Mientras la confrontación militar Rusia-Ucrania se mantiene en pleno desarrollo aumenta el interés de estadistas, académicos y analistas sobre posibles desarrollos y desenlaces de este conflicto. Muchos análisis y reportes han circulado que tratan de calibrar el peso militar de cada parte con sus aliados para extraer conclusiones que permitan anticipar un fin del conflicto con una victoria y una derrota.
Lamentablemente
esta línea de pensamiento que podríamos denominar dualista o dicotómica le
otorga la categoría de “guerra” o lo que en nuestra opinión es tan solo una
batalla dentro de una guerra global para disputarse la hegemonía mundial entre
los Estados Unidos, Rusia y China. En otras palabras, más allá de las causas de
carácter histórico, político o territorial que podrían animar tanto a Rusia
como a Ucrania lo que en realidad está en el fondo del conflicto es la
pretensión de Rusia de ser una potencia clave en el tablero mundial y la de
Estados Unidos de desmantelar a Rusia para tener el control total de ese
tablero de ajedrez con un solo jugador.
Sin ningún
tipo de prejuicios y más allá de ideologías el filósofo español Gustavo Bueno
caracterizó este tipo de confrontación como una verdadera dialéctica de
imperios. Desde el materialismo político Bueno plantea que la confrontación
entre unos imperios con otros para definir una situación de hegemonía ha sido
una constante en la historia y seguirá siendo así mientras existan los estados
como sociedades políticas. Más aún, agrega Bueno que la historia de la
humanidad no es la historia de la lucha de clases ni la de un hombre en
abstracto sino la historia de los imperios.
Quitándole a
la idea de imperio en sentido político la connotación negativa marxista lo que
nos queda es un estado más fuerte que manteniendo sus fronteras establece
relaciones de coordinación de carácter político, cultural y económico con otros
estados más débiles. Es lógico que en esa lucha permanente por la hegemonía
entre imperios se genere una suerte de equilibrio entre ellos basado en pesos y contrapesos que cuando son
alterados al extremo de poner en peligro la existencia de uno de ellos es
necesario acudir a la diplomacia o la guerra para resolverlo.
Nada más
metafísico e iluso que aspirar a una paz perpetua como proponía Kant y hoy
invocan los neokantianos. Lo más a lo que podemos aspirar es que los estadistas
usen su prudencia y sabiduría para extender lo más que se pueda el periodo que
va de una guerra a otra, pero entendiendo que irreversiblemente la paz no es
más que un espacio que nos separa entre guerras. Esto no quiere decir
necesariamente que la sucesión de imperios tiene que ser violenta como ya lo
vimos con el colapso de la Unión Soviética pero esta modalidad parece ser más
la excepción que la regla.
Justamente con
el desplome de la URSS Francis Fukuyama, entonces asesor del Departamento de
Estado Norteamericano presentó su teoría del fin de la historia. Tras esa
expresión arrogante había un intento por explicar que con la caída del
comunismo la humanidad avanzaba hacia el triunfo definitivo de las democracias
liberales lideradas por los Estados Unidos como modelo político lo cual nos
llevaría a la definitiva paz perpetua kantiana, el fin de la historia pues.
Los hechos y
la historia derrotaron la tesis de Fukuyama. Las guerras siguen, la historia
continua. El modelo de democracia liberal occidental que se quiso imponer en
Irak y Libia fracasó estrepitosamente. El mismo modelo político que opera más
como un estado clientelar de partidos muestra insalvables contradicciones en
los Estados Unidos y en otros países del mundo. La aspiración de un mundo
unipolar luego de la debacle soviética es una idea quimérica hija de la ilusión
creada por “el fin de la historia''. La realidad se impone y muestra el
surgimiento de estados como China, India e Irán dispuestos a disputarle la
hegemonía política, económica y cultural a los Estados Unidos. Y por supuesto
la resurrección del imperio ruso de las cenizas del estado soviético.
En su visión
dualista y maniquea de buenos y malos, de vencedores y vencidos, Francis Fukuyama escribió recientemente un
artículo donde explica las razones políticas y militares por las cuales él cree
que Rusia sería derrotada en su confrontación con Ucrania. Luego de una serie
de consideraciones sobre posibles errores tácticos y estratégicos de Rusia
Fukuyama concluye que la derrota de Rusia llevará a un renacimiento de la
libertad y a una reafirmación de la idea de democracia global. Según Fukuyama
el espíritu de 1989 sigue vivo, larga vida al fin de la historia.
Insistiendo en
su mismo error de 1989 Fukuyama ahora es incapaz de ver más allá de la feroz
batalla que libran las tropas de Rusia y Ucrania. Fukuyama invita a celebrar
por anticipado el resultado de una guerra que bien podría terminar en hecatombe
nuclear. Y es que aún sin un desenlace nuclear y ante una hipotética derrota de
Rusia esta confrontación entre imperios (guerra) continuará mientras Rusia siga
en el mapamundi. Aun con una derrota militar en Ucrania Rusia es una realidad
que no se podría ignorar y las consecuencias geopolíticas de este conflicto
afectan definitivamente la visión de un mundo unipolar controlado desde
Washington.
En este
sentido la visión metafísica e ilusa de Fukuyama será derrotada nuevamente por
la realidad. Habrá más conflictos y guerras para definir la hegemonía de los
imperios. Es imposible aspirar a un mundo unipolar donde un solo jugador
controla todo el tablero. El modelo de democracia liberal expresada en estado
de partidos será sometida a prueba. Las etiquetas de izquierda y derecha no son
suficientes para abordar la política. Es evidente el surgimiento de tendencias
que buscan reafirmar el papel de los estados en un mundo multipolar enfrentadas
a los globalistas que buscan debilitar a los estados en un mundo unipolar. La
historia continúa y no ha terminado, muy a pesar de Fukuyama.- @humbertotweets
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