Venezuela parece estar a merced de dos fuerzas, ambas destructivas, que avanzan sus intereses que no son los de la nación venezolana. Por una parte está el chavismo que ya va a cumplir un cuarto de siglo en el poder desmantelando economía, sociedad e instituciones hasta alcanzar niveles descomunales. Por la otra hay una supuesta oposición que tiene el mismo tiempo fracasando como alternativa frente al chavismo y convirtiéndose más bien en su mejor soporte colaboracionista.
En un sistema
político normal, con pesos y contrapesos institucionales, un pésimo gobierno
como el de Nicolás Maduro podría ser sustituido por otro mejor o menos malo en
un ejercicio necesario de alternabilidad. Pero Venezuela no tiene un sistema
político normal. La ausencia de equilibrios se expresa en un Estado, no un
gobierno, cuya cúpula controla sin resistencia todos los poderes públicos.
En este
ejercicio totalitario las elecciones se reducen a un mero formalismo que
contiene una ilusión de cambio, pero no es más que una ilusión. Y al estar
negada la posibilidad de cambio político lo único que queda es aceptar o irse.
Quienes
aceptan lo hacen por una variedad de razones, no necesariamente que estén de
acuerdo con ese régimen. Unos lo harán por supervivencia, otros por cansancio y
otros tantos por conveniencia.
Pero quienes
se van no lo hacen tan solo como expresión de su inconformidad con la política.
Hay quienes podrían vivir y aceptar el totalitarismo chavista siempre que al menos
existan unas garantías mínimas para vivir decentemente. A lo menos que se
podría aspirar es a tener agua, electricidad, comida, trabajo y respeto a la
vida. Hay muchas otras cosas igualmente esenciales para una vida digna que
quedan por fuera, por lo menos con esto la vida sería más o menos
tolerable.
Más de 8
millones de venezolanos llegaron a la conclusión de que no solo el cambio
político en Venezuela es imposible en las actuales condiciones sino que además
no existen las condiciones mínimas para vivir. El resultado es uno de los
éxodos más impresionantes que se haya conocido en el mundo, situación que aún
no se detiene y es motivo de estudio y análisis para especialistas y
académicos. Algunos desde la comodidad de aula en algún Campus universitario de
Europa o Norteamérica se preguntan ¿Por qué los venezolanos no luchan en lugar
de irse del país? Desde nuestra perspectiva emic
la respuesta no es fácil, no se puede improvisar, pero irreversiblemente en
cualquier momento tendremos que enfrentarnos a ella.
Por los
momentos solo podemos constatar que la ausencia de 8 millones de venezolanos se
siente en las calles, en los pueblos y hasta en los Centros Comerciales vacíos.
Hoy en la
mayoría de los pueblos de Venezuela vemos 3 tipos de aglomeraciones. Los que
hacen cola para comprar algo o tomar el autobús, quienes se reúnen para
vitorear a algún candidato de la llamada oposición o dirigente del chavismo, y
quienes salen a despedirse de sus familiares que emprenden el dramático e
incierto camino de la emigración.
No paramos de preguntarnos ¿Cómo se puede
recuperar un país que ya ha perdido el 25% de su población y donde el éxodo
lejos de parar aumenta? ¿Cómo se puede preservar la integridad territorial
vulnerada en toda la frontera e impedir el casi seguro desmembramiento de un
pedazo de territorio por el oriente? ¿Es exagerado pensar que sin recursos, sin
territorio y sin gente la nación venezolana tal como la conocimos es
simplemente inviable?
¿Es acaso
posible recuperar y reconstruir a partir de lo que queda? @humbertotweets
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