No hay duda que el chavismo es la estafa política más grande que se haya perpetrado contra los venezolanos. Los engaños de Acción Democrática y Copei en la época del Estado de partidos quedan como juego de niños comparados con el chavismo de hoy.
Y en el caso
del chavismo es peor porque llegaron al poder bajo la promesa de ser algo
distinto a lo que había. En los gobiernos de Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera pensamos, o nos hicieron
creer, que los venezolanos pasaban hambre como resultado de las políticas
económicas neoliberales de privatización y contracción de la economía. Hasta
que llegó el chavismo al poder para destruir la economía y hacer exactamente lo
mismo.
Aún quedan en
Venezuela algunos socialistas y comunistas de manual que se retuercen y
convulsionan cuando los chavistas se enmascaran con el remoquete de Socialismo
del siglo XXI. Rojos y enardecidos gritan “pero eso no es socialismo…!”. Tienen
razón, aunque ya muy pocos les presten atención.
Así como la
campaña electoral de Hugo Chávez en 1998 logró el insólito e inusitado apoyo de
la izquierda y la derecha simultáneamente, el llamado Socialismo del siglo XXI
es una tizana formulada para mezclar los caprichos y antojos mesiánicos de Hugo
Chávez primero y de Nicolás Maduro después.
Desde entonces
cualquier política improvisada, aunque vaya en contra de los trabajadores,
recibe el sello de Socialismo del siglo XXI para hacerla potable como una
mercancía genuinamente revolucionaria aunque beneficie a las oligarquías
financieras de bolichicos y boliburgueses.
Hugo Chávez y Nicolás
Maduro en verdad creyeron que se podía gobernar en base a deseos. Ambos
pensaron que bastaba etiquetar algo como socialista para instantáneamente
cambiar su esencia.
El resultado
es un mezclote de retórica pseudo revolucionaria con políticas que están
enfrentadas con los intereses que ellos dicen defender. El chavismo ha hecho
más por destruir a la clase trabajadora venezolana que todos los gobiernos del
Estado de partidos hasta 1999.
Esta
contradicción real es resuelta por los chavistas metiendo a martillazos la
horma del Socialismo del siglo XXI.
Negar
el aumento de salarios y en su lugar ofrecer bonos indexados es una medida que
va en contra de los intereses de los trabajadores venezolanos, los mismos que
el chavismo dice defender. Los bonos como un ingreso extraordinario y
discrecional del patrono no serán parte del cálculo para las vacaciones y las
prestaciones sociales de los trabajadores. Con razón hasta los sindicatos
chavistas están protestando contra el gobierno de Maduro.
La
racionalidad de esta política antiobrera parece estar en el desesperado empeño
en sostener el mito de un milagro económico que solo existe en la cabeza de Nicolás
Maduro. Con una economía destrozada, una moneda megadevaluada y una inflación
fuera de control el chavismo ha apelado por una tesis genuinamente neoliberal:
Restringir el consumo, disminuir la masa de dinero circulante congelando los
salarios, en suma contraer la demanda para controlar la inflación.
Pero
hay otra razón. Si el gobierno chavista decide hacer elecciones presidenciales
en el 2024 necesitará poner mucho dinero en la calle para dar la sensación,
aunque sea temporal, de prosperidad económica. Si las medidas neoliberales que
el chavismo aplica hoy no son suficientes para controlar la inflación y calmar
a las descontentas bases chavistas siempre quedará abierta la posibilidad de
suspender esas elecciones, aunque para ello haya que echarle la culpa a las
sanciones internacionales.- @humbertotweets
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