La narrativa mediática y la retórica política nos hacen pensar que en Venezuela hay dos grupos enfrentados por el poder, el chavismo y la oposición. Pero esta caracterización no es más que la apariencia que oculta la verdadera naturaleza y diversidad de los grupos y subgrupos que están en la escena. Basta examinar la morfología de los dos bloques más visibles para apreciar que hay más de una oposición y más de un chavismo.
En
forma arrogante y pretenciosa los partidos que vienen de la época de la
Coordinadora Democrática, pasando por la Mesa de Unidad Democrática y llegando
hasta la llamada Plataforma Unitaria se han autodenominado como “la oposición”
implicando que ellos son la única existente y negando otras opciones. Sin duda
la visión electoralista de “oponerse” al gobierno les ha llevado a centrar la
mayoría de sus batallas en el engañoso terreno electoral donde la lógica del
azar hace pensar que es posible algún día ganar.
Un
desprendimiento de esta política lo representan los partidos creados por el
régimen, vía Tribunal Supremo de Justicia, al intervenir otras franquicias
tales como Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular. Estos
partidos que también se atribuyen la cualidad de opositores parecen tener
acuerdos más frecuentes, fluidos y públicos con el régimen a diferencia de la
oposición tipo MUD que prefiere negociar en secreto y a la calladita.
Hay
una inmensa franja de partidos, grupos e individualidades que rechazan la vía
electoral por ilusoria y engañosa que también son oposición. Estos por supuesto
no tienen mayor visibilidad en los medios y son perseguidos sin piedad por el
régimen porque no son parte del coreografiado drama electoral.
Tampoco
existe un solo chavismo. Eso que conocimos en 1999 como chavismo y que se
transformó luego en el Estado chavista ha experimentado importantes
desprendimientos y variaciones siendo una de las más significativas el
surgimiento de un nuevo clan conocido como el madurismo. En el proceso quedaron
eliminados, física, moral y políticamente grupos e individualidades, del ámbito
civil y militar, execrados de la actual nomenclatura madurista. Partidos como
el PCV que confrontan internamente e individualidades como Rafael Ramírez que
se enfrentan desde la periferia serían buenos ejemplos de estos chavismos.
Uno
de los sobrevivientes de estas guerras intestinas dentro del chavismo es el
teniente Diosdado Cabello cuyos operadores civiles y militares han sido todos
prácticamente neutralizados para dejarlo solo en su rol de presentador de TV.
Hay quienes dentro del chavismo anticipan el colapso inevitable del régimen en
manos de Nicolás Maduro y la macolla de los hermanos Rodríguez. Diosdado
Cabello sería la figura llamada a tratar de salvar al régimen del derrumbe,
pero su capacidad de maniobra ha sido sensiblemente reducida ante la inclemente
campaña del madurismo presentándolo como una ficha de la CIA para un supuesto
golpe de estado contra Nicolás Maduro.
Al
margen de la confrontación soterrada entre Maduro y Cabello en los últimos años
se han conformado grupos en las Fuerzas Armadas chavistas que operan como
logias sobre la base de lealtades personales. Allí también se discute el futuro
del régimen y la imposibilidad de hacer una carrera militar efectiva por la
política de represar los ascensos militares promovida por el General Vladimir
Padrino López para proteger a Nicolás Maduro.
Hablar
de chavismo y oposición en Venezuela como si solo existieran estos dos grupos
en pugna es negar las variaciones y las contradicciones que permanentemente
están operando dentro de estos bloques visibles. A la hora de los análisis y
las valoraciones sería más útil agregar un adjetivo que ayude a definir con más
precisión la política que cada uno representa.
En nuestro
caso siempre hemos defendido un criterio para definir a las oposiciones
actuantes. Y este criterio parte de preguntar ¿Oposición a quién o a qué?
Partimos entonces de que la crisis que tenemos en Venezuela es una crisis de
Estado, no de gobierno, en virtud de la cual el Estado Nacional venezolano ha
sido sustituido por el Estado chavista. La oposición al Estado chavista y sus
instituciones representaría una verdadera oposición que busca cambiar al
régimen. La mera oposición al mal gobierno de Maduro apuesta por una defensa
del Estado chavista, al igual que el chavismo en todas sus versiones, y
entonces merecería ser calificada como una falsa oposición.
Venezuela hoy
se encuentra a merced de estos dos bloques visibles que en realidad no conducen
a ningún cambio porque ambos, con sus variaciones, en esencia representan la defensa del régimen
que precisamente hay que triturar.- @humbertotweets
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