Por los momentos Venezuela parece condenada a tomar partido entre el régimen chavista o su oposición oficialmente reconocida, en cualquiera de sus versiones. Aunque esto es lo que muestra la apariencia vertida a través de las redes y los medios, la realidad social y política es mucho más compleja para admitir este tipo de simplificación dicotómica. El resquebrajamiento de las instituciones ha fomentado la descomposición en los ámbitos social y económico a un nivel que desborda la mera alternabilidad entre el chavismo y su oposición. Esto es, se requiere de otras opciones, que parecen no visibles ahora, para emprender una recuperación agresiva y definitiva de la República que corrija por vía constitucional los errores que se han cometido hasta ahora y que nos han arrastrado al borde de la desaparición como nación.
La
ausencia de un discurso y una propuesta política que interprete la necesidad de
salvar la integridad política e histórica de Venezuela es lo que ha llevado a
muchos venezolanos a dudar en forma militante tanto del chavismo como de su
falsa oposición. Mientras Venezuela se
derrumba moral y físicamente estas dos formas políticas siguen enredadas en la
manía burocrática de gastar presupuestos por inercia y apostar a que la gente
vaya a votar para, básicamente, seguir haciendo lo mismo. Cuando se evalúa la
gestión de un alcalde o gobernador del chavismo o de la falsa oposición
realmente es muy difícil apreciar las diferencias, sencillamente porque no las
hay. Lo único en lo que quizás podrían diferir es que cada uno le otorga prebendas
a su respectiva clientela.
En
el plano presidencial tanto Nicolás Maduro como quienes pretenden disputarle el
poder por vía electoral parecen hablarle a sectores del país que viven
protegidos y aislados en sus burbujas financieras. Pero ese discurso que
intenta ofrecer una nueva normalidad donde las cosas no son tan malas como
parecen no conecta con los millones de venezolanos condenados a vivir en condiciones
infrahumanas y de mera subsistencia porque carecen de los más elementales
servicios y garantías que hoy están disponibles en la mayoría de las sociedades
occidentales. Cosas tan elementales como la comida, el agua y las medicinas no
están al alcance de la mayoría en la Venezuela de hoy.
Al
contrastar con la realidad el discurso político de los chavistas y los falsos
opositores no es difícil apreciar la desconexión con las expectativas más
básicas y elementales que tienen los venezolanos. Las expectativas de una vida
digna, decente y sostenible nunca vendrán empaquetadas en cajitas CLAP con el
logotipo del PSUV o de la MUD. La promesa y la propuesta tiene que ser históricamente
más ambiciosa para romper lo que ha sido la vieja práctica política clientelar
y emprender sin pérdida de tiempo un replanteo del modelo político que asegure
el sostenimiento de la República de Venezuela haciendo a un lado las alcabalas
de las viejas franquicias partidistas.
La
ausencia de una propuesta viable que interprete la necesidad de este cambio
político profundo es lo que ha movido a millones de venezolanos a refugiarse en
el escepticismo. Este escepticismo se expresa como la duda y la desconfianza
sistemática con las opciones ofrecidas al momento por ser similares o carecer
de valor. Algunos epígonos del chavismo y de la falsa oposición han etiquetado
esta posición como “apatía” o “desinterés” por la política. Pero muy lejos de
eso, el escepticismo militante se muestra muy interesado en conocer las
diferentes opciones políticas ofrecidas para criticarlas y desecharlas.
Igualmente es una expresión activa que se puede apreciar en formas más
concretas tales como la abstención y la emigración que de alguna manera también
constituyen un ejercicio de la política, aunque sea desde las trincheras del
escepticismo.- @humbertotweets
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