La crisis militar Rusia-Ucrania ha permitido que circulen por todo el planeta ríos de propaganda tratando de justificar una u otra posición. Es el otro campo de batalla, el de las redes sociales y la opinión general donde se intenta legitimar una opción militar y condenar la otra. Estas campanas circulan en forma muy fluida la mayoría de las veces camufladas de “información” (que nunca es objetiva) y “análisis” (Que siempre son tendenciosos). Esto complica la comprensión de una situación de por sí ya compleja y además produce efectos perniciosos cuando militares y políticos usan esas piezas de propaganda para basar sus decisiones.
El
relato dominante hoy en redes sociales y medios condena la acción militar de
Rusia contra Ucrania simplificando el conflicto a una presunta confrontación
entre democracia liberal y autoritarismo o mejor aún a una batalla épica y
definitiva entre el bien y el mal. Desde
esa nebulosa es prácticamente imposible entender la complejidad de la crisis y
menos aún construir posibles alternativas que conduzcan a una paz negociada. La
incapacidad para entender la naturaleza de esta confrontación combinada con
otros poderosos intereses geopolíticos, militares y financieros que entran en
juego multiplican en forma exponencial el daño humano y económico no solo para
Ucrania y Rusia, en primer término, sino también para Europa y el resto del
mundo. No hay espacio para mantenerse ajeno o neutral frente a un conflicto de
estas dimensiones que nos alcanza a todos.
El
recurso preferido de “periodistas” y “analistas” es exponer la crisis partiendo
de la crisis misma haciendo abstracción, deliberadamente, del contexto y, lo
más importante, los antecedentes y causas. Esto permite armar versiones tales
como que un buen día Vladimir Putin enloqueció y decidió invadir Ucrania y al
resto de países de Europa. Pareciera entonces que estamos frente a un conflicto
que estalla hoy (entendiendo este hoy en un horizonte temporal de 25-30 años) y
que no es el resultado de una sucesión de eventos relacionados que nos han
traído hasta aquí.
Hay
abundante literatura académica que explica como Ucrania siendo parte integral
de Rusia fue desmembrada por una conveniente decisión administrativa de la
Unión Soviética. Con el tiempo la creación de esta suerte de república
artificial se convirtió en una realidad geopolítica en las guerras proxy contra
Rusia y además alojando en su seno una variedad de grupos ultra nacionalistas
que encontraron en el neo nazismo y el neo fascismo ideologías para justificar
su propósito separatista.
Con
el derrumbe de la URSS esa creación artificial soviética llamada Ucrania se ve
ahora reconocida en el concierto de las naciones como una república
independiente y soberana. Esta es una realidad geopolítica con la cual la Rusia
post soviética tendrá que convivir al igual que con otras repúblicas que fueron
parte de la URSS y ahora están en su frontera.
La
desaparición de la Unión Soviética produjo ipso
facto la desarticulación del Pacto de Varsovia, alianza militar que
agrupaba a los aliados de la URSS. Extinguida la amenaza soviética contra las
democracias occidentales la desaparición del Pacto de Varsovia ha debido llevar
de inmediato al desmantelamiento de su contraparte la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN). Aunque esto fue parte de lo que formalmente se le
ofreció a la Rusia post soviética como garantía para su propia seguridad como
potencia lejos de ser así la OTAN no solo continuó sus operaciones como siempre
sino que emprendió la incorporación de antiguas repúblicas que pertenecieron en
el pasado a la órbita soviética.
La
razón para esta política fueron los temores de estas repúblicas ante una
eventual resurrección del poder soviético esta vez encarnado en una Rusia con
obvias y evidentes pretensiones imperiales. Estos miedos fueron hábilmente
manejados por el llamado complejo militar industrial de los Estados Unidos, a
través de las políticas del Departamento de Estado Norteamericano, que se dio a
la tarea de exacerbar la desconfianza y crear condiciones para justificar la
expansión geopolítica y militar de la OTAN lo cual se traduce en ventas de
armas sofisticadas y tecnología militar a sus nuevos clientes, ahora parte de
la alianza militar.
No
pocos catedráticos y estadistas norteamericanos han advertido desde 1991 que la
expansión de la OTAN hasta las fronteras con Rusia sería interpretada por esta
como una agresión directa y provocaría eventos de consecuencias imprevisibles.
Y es que tanto derecho tiene la Rusia de Putin de sentirse amenazada por la
instalación de armas nucleares en sus fronteras y áreas de influencia como en
su momento lo tuvo los Estados Unidos de Kennedy cuando la Unión Soviética
instaló sus misiles en Cuba, a escasos minutos de la plataforma continental
norteamericana.
Estamos
frente a un conflicto que ha sido cuidadosamente planificado y que ha podido
ser evitado. Es decir, si de verdad la vida de los ucranianos importa, como
dicen los voceros de la OTAN, en lugar de enviar armas a Ucrania lo que
deberían estar haciendo en este momento es emprender una negociación directa
con Rusia para detener la guerra. Por el contrario vemos como los países
“aliados” de Ucrania quieren seguir suministrándole armas y usarla como proxy en su objetivo de
enfrentar a Rusia.
Es curioso que
cuando Volodymyr Zelensky declarara hace
unos días que Ucrania no debería ser parte de la OTAN, sus “aliados”, y entre ellos el más vocal de
todos los EEUU, guardaron silencio. Porque en definitiva las condiciones que
plantea Rusia para resolver este conflicto son muy claras: Que no se instalen
armas nucleares y bases misilísticas en sus fronteras y que no se acepten más
países vecinos en la OTAN. Solo quienes viven del negocio lucrativo de la guerra
pueden encontrar estas condiciones como irracionales.
En el centro
de este conflicto están los ucranianos, víctimas de los bombardeos rusos, del ejército
de Zelenski que los usa como escudos humanos y de los negocios del complejo
militar industrial norteamericano con la OTAN. No hay razones para evadir una
negociación directa con Rusia y prolongar el sufrimiento humano en Ucrania. Tal
como lo dijo el geoestratega chino Lanxin Xiang quien dirige el Institute of
Security Policy de Shanghai, esta es una guerra que no tiene justificación,
pero sí causas.- @humbertotweets
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