No podemos llamarnos a engaño. En las entrañas del régimen chavista no se libra ninguna batalla épica contra la corrupción administrativa y el narcolavado, precisamente porque el Estado chavista es una estructura que necesita del saqueo y del lavado de dólares para sobrevivir.
Entonces ¿A
qué viene toda esta trama de denuncias y encarcelamientos de otrora súper
poderosos operadores del régimen que hoy son acusados nada más y nada menos que
de corrupción? La respuesta está en las luchas intestinas que desde hace años
se libran en el régimen chavista que nada tienen que ver con lo ideológico o lo
moral. Son guerras entre mafias que se disputan el control del régimen y se trata
de episodios que algunas veces adquieren las características de ajustes de
cuentas entre pranes inconformes con el reparto del botín.
Lo primero que
hay que hacer es mantener la perspectiva del análisis sin perder de vista los
aspectos fundamentales en la naturaleza del régimen chavista que se mantiene en
el poder con prácticas gansteriles y criminales. Siguiendo esta línea es
esencial recordar que el papel de Tareck El Aissami al frente del Ministerio
del Petróleo fue precisamente orquestar múltiples operaciones irregulares para
burlar el bloqueo económico al petróleo venezolano y lograr los recursos que le
han permitido al régimen seguir operando.
Estas
operaciones aunque ejecutadas por empresas y órganos del gobierno de Nicolás
Maduro no podrían ser reflejadas en los libros de contabilidad como
transacciones ordinarias sino más bien registradas con papel y lápiz tal como
los malandros llevan las ventas de sus caletas.
Pero la gestión
irregular e informal de más de tres mil millones de dólares no solo plantean
niveles de complejidad que desbordan el lápiz, el papel y hasta el espacio
destinado a su depósito. Son operaciones que por la prisa, la urgencia y la
ausencia de controles incentivan a todos los intervinientes a quedarse con una
tajada por los servicios prestados convencidos que no podrían recibir menos de
cien años de perdón por hacer exactamente lo que todos hacen en el régimen
chavista.
Y es que lo
que Tareck El Aissami y su clan venían haciendo desde hace años es exactamente
lo mismo que han hecho Nicolás Maduro, Cilia Flores, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez,
Vladimir Padrino López, Diosdado Cabello y muchos otros altos jerarcas del
régimen. Todos han usufructuado el poder en beneficio personal, de sus familias
y relacionados.
El descabezamiento
de El Aissami y su grupo es una jugada preventiva de Nicolás Maduro y el clan
de los hermanos Rodríguez, ayudados esta vez por Diosdado Cabello, para
neutralizar a un poderoso operador con pretensiones de convertirse en el nuevo
jefe del Estado chavista.
Los hechos de
corrupción en PDVSA y en la Superintendencia de Criptomonedas que se le
atribuyen a El Aissami y su clan fueron perpetrados siguiendo instrucciones del
alto gobierno. En la pragmática chavista no hay problema en que El Aissami y
sus compinches se hayan quedado con más de tres mil millones de dólares (¿Quién
le lleva la cuenta a Nicolás y Cilia de lo que han saqueado?). El problema real
y lo que preocupa al régimen chavista es que pensaba hacer El Aissami con todo
ese dinero.
Es posible que
estemos frente a un nuevo intento frustrado de defenestrar política y
militarmente a Nicolás Maduro orquestado por operadores del régimen del grupo
de Tareck El Aissami. En los mentideros chavistas se dice que El Aissami habría
estado a unas semanas o días de asestar un golpe mortal contra Maduro, pero que
este fue oportunamente abortado por los siempre eficientes servicios de
inteligencia cubanos que siguen protegiendo a su ficha más preciada en
Venezuela. No debe extrañar que a estas detenciones se sumen las de otros
militares activos del grupo de Tareck El Aissami, encabezando la lista Nestor
Reverol.
Lo que el G2
tiene reservado para El Aissami es lo mismo que recibió el general Raúl Baduel
en tiempo de Chávez o Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz y Miguel Rodríguez
Torres entre otros, en tiempos de Maduro. Aunque todos ellos le sirvieron con
lealtad perruna al régimen en algún momento se descuadraron por tratar de hacer
jugada adelantada.
El tratamiento
que prescribe el manual del G2 es una especie de espesa salsa a la cubana que
contiene como primera medida el desprestigio y el linchamiento moral al acusar
al antiguo operador de delitos de corrupción y traición a la patria. Esta campaña
pavimenta el camino para el irreversible linchamiento físico como resultado
plenamente justificado y aplaudido por las ya condicionadas clientelas
gubernamentales.
Así fue como
Fidel y Raúl Castro se quitaron de encima el peligro que representaba para
ellos el general cubano Arnaldo Ochoa quien fue sentenciado y degradado
precisamente por servirle al régimen cubano en operaciones encubiertas de
narcotráfico. Algo muy parecido de lo que hoy el régimen chavista acusa a Tareck
El Aissami y su grupo.
Si El Aissami
tiene suerte y es habilidoso en negociar su rendición es posible que lo manden
para el purgatorio, una especie de cuarentena o jugar banca por tiempo
indefinido, donde terminan los operadores chavistas que se han ido descuadrando
y no han querido o podido salir de Venezuela. Allí están hoy Elías Jaua, Iris
Varela y Pedro Carreño entre otros. Diosdado Cabello sigue suelto pero cada día
más disminuido. Está preavisado porque sabe que después de Tareck El Aissami él
es el último que queda en esa lista.- @humbertotweets
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