Es una verdadera tragedia para Venezuela que lo que, de otra forma, podría ser el momento de mayor debilidad del régimen precisamente ocurra cuando no hay una verdadera oposición y, lo que es peor, ni siquiera un movimiento sindical y gremial mínimamente organizado.
La realidad
del colapso económico sigue arrinconando al régimen chavista que se ha
declarado incapaz para recuperar la economía que él mismo enterró. La revolución bolivariana destruyó el bolívar
como signo monetario y con él los salarios condenando a millones de venezolanos
a vivir en la más absoluta pobreza.
El mentado
milagro económico chavista disfrazado de Bodegones, restaurantes, y
espectáculos públicos queda al desnudo cuando el venezolano que aún puede tener
un empleo o una jubilación solo dispone de 5 dólares o menos para comprar la
comida del mes. Según analistas la canasta básica estaría alrededor de los 400
dólares.
El diferencial
de 5 dólares a 400 solo puede ser resuelto por la vía de la mendicidad, el
mercado negro y las transferencias de dólares de familiares que viven en el
exterior. Para quienes no pueden acceder a esas opciones solo queda escarbar
comida en la basura, escena que por lo frecuente ya no impresiona a nadie en
Venezuela.
Se salvan de
este destino quienes trabajan para los partidos políticos, pero ni las
furibundas, fanáticas y recalcitrantes bases chavistas están protegidas de la
masificada y democratizada por su propio régimen.
El deterioro
del salario se ha convertido en la epifanía de muchos chavistas que ahora están
experimentando un despertar de su delirio bolivariano para súbitamente caer en
cuenta que con el chavismo no es posible, ni lo será jamás, llegar a la tierra
prometida.
No es casual que
en la primera línea de las protestas y movilizaciones veamos a quienes aún son
o hasta hace muy poco se autodefinían como chavistas. Haciendo un rápido paneo
por las radios y la prensa regional vemos como ahora con más frecuencia
aparecen venezolanos que identificándose como chavistas le exigen al gobierno
de Nicolás Maduro en nombre de la revolución que indexe los salarios y
dolarizar la economía.
Los operadores
del régimen saben que sin industria petrolera operativa y sin otras industrias
operando es imposible recuperar la economía. Y si el régimen emprendiera una
rectificación tratando de enmendarse a sí mismo podría tomar hasta 30 años para
ver algunos resultados según analistas.
El régimen ha
logrado hasta ahora imponerse sobre el resto de los venezolanos apoyándose en
sus fuerzas militares y sus bandas de colectivos. El problema es que la
situación económica es tan grave que cada día es más difícil calmar el malestar
y la impaciencia de sus propias clientelas civiles y militares cuyos ingresos cada
día valen menos.
Si la
fidelidad militar se resquebraja y la militancia chavista se lanza contra su
propio régimen podríamos estar en la antesala de una versión inédita del 27 de
febrero de 1989. Inédita, porque a diferencia de aquel, este podría marcar el
derrumbe del régimen en cuestión de horas.
Este escenario
probable y plausible puede llevar a un diferimiento indefinido de las
elecciones, aunque para guardar las formas el régimen tendrá que encontrar
alguna justificación más épica como un intento de golpe de Estado o de
magnicidio.
Lo cierto es
que de aquí en adelante la terca realidad, que de alguna forma expresan las
propias bases chavistas, es el peor enemigo del régimen.- @humbertotweets
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