Los aspectos fundamentales del proceso electoral se mantienen intactos como siempre han sido. El régimen chavista controla los mecanismos para producir resultados electorales a su conveniencia. Además de las graves irregularidades en el registro electoral y el abuso de los dineros públicos para financiar las candidaturas del régimen está el más grave problema de todos y este es el diseño de fraude electrónico que le ha permitido al chavismo dar la apariencia de victoria desde el principio.
El
voto electrónico deja en manos de la persona que maneja el programa la decisión
que debería corresponder a millones de venezolanos. Técnicos del gobierno y de
la falsa oposición en el pasado han intervenido en el debate, todos para abogar
en favor de la cientificidad de unas máquinas cuyo resultado se presenta como
inapelable. En el plano teórico el voto electrónico debería estar dotado de
mayor transparencia y utilidad, pero no bajo el régimen chavista que lo ha
reducido a su varita mágica para atornillarse al poder con barniz democrático.
Sin
controles y sin rigurosas auditorías es imposible confiar en el voto
electrónico. Sin un Consejo Electoral totalmente despartidizado y sin la
presencia del chavismo es imposible asistir a unas elecciones limpias y
transparentes. Todos los demás ajustes que el chavismo pueda ofrecer no pasan
de ser minúsculas concesiones que mantienen la esencia fundamental de un
sistema fraudulento creado para fabricar resultados y proclamar ganadores según
le convenga al chavismo. Ese sistema no ha cambiado, ni se prevé cambiará en el
futuro inmediato.
Mientras
el sistema electoral sea el mismo modelo fraudulento que el chavismo ha
impuesto no hay ninguna posibilidad de triunfo para un candidato de oposición.
No habrá manera de ganarle al chavismo unas elecciones donde ellos encerrados
en un cuarto negro cuentan los votos y presentan números que luego son
refrendados por el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia
y las Fuerzas Armadas, todos chavistas. Entonces ¿Ante quien se apela? ¿La OEA?
¿Biden? ¿La Corte Celestial?
La
falsa oposición sabe perfectamente que bajo este sistema electoral no hay la
menor posibilidad de ganarle al chavismo y mientras el sistema no cambie jamás
la habrá. Es irrelevante que el candidato de la falsa oposición sea único y
electo en primarias. Es inútil que vote el 90% de los venezolanos y la
abstención no pase del 10%. Da lo mismo que los 7 millones de venezolanos en el
exterior voten o no. Al final todo termina en el mismo punto de siempre. ¿Quién
cuenta los votos? ¿Quién anuncia los resultados?
Pero
aun a sabiendas de la imposibilidad material de ganarle al chavismo la falsa
oposición está obligada a fomentar la ilusión metafísica de un triunfo solo si
la gente les vuelve a hacer caso y en contra del más elemental sentido común
acuden a votar. El engaño tiene una justificación. La falsa oposición sigue
empeñada en decir que representa a los venezolanos y de esa autorepresentación
derivan todos los privilegios y prebendas que han logrado, sobre todo
embaucando a representantes de otros países.
Aun
arrebatando los resultados electorales para validar su fraude el chavismo
tendría que admitir que la falsa oposición obtuvo al menos un 49%, suficiente para proclamar ganador al
candidato chavista y darle reconocimiento a los falsos opositores para que
sigan haciendo lo de siempre. No podemos llamarnos a engaños. Lo que se decide
en las primarias de falsa oposición es a quien le corresponderá el dudoso honor
de reconocer públicamente la victoria previamente arreglada de Nicolás Maduro y
convalidar un sistema electoral viciado y fraudulento, aunque sea a
regañadientes.- @humbertotweets
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