Hace unos días me contactó un alto oficial de las Fuerzas Armadas Chavistas para celebrar con sarcasmo mi supuesta conversión de fanático pitiyanqui a furibundo defensor de Rusia y Vladimir Putin en el conflicto con Ucrania. Le respondí que detrás de esa aparente contradicción hay una comprensión de la geopolítica desde la perspectiva de la dialéctica de imperios. Esta elaboración teórica del filósofo español Gustavo Bueno nos permite quitarle la connotación negativa a la palabra “imperio” para dejarla con los elementos sustanciales que permitan denominar y explicar a unos Estados que se transforman en más poderosos que otros. A diferencia de la basura ideológica y propagandística que hoy se enseña en la Academia Militar en Venezuela, Imperio e Imperialismo no son ni buenos ni malos sino realidades que están continuamente operando y no se pueden ignorar.
Este oficial
militar muestra el pensamiento promedio de muchos oficiales que han salido de
la Academia Militar con la cabeza llena de consignas “antiimperialistas” y
graves deficiencias teórico-políticas para comprender situaciones complejas
como la confrontación Rusia-Ucrania y sus repercusiones. Este es el tipo de
razonamiento básicos que en los primeros días del conflicto animó a los
chavistas a exclamar exaltados “Si se prende un peo, con Rusia me resteo.” Lo
que sigue es la síntesis de los argumentos que compartí con este oficial.
El súbito giro
del régimen chavista de Nicolás Maduro dispuesto a venderle petróleo a los
Estados Unidos y a ofrendar la ceremonia con las banderitas de ambos países ha
resquebrajado el piso teórico en el que se mueven los militares chavistas. De
la veneración a la imperialista Rusia en agradecimiento por su apoyo militar
ahora la Venezuela chavista cambia de amo y se lanza a los pies de su más
insospechado protector: El gobierno demócrata de Joe Biden. Se entiende que el
chavismo apuesta por un levantamiento de las sanciones y el comienzo de una
nueva era en sus relaciones con los EEUU lo cual será clave para que sigan en
el poder. No importa que el precio sea arrodillarse y besarle la mano al
imperio norteamericano. Pero también queda claro que las consignas
antiimperialistas de los chavistas nunca han dejado de ser más que una postura
demagógica sin ningún sustrato político o filosófico.
Bajo la
retórica patriotera y demagógica del chavismo en realidad se enmascara uno de
los regímenes más vendepatria y antinacionalista que Venezuela haya conocido.
Traición a la patria ha sido una práctica recurrente del chavismo siempre
dispuesto a disolver el territorio de la nación venezolana con tal y continuar
en el poder. El abandono de la defensa de las fronteras para ceder esos territorios
a guerrilleros y paramilitares son la evidencia de esta nefasta práctica.
El desgano del
régimen chavista en la defensa del Esequibo nunca irá más allá de unas
consignas ridículas y unas diligencias administrativas ante la Corte
Internacional de Justicia. Sobre este tema pareciera que se ha impuesto una
sólida, sórdida y silenciosa conspiración entre chavistas y falsos opositores
para aceptar como irreversible el despojo formal del Esequibo. Despojo formal
porque desde el punto de vista material es un territorio que Venezuela no
controla. Las tierras están en manos de Guyana y las aguas de la ExxonMobile
con una licencia especial emitida por los EEUU que le ha permitido seguir
entendiéndose con el régimen chavista a pesar de las sanciones.
A los militares
chavistas, hoy confundidos ante el súbito cambio de seña de su gobierno hay que
explicarles la confrontación Rusia-Ucrania a través del Esequibo. Ucrania
históricamente siempre fue parte de Rusia y una decisión administrativa de la
Unión Soviética la elevó a categoría de república sin llegar a serlo en la
realidad. Caída la Unión Soviética esta república artificial creada por la vía
de los hechos adquiere entidad propia en una estrategia a largo plazo de los
Estados Unidos y la OTAN para mantener en jaque a la nueva Rusia. No se puede
abordar un examen del conflicto dejando a un lado que Ucrania siempre fue Rusia
y su territorio es parte del espacio vital de la actual Federación Rusa.
Tan esencial
es el territorio de Ucrania para Rusia como el Esequibo para Venezuela. Hay
suficiente evidencia histórica y geográfica para reivindicar el Esequibo como
parte integral del territorio venezolano. Lamentablemente las opciones para que
Venezuela lo recupere se han agotado en el tiempo y han quedado disueltas en un
escabroso camino de inconsistencias y equivocaciones. No es difícil pronosticar
que muy pronto Venezuela será víctima de este despojo según las regulaciones de
un derecho internacional, inexistente como tal derecho, que opera efectivamente
como justificación a decisiones geopolíticas de los imperios.
Ver a Ucrania
a través del Esequibo significa, salvando las distancias y las diferencias, que
en los próximos 100 años cuando Venezuela sea otra y cuente con unas Fuerzas
Armadas verdaderamente patriotas y nacionalistas podría ocurrir un intento de
recuperar ese territorio mediante una acción militar. Entonces se dirá de
Venezuela, sin ser una potencia mundial, lo que hoy se dice de Rusia por apelar
a la guerra y no a la negociación diplomática. Nadie querrá escuchar las
razones y los argumentos de Venezuela porque será más fácil condenarla en
nombre de la democracia, la libertad y el derecho internacional por agredir a
un país vecino.
Situaciones
como las de Ucrania y el Esequibo son producto de la inercia y la ausencia de
firmeza para tomar decisiones que caracteriza a la mayoría de políticos y
diplomáticos. Cuando estas crisis afectan la capa basal de un estado, o sea su
territorio y sus riquezas, el agotamiento de las opciones políticas lleva
irreversiblemente a su corrección por la vía de la guerra.- @humbertotweets
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