Se están cumpliendo 32 años del fallido golpe de estado de Hugo Chávez en febrero de 1992 y 25 años de la instauración del Estado chavista en enero de 1999. Es preciso analizar el contexto en el cual ocurre el asalto al poder por parte del chavismo no solo porque haya sido exitoso sino porque hay quienes hoy insisten en trazar líneas históricas paralelas invitando a emular las tácticas que empleó Hugo Chávez pero para enfrentar al Estado chavista. ¿Es esto siquiera posible?
La
llegada al poder de Hugo Chávez fue el resultado de un largo y complejo proceso
conspirativo que comenzó mucho antes de que el propio Chávez hubiese alcanzado
su pubertad, por allá en los años 60. Fue en principio el resultado de un
trabajo paciente metódico y perseverante de ex guerrilleros izquierdistas
derrotados militarmente tales como Douglas Bravo, Francisco Prada, Diego
Salazar, y Kleber Ramírez entre otros en su mayoría militantes de la FAN-FALN y
PRV-Ruptura.
La
propuesta de Bravo consistió en profundizar el trabajo de captación de cuadros
revolucionarios dentro de las Fuerzas Armadas Venezolanas actividad que ya
había emprendido el Partido Comunista de Venezuela muchos años atrás.
Aprovechando la conformación policlasista del componente militar se
establecieron relaciones y afinidades con oficiales de distintos rangos
llegando incluso a captar Generales para su causa.
El
historiador Alberto Garrido aportó en su momento documentos y análisis en
detalle sobre el proceso conspirativo que llevó a Hugo Chávez al poder. Hoy no
nos vamos a detener en sus interesantes hallazgos, que se pueden leer en sus
libros, sino en una primera caracterización de ese proceso y es que se trata de
una conspiración orquestada a plena luz del dia y al calor de las libertades
democráticas ofrecidas por el Estado que se intentaba derrocar.
En
los trabajos de investigación de Garrido se puede apreciar la libertad de
movimiento y en muchos casos de opinión que disfrutaron los golpistas para
avanzar sus planes. Varios oficiales militares de esa época inscritos en cursos
de postgrado defendieron públicamente sus ideas subversivas al amparo de una
libertad de cátedra y de una élite militar que jamás consideró esas opiniones
como lesivas a la integridad del Estado de partidos llamado democracia.
Una
vez embarcados en las actividades golpistas que llevan al 4 de febrero de 1992,
y luego de su derrota, los insurgentes no fueron juzgados, sentenciados ni
degradados como correspondía sino por el contrario convertidos en héroes
populares gracias a unos medios de comunicación que los sublimaron y también
conspiraban contra ese Estado.
Es
la incapacidad de ese régimen político lo que lleva a Chávez a cambiar su
táctica militar insurgente por una político-electoral que, con la colaboración
de factores económicos y políticos decisivos del viejo régimen, lo llevan a
coronar su victoria en las elecciones de 1998. Luego vendría el asalto a la
Constitución de 1961 para imponer su modelo cubano de Estado chavista con el
auxilio de aquella infame Corte Suprema de Justicia.
Esta
breve referencia es pertinente hoy cuando en medio de la peor arremetida contra
la población civil venezolana el régimen chavista se prepara para perpetrar un
nuevo fraude electoral y la falsa oposición colaboracionista sigue apostando a
las negociaciones y a las elecciones dentro de la legalidad del Estado chavista
como la única vía para enfrentarlo.
De
alguna forma la falsa oposición y su candidata están convencidos que es posible
reeditar la táctica político-electoral de Chávez en 1998 y solo bastaría
movilizar masivamente a la gente a votar para derrotar al chavismo.
Ingenuamente esperan que una vez contados los votos y verificada esa nueva
mayoría en apoyo a la candidatura de la oposición el Estado chavista, sus
operadores y en especial sus Fuerzas Armadas se rindan y entreguen el poder.
Los
falsos opositores y su candidata no saben u olvidan que al Estado chavista no
se le puede comparar con el régimen que había antes de Hugo Chávez en 1999.
Aquel fue un régimen complaciente y generoso con los golpistas, este es uno
donde la disidencia interna y externa se paga con la vida. Aquel fue un régimen
muy preocupado por los derechos humanos de los golpistas y hasta encontró
maneras legales para perdonarlos y reconocerles sus derechos políticos. Este,
el régimen chavista, es uno que tiene su propia legalidad y esta puede cambiar
sin aviso y sin protesto de un día para otro.
La
combinación de la táctica insurgente con la político-electoral le funcionó a
Hugo Chávez en los años 90 porque en Venezuela había un Estado de derecho tan
prudente y equilibrado que no tuvo jamás la fuerza para defenderse a sí mismo.
Lo que tenemos hoy en Venezuela no es eso, sino otra cosa monstruosa y
siniestra que opera como una agencia de crimen y muerte aunque se haga llamar
Estado. Es una irresponsabilidad, por decir lo menos, llevar a la gente a una
lucha suicida que está condenada desde el principio al fracaso porque sus
resultados dependen de las concesiones que haga el adversario que se quiere
derrotar.
Lo
que sí habría que tomar en cuenta de la experiencia de Douglas Bravo y su grupo
es el trabajo de caracterizar correctamente al adversario y aprovechar sus
puntos vulnerables para emprender un plan de lucha con paciencia, disciplina y
perseverancia que involucre siempre a la institución militar realmente
existente. Lamentablemente aquí no hay atajos, lo que no hemos hecho desde 1999
tendremos que hacerlo hoy o mañana dejando a un lado a la falsa oposición con
su tóxica, distractora, y seductora música electoral.- @humbertotweets
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