Continúa la guerra entre Rusia y Ucrania con un desenlace que es muy difícil predecir pero con claras consecuencias que si se pueden anticipar. Independientemente de quien gane la guerra el mundo tal como lo conocemos ya no será igual y los próximos años prometen ser difíciles. Haciendo a un lado la hipótesis de una confrontación nuclear entre Rusia y los Estados Unidos con sus aliados de la OTAN que significaría el principio del fin, ya la economía mundial ha sido afectada y lo será más aún en las décadas que vienen. Igualmente las reacciones diplomáticas y políticas entre la mayoría de los estados han sido alteradas para provocar nuevos realineamientos.
Esta
crisis parece que le cayó como regalo el cielo al estado chavista en Venezuela.
Súbitamente el estado chavista se encuentra en la posición privilegiada de
continuar recibiendo el apoyo militar de Rusia y China pero ahora santificado
por la administración Biden de los Estados Unidos urgida en comprar petróleo
venezolano en su guerra definitiva contra Rusia.
Sin
embargo, pareciera que de los EEUU hay más razones geopolíticas que la mera
necesidad de comprarle petróleo a Venezuela y así ayudar a financiar y
estabilizar al de otra forma inestable estado chavista. No podría ser solamente
petróleo la razón del acercamiento de los Estados Unidos al régimen chavista
por cuanto hasta la Colombia de Duque protestó alegando que USA podría comprar
su petróleo siendo este un país mucho más confiable que Venezuela.
Podemos
especular que esta carrera de última hora por sumar aliados en su guerra contra
Rusia los EEUU por fin se han acordado de que aún existe una zona llama
“América para los americanos” que a pesar de existir en su área de influencia ha
sido históricamente desplazada de la agenda política norteamericana para
privilegiar sus intereses (¿pretensiones?) en Europa y el medio oriente.
La gravedad de
la actual coyuntura quizás aconseja a los Estados Unidos a hacer las paces con
regímenes como los de Venezuela aunque esto signifique revertir su apoyo
diplomático y simbólico al llamado gobierno interino de Juan Guaidó para seguir
entendiéndose con el gobierno realmente existente que es el que preside Nicolás
Maduro. Ya se quejaba amargamente el periodista Leopoldo Castillo reclamando
que USA había dejado a Guaidó como un bolsas. Y tiene razón.
La
consecuencia inmediata de esta nueva política de los Estados Unidos sería un
levantamiento de las sanciones al régimen chavista que le permitiría nuevamente
acceso a dólares y recursos para seguir operando. Varios economistas
venezolanos anticipan que con este flujo de recursos se sentirán algunas
mejoras en la economía antes de finales de año. Hay incluso quienes se atreven
a pronosticar que la recuperación será tal que Nicolás Maduro quizás no
necesite hacer fraude para ganar las elecciones del 2024, riesgo que por
supuesto los chavistas jamás aceptarían.
Sin embargo,
lo fundamental de la crisis de estado que vive Venezuela se mantiene. El
chavismo promueve el caos social e institucional como una estrategia de control
garantizada por órganos que responden a sus intereses parciales y no a los de
la nación venezolana. Si hay más recursos será una bendición para Bolichicos y
Boliburgeses que ahora tendrán aún más privilegios y oportunidades de saqueo a
diferencia del resto de los venezolanos que solo sentirán el cambio con más
variedad en las cajitas CLAP. Las fuerzas armadas siguen al servicio del estado
chavista con algunos enfrentamientos entre grupos por razones estrictamente
clientelares pero sin posibilidad de un quiebre que ponga en peligro la
estabilidad del régimen.
Por su parte
la falsa oposición, advertida como ya lo está que esta es su última oportunidad
para entrar por el aro chavista, intenta desesperadamente encontrar formas de
acoplamiento con el régimen que satisfagan sus cuotas de poder y a la vez
lavarse la cara frente a su propia clientela. Las negociaciones en curso
tendrán que abordar tarde o temprano el tema de un cronograma para desmantelar
al Interinato y la forma como la falsa oposición participará en unas elecciones
que serán en el 2024 y no antes por decisión del chavismo.
Estamos frente
a un estado chavista que coyunturalmente está favorecido por la situación
internacional y una falsa oposición urgida en llegar a acuerdos para cohabitar
formalmente con él. Una recuperación modesta de la economía en Venezuela (lo
cual habrá que ver) difícilmente saque a los millones de venezolanos que viven
en modo permanente de supervivencia sin condiciones materiales o emocionales
para plantearse una lucha que vaya más allá del día a día.
Quienes
entendemos que un régimen como el chavista, que ahora muta al madurista, no
sale por vías democráticas sino producto de una ruptura, crisis interna, o por
vías de fuerza estamos obligados a reevaluar alternativas para liquidar al
régimen partiendo de una valoración realista de la coyuntura actual. Descartada
la posibilidad de una intervención militar internacional y de una fractura
militar interna la opción jamás podría ser entregarnos en brazos de la falsa
oposición que representa idénticas prácticas clientelares y disolventes que el
chavismo.
La masiva
abstención es un signo alentador porque indica que hay un espacio para
articular una alternativa política distinta al chavismo y a la falsa oposición
desde una perspectiva nacionalista, patriótica y republicana. Pero, ¿Cómo
construir una oposición política diferente sin un clima de garantías para la
integridad personal en un ambiente donde los verdaderos adversarios del régimen
son encarcelados, torturados y asesinados? Mientras el mundo es sacudido por
eventos cruciales frente a los cuales no podemos ser indiferentes, en Venezuela
los venezolanos tenemos que decidir cómo resolver nuestras propias crisis. Repetir
el mismo camino que hemos recorrido desde 1999 hasta ahora muy probablemente
nos dejará en el mismo sitio dentro de veinte años. No podemos quedarnos
paralizados por la sorpresa o la confusión, tenemos que hacer algo, pero
distinto a lo que hemos hecho hasta ahora.- @humbertotweets
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