos se derivaron eventos tales como la incorporación de
rectores electorales propuestos por la oposición y hasta el reconocimiento de
la victoria de algunos candidatos opositores en los estados. Pero Siempre que
esas concesiones planteaban un riesgo serio al chavismo de inmediato fueron
neutralizadas por mecanismos legales tales como la anulación en la práctica de
la operatividad de la Asamblea Nacional del 2015.
Con el tiempo la oposición perdió
totalmente presencia institucional y su apoyo en la calle ha mermado por
diferentes razones, una de ellas es que hoy hay menos gente en Venezuela.
Mientras tanto el chavismo ha aumentado y consolidado su control sobre el
aparato estatal. En teoría el descontento es tal en Venezuela que la oposición
con cualquier candidato tendría los votos suficientes para derrotar a Nicolás
Maduro.
Pero eso es tan solo en la teoría,
porque en la práctica la ausencia de mecanismos institucionales no garantiza
que la opinión mayoritaria de los electores será tomada en cuenta.
En estas condiciones precarias y
desbalanceadas la oposición y el chavismo siguen negociando pero el objeto real
de la negociación es incierto. En realidad mientras el chavismo tiene en sus
manos todos los mecanismos para hacer las elecciones en sus propios términos
prescindiendo de la oposición está por su parte no puede poner en la mesa nada
que tenga valor para el chavismo.
La oposición y su candidata María
Corina Machado pueden invocar el descontento mayoritario que hay en Venezuela
contra el chavismo como un factor de fortaleza para sentarse a negociar. Pero
mientras no exista un mecanismo institucional para valorar esa correlación de
fuerzas toda negociación y sus desarrollos dependerán enteramente del chavismo.
Alguien podría atajarnos y
preguntarnos en tono acusador ¿y la comunidad internacional? Bueno, esa
“comunidad” como tal es inexistente. Lo que hay son Estados que en base a sus
intereses definen el tipo de relaciones que quieren tener con el chavismo.
Algunas presiones tímidas y aisladas desde el exterior jamás serán un incentivo
suficiente para que el chavismo le haga alguna concesión significativa a la
oposición.
Las negociaciones entre la oposición
y el chavismo, tal como están planteadas, en muy poco o nada cambiaran es statu quo de la política venezolana.- @humbertotweets
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