En algún momento de 1943, Henrique Otero Vizcarrondo, Miguel Otero Silva y Antonio Arráiz tuvieron que sentarse a bosquejar las características y las implicaciones de la empresa periodística que habían decidido emprender.
Seguramente, los fundadores del naciente periódico se vieron forzados a
tomar decisiones sobre la marcha relacionadas con la compra de las rotativas,
la administración, el diseño y la política editorial. Ello, en medio de una
Venezuela azarosa y convulsionada.
Todas estas decisiones se podrían tomar, y hasta enmendar de ser
necesario, en el desarrollo mismo de la empresa periodística, según la
coyuntura institucional o nacional que estuviese transitando. Pero hay una
decisión inherente a la esencia del proyecto periodístico que jamás podría
estar sujeta a los cambios coyunturales y que debía ser resuelta ágilmente
desde el primer día: ¿Cuál debería ser el nombre de ese nuevo periódico?
Establecer el nombre de un periódico es tan relevante como lo es ponerle
el nombre a un hijo o a una nación. Es algo que siempre se hace aspirando a la trascendencia,
aunque luego haya que admitir la temporalidad y finitud de hombres e
instituciones. Por eso los nombres de periódicos, hombres y naciones no están
pensados para ser cambiados jamás. Cuando esto se hace necesario, sólo ocurre
excepcionalmente mediante procesos que reflejan una transformación definitiva o
una destrucción de ese sujeto.
Lo que nos proponemos en este breve ensayo es hacer una mirada ochenta
años atrás para explorar el contexto que llevó a los fundadores de este
naciente periódico a bautizarlo con el nombre de El Nacional y
no otro. Debe quedar claro que el propósito de este escrito es modesto y solo
intenta reflexionar sobre la idea filosófica de El Nacional
—seguramente, atravesada al mismo tiempo por otras ideas filosóficas— que fue
escogida por sus fundadores entre muchas otras opciones.
Dadas las limitaciones bibliográficas y hemerográficas no vamos a
profundizar en los detalles que rodearon a esa decisión, sino que intentaremos
explicar el contexto en el cual se tomó.
¿Por qué El Nacional y no otro?
Tal como explicamos en la introducción, escoger el nombre de un
periódico es una de las decisiones más difíciles y más importantes del proyecto
periodístico. El nombre es el elemento distintivo encargado de comunicar en una
sola palabra o frase qué es esa entidad que circula periódicamente con unas
características únicas y distintas a otras similares.
¿Cuál pudo ser el razonamiento de los fundadores para escoger El
Nacional como el nombre idóneo para su periódico? ¿Por qué no seleccionaron,
por ejemplo, El Caraqueño, El Republicano o El Internacional?
Sobre todo, tomando en cuenta que el número uno del nuevo periódico publicado
el martes 3 de agosto de 1943 contenía en su primera página 13 noticias, dos
avisos publicitarios, además del cabezal que identificaba a la publicación. De
las 13 noticias, 9 eran de eventos internacionales y tan solo 4 de carácter
nacional. Alguna racionalidad debía existir tras la decisión de llamar El Nacional a un periódico cuya primera
página mostraba no más de 4 informaciones nacionales.
Desde el punto de vista semántico, la expresión El Nacional está
construida por el artículo determinado El y el sintagma
nominal Nacional, lo cual significa relativo a la nación.
Podemos tomar como punto de partida para esta exploración la hipótesis de El
Nacional como un periódico que se ocupa de los asuntos de la nación en
la cual opera, o sea Venezuela. Pero, entonces ¿Por qué no Asuntos Nacionales o
Temas Venezolanos, siguiendo la lógica de otras publicaciones de la época?
La
Venezuela de 1943
Sin negar sus aspiraciones de modernizar el periodismo y trascender en
el tiempo, El Nacional debía responder de forma inmediata al
contexto histórico y material de la Venezuela de 1943. Venezuela es una nación
política originada en 1830, aún en proceso de formación.
En 113 años había pasado por las etapas de los caudillos victoriosos de
la guerra de independencia, la guerra federal, el guzmancismo, y la hegemonía
de los andinos en el poder con Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.
A Gómez se le atribuye la unificación del país como una sola hacienda
bajo su única tutela. Pero la realidad es que Venezuela permanecía social y
políticamente fragmentada. En muchos casos, geográficamente incomunicada y
carente de instituciones para ser una nación política organizada.
La muerte de Juan Vicente Gómez llevó al General Eleazar López Contreras
al poder; y posteriormente al General Isaías Medina Angarita, electo por el
Congreso Nacional. Sin duda, los dos gobiernos que siguieron al de Gómez
trajeron cambios importantes en lo político, social, económico y militar. Pero
Venezuela aún parecía rezagada y rural frente a sus pares en las Américas y el
mundo.
La Venezuela de 1943 es un país donde se enfrentan dialécticamente
intereses políticos y económicos para imponer su visión particular sobre esa
aún naciente totalidad conocida como nación venezolana. Sin mecanismos
institucionales estables y ciertos para regular la actividad pública, la fuerza
de la montonera, el dinero o el rumor seguían decidiendo los conflictos entre
grupos enfrentados por el poder político.
Los periódicos de la época reflejan esa lucha de intereses, intentando
imponer su visión como si fuese la del país. Muy pocas publicaciones en ese
momento pueden considerarse como neutras u objetivas desde el punto de vista
político. En una Venezuela pugnaz, se estaba con el gobierno, contra el
gobierno, pero no en el medio. Y desde esa visión partidista se aspiraba a
imponer o construir una visión nacional.
El desarrollo y curso de la República es aún muy incipiente en
1943, y está sujeto a las confrontaciones entre grupos que tratan de imponer su
agenda como la agenda nacional de todos. La gran mayoría de los periódicos de
la época, si no su totalidad, son expresión de esas luchas. En ese ambiente radical
y conflictivo es concebida de idea de El
Nacional como un periódico objetivo e independiente que, aun participando
en los debates del momento, pudiese al mismo tiempo honrar el propósito
unificador y totalizador de la nación venezolana, tal como su nombre enunciaba.
Lo que hay detrás
del nombre de un periódico
Ya antes de 1943 otros precursores del periodismo en Venezuela tuvieron
que enfrentar idénticas decisiones a las de los fundadores de El
Nacional.
Según el objetivo del periódico y del tipo de audiencia a la que se
dirija, hay unos nombres que pueden resultar más convenientes que otros. Pero, además, el nombre
muestra cómo el periódico ve a la sociedad en la que actúa y cómo quiere esta
que le vea.
Podemos mencionar algunos de los periódicos de esa época como ejemplos
de la perspectiva que adoptan sus fundadores a la hora de escoger el nombre:
· Nombres alusivos a entidades totalizadoras: El
Universal (universo), La Esfera, El Nacional (nación).
·
Nombres
alusivos a la temporalidad: Ahora, El Tiempo, Hoy.
· Nombres alusivos al oficio periodístico: El
Heraldo (mensajero), Tribuna, Crítica, La Opinión, Últimas Noticias, Verdades.
·
Nombres
alusivos a la fe: La Religión.
·
Nombres
alusivos a la astrología: Sagitario.
· Nombres alusivos a la condición social: El
Popular.
Como se puede apreciar, los fundadores de El Nacional tenían
muchas otras opciones antes de decantarse por una que, a diferencia de las ya
existentes, aludía a la nación; y no a cualquier nación, en sentido genérico,
sino específicamente a la nación venezolana, en la cual aspiraba desenvolverse.
Las ideas que se entrecruzan en la idea de El
Nacional
Adoptando una perspectiva materialista de la historia, negamos de plano
la tesis o siquiera la insinuación de que el nombre El Nacional haya
sido el resultado de una operación cerebral abstracta en un momento de súbita
inspiración de sus fundadores.
Por el contrario, hay evidencia material y operatoria de que el
nombre El Nacional es una tesis producto del contexto histórico
de la Venezuela de 1943, que trata de definirse como una nación realmente
existente, con su historia, sus valores y sus instituciones. Así también, el
periódico es resultado de la experiencia política y profesional de sus
fundadores; en especial de Miguel Otero Silva, quien a pesar de haberse
separado ya del Partido Comunista de Venezuela, nunca renunció a sus
convicciones marxistas.
Otero Silva tuvo la opción de hacer un periódico a la medida de sus
creencias partidistas, así como hicieron otros en esa época. Habría sido un
magnífico órgano divulgativo de las ideas comunistas o marxistas. Sin embargo,
aunque lo hubiese nombrado El Nacional, en esencia no
habría sido más que El Parcial, El Internacional, o algo parecido. Pero eso no
era lo que necesitaba Venezuela en 1943.
Hay que reconocer que la formación marxista de Miguel Otero Silva influyó
en su visión dialéctica de esa Venezuela, que luchaba por reafirmarse como
nación en un contexto mundial marcado por la segunda guerra mundial, además del
auge del nacionalsocialismo y el fascismo en Europa. Pero no es por marxista
que Otero Silva propuso la idea inclusiva y totalizadora de El Nacional,
sino más bien por un venezolanismo militante, que antepone la nación venezolana
a las parcialidades ideológicas, de lo cual dan buena cuenta sus escritos y
novelas.
Uno de los componentes de la ideología marxista es el internacionalismo,
en el sentido de expandir las luchas de los trabajadores por todo el mundo. Se
podría decir que un Otero Silva con formación marxista comprendía la
importancia de la política internacional, la geopolítica y la dialéctica de
Estados en la construcción de una nación en la cual participaba el nuevo
periódico. Esta comprensión podría explicar por qué El Nacional dedicaba 9 de 13 noticias en su primera página a los
temas internacionales más importantes del momento. Pero también se podría decir
que la idea de El Nacional es un
primer intento de explicar a Venezuela, no a partir de su propio ombligo, sino
partiendo de una inevitable dialéctica internacional en la cual siempre hemos
estado insertos, querámoslo o no.
La idea filosófica de El Nacional está atravesada por
otras ideas que se entrecruzan: país, sociedad, Venezuela, Estado, cultura,
totalidad, etc. Podemos mencionar otras, pero, sin duda, el concepto
fundamental que atraviesa la idea de El Nacional es la de una nación
venezolana desde la perspectiva de una sociedad política en pleno desarrollo
que urgentemente busca consolidar y acerar todas sus partes. Son los asuntos
nacionales que deben ser repasados y debatidos para organizar y jerarquizar
todos los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales que nos definen
como nación ante nosotros mismos y ante otras en el mundo.
La forma y la materia de El Nacional
La idea de El Nacional no
habría sido más que una forma hueca sin la materia apropiada aportada por el
ejercicio periodístico diario, comprometido profesionalmente con una causa
(nacional) y unos valores (moral pública).
El nombre de El Nacional viene a operar como una suerte
de forma o molde que imprime los límites y las dimensiones precisas a esa
empresa, cuya materia es la práctica periodística ejercitada de acuerdo con
unos cánones de conducta que buscan ultimadamente preservar un interés
nacional.
El propio Miguel Otero Silva defendió desde el principio la objetividad
y la neutralidad de El Nacional en los conflictos políticos
internos. Esta orientación provocó ataques desde cualquier extremo que
intentaron someter al periódico a sus intereses particulares.
En el conocido artículo “La dirección de El Nacional no es un lecho de
rosas”, Otero Silva expone con orgullo que el cargo de director de El
Nacional es uno de los más buscados y codiciados en el sistema venezolano.
Por supuesto, se refiere al prestigio y respetabilidad que inspira una posición
que más se parece a un árbitro de juego con ideas propias, pero que está
obligado a ser justo por la entidad y la calidad de su tarea.
Por cierto, la dirección de El Nacional siempre ha sido
una responsabilidad individual, nunca compartida ni colegiada. Esto, a pesar de
las ideas democráticas de Miguel Otero Silva. Y seguramente esto también es por
diseño, no parece obra del azar, pues desde la fundación de El Nacional el
director es el encargado de jerarquizar las informaciones, organizar las
páginas y establecer la política editorial del periódico. Estas son
responsabilidades delicadas que no se pueden diluir en un comité democrático. Por
el contrario, tienen que ser ejercidas por un director con criterio, autoridad
y responsabilidad.
El trabajo de reorganizar y jerarquizar los contenidos de un periódico
se asemeja, aunque no es igual, al trabajo de organizar y jerarquizar una
nación. Con esto no queremos decir o insinuar que El Nacional es
el único que ha cumplido con esa función en la sociedad venezolana. La
organización y jerarquización de una sociedad política como la venezolana es
tarea de muchos individuos e instituciones, y El Nacional es tan
solo una de ellas.
No obstante, le corresponde el indisputable honor de haber ejercido esa
visión nacional e inclusiva desde su fundación, a diferencia de otros que,
teniendo la opción de hacerlo, no lo hicieron.
En el mencionado artículo, Miguel Otero Silva también se refiere a otro
aspecto sensible en la gestión del periódico: El Nacional, como
empresa comercial, es propiedad de una familia. Pero, a diferencia de otras
empresas familiares, en esta no es el jefe de la familia quien decide lo que se
hace. La garantía de que esa dinámica se mantenga depende de un director que es
designado para actuar con autonomía.
Un periódico como El Nacional es una empresa atípica
que no podría ser gestionada con los parámetros tradicionales de costos y beneficios.
El Nacional podría
ser caracterizado como institución según los elementos que nos proporciona el
filósofo español Gustavo Bueno para definir las instituciones:
·
Composición
hilemórfica. La institución (el
periódico) es una totalidad corpórea que tiene una forma (nombre, política
editorial) y una materia (ejercicio diario del periodismo sobre una realidad
específica).
·
Unidad
morfológica. Una institución que, a su
vez, está conformada por otras partes o instituciones tales como la ética
profesional, la diagramación, la corrección de pruebas, el diseño de linotipos,
etc.
·
Coexistencia: Por cuanto coexiste con otras
instituciones.
·
Racionalidad: La conducta de la institución no es errática
ni caprichosa, responde a una lógica.
·
Normatividad: Hay un conjunto de normas que regulan la
institución.
·
Recurrencia: La capacidad para mantenerse y sostenerse en
el tiempo mediante la repetición de acciones.
·
Axiología: Conjunto de valores que tiene la institución
(ética periodística, responsabilidad, defensa del territorio, unidad nacional,
etc).
En sus 80 años de historia, la idea de El Nacional ha
sustantivado en sus páginas lo característico de la nación venezolana; sus
miserias y sus grandezas, en lo político, social, económico y cultural. Con
elocuencia, claridad y objetividad, sus reportajes y noticias han mostrado el
acontecer nacional. Sus páginas de opinión han sido verdaderos campos de
batalla ideológica.
Pero en el 2023, al igual que en 1943, Venezuela necesita de
fuerzas e instituciones unificadoras que luchen por preservar su unidad
política y territorial. Sobre todo, hoy, cuando padecemos un régimen político
que busca por todos los medios destruir a la nación venezolana, su territorio,
sus símbolos, su historia.
La tiranía gobernante celebra cada periódico que clausura y cada
hemeroteca que quema, porque en nombre de la barbarie le ha declarado la guerra
a la racionalidad y a la venezolanidad.
El Nacional, como
idea y como institución, aún puede hacer mucho desde sus páginas —aunque estas
por los momentos sean solo digitales— para abrir los cauces y lograr que fluyan
las ideas, y salvar así la integridad de la nación venezolana, más allá de
partidos e ideologías.
Quizá esto no es nada distinto a lo que ha hecho El Nacional en
estos 80 años. Sólo que hoy parece más necesario y definitivo que en 1943. @humbertotweets
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