El control
sobre PDVSA y la industria petrolera siempre le dio ventajas fiscales
extraordinarias al Estado de partidos que existía antes de la llegada de Hugo Chávez
al poder. En ese entonces se discutía sobre la pertinencia de mantener una
industria, considerada estratégica, bajo el control del Estado (de partidos) o
por el contrario privatizarla con un estructurado régimen impositivo que le
transfiriera recursos al Estado
A pesar de que
en la época del Estado de partidos la administración pública venezolana en
todos sus sectores y niveles fue ultrajada en forma vulgar y grosera por las
clientelas partidistas, parecía existir cierto consenso en torno a la idea de
que PDVSA era algo así como una isla en la orgia de corrupción. De hecho se
acusaba a su cuadro gerencial de convertirse en una suerte de oligarquía
tecnocrática que en aras de la eficiencia le daba la espalda al pueblo. En
realidad los presidentes en la etapa del Estado de partidos tuvieron la
prudencia y la sabiduría de resistir las tentaciones y presiones de sus propias
clientelas para prostituir a PDVSA.
Con todos los
errores que haya podido cometer esa PDVSA, que los hubo, su gestión parecía
eficiente y sólida más aún que la de los gobiernos a los que servía.
Esa PDVSA
murió el día que Hugo Chávez llegó al poder y fue formalmente sepultada el día
que Rafael Ramírez asume la presidencia de la empresa estatal. Ramírez tiene el
indiscutible mérito de haber materializado el sueño de Hugo Chávez: Convertir a
PDVSA en la caja chica, mejor dicho en la botija, del presidente para disponer
de miles de millones de dólares a discreción para saquear en su beneficio y
pagar las lealtades de sus propias clientelas. Todo esto al precio de
desmantelar la capacidad operativa y de inversión de la empresa.
Lo que no se
atrevieron a hacer con PDVSA los otrora infames gobiernos de Acción
Democrática, Copei y Rafael Caldera II lo hizo con desenfado y espontaneidad
Hugo Chávez. Así los grifos de PDVSA se abrieron como incontenibles chorros de
dólares para nunca jamás cerrarse y sólo dejarían de funcionar el día que, ante
el derrumbe de las plataformas petroleras, ya era prácticamente imposible
seguir expeliendo ríos de petrodólares.
La idea de una
PDVSA reducida a la botija personal del presidente es lo que permitió financiar
todo tipo de proyectos fracasados tales como las areperas socialistas y el
regalo de comida a cambio de votos, programa cuya denominación ha cambiado de
nombres en el tiempo pero no de propósito. De las arcas de PDVSA, y sin
necesidad de rendir cuentas salieron, miles de millones de dólares para
financiar al PSUV y enriquecer a los operadores políticos y militares del
régimen.
La visión de Chávez
en cuanto al manejo pirata e improvisado de PDVSA materializado por Rafael Ramírez
ya ha adquirido con el tiempo el rango de política de Estado. Esto quiere decir
que para el Estado chavista, independientemente de quien sea su presidente, no
hay otra forma de operar que no sea mediante el saqueo sistemático y permanente
de PDVSA o de lo que de ella queda.
Por eso a
Rafael Ramírez operador fiel de Chávez lo sucede Tareck El Aissami en ese
momento operador eficiente de Nicolás Maduro y cabeza de su propio clan dentro
del régimen. Ya Chávez había inaugurado la ultra corrupta práctica de reunir en
una misma persona varios cargos para evitar incómodos controles y facilitar los
mecanismos de defraudación fiscal.
De la misma
forma que Rafael Ramírez fue presidente de PDVSA, ministro y zar del petróleo,
a Tareck El Aissami le correspondió jugar el mismo papel dentro del Estado
chavista. Hoy cuando presenciamos la inmisericorde defenestración de El Aissami
este es a su vez sustituido en similares condiciones por su antigua mano
derecha Pedro Rafael Tellechea quien a su vez reúne la doble condición de
presidente de PDVSA y ministro del petróleo. A Tellechea le corresponde
continuar con la corrupción sistémica en un sector que a pesar de la crisis que
vive Venezuela le sigue rindiendo dividendos al régimen. Suficientes para
calmar temporalmente a sus sedientas clientelas y a sus impacientes operadores
militares, ahora más preocupados que antes por la merma y la demora en los
pagos, evidencias de que la botija se está quedando vacía.- @humbertotweets
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