La realidad venezolana sigue marcando un ritmo y una dirección que no son los del régimen chavista ni los de su falsa oposición. Mientras chavistas y falsos opositores se preparan para rendir tributo al fetiche electoral como forma falsa para resolver nuestros problemas, los venezolanos azotados por la traición de ambas mafias no quieren saber nada de elecciones. No hay trabajo, no hay dinero, no hay servicios. No hay vida y lo que la gente quiere es protestar.
Chavistas y
falsos opositores viven en una burbuja aislados de la realidad. Su discurso le
habla a una sala vacía donde la audiencia abandonó hace mucho tiempo. El
chavismo insiste en negar con necedad lo evidente. El colapso económico provocado
por Hugo Chávez y profundizado por Nicolás Maduro ha sumido a Venezuela en la
más absoluta miseria. El bolívar como unidad monetaria nacional no solo se ha
megadevaluado sino que no hay empleos para ponerlos en el bolsillo de la gente.
Con un segmento
de “emprendedores” que se han dedicado al narcolavado mediante negocios
aparentes con fachadas de restaurantes, espectáculos artísticos y deportivos,
Bodegones, etc. se han visto ríos de dólares circular por toda Venezuela.
Aunque estos de ninguna manera tocan al 90% de venezolanos que pasa hambre, el
régimen usa la apariencia de bonanza para armar su discurso de un presunto
milagro económico
La realidad es
que la mayoría de los venezolanos no forman parte, no pueden formar parte, de
esos exclusivos y exquisitos circuitos económicos. Para estos venezolanos, que
son millones, solo hay miseria, mendicidad, rebusque y cajitas CLAP.
Las protestas
que hemos visto son la reacción desesperada de un segmento de venezolanos que
directa o indirectamente dependen de la administración pública y que hasta
ahora han venido soportando el deterioro de su condición socioeconómica
precisamente por su evidente conexión con el gobierno. Sin embargo, todo tiene
un límite. Y la situación en Venezuela es tan dramática que empleados públicos,
chavistas o no, no pueden ser indiferentes o neutrales frente a la debacle.
Es un fenómeno
interesante cuando vemos a empleados públicos chavistas encabezando las
protestas por aumentos de salario. Y más interesante aún es ver a sus compañeros
de trabajo que se autodefinen como opositores gritando las mismas consignas. El
régimen chavista preferiría unas huestes más dóciles y menos ariscas. La falsa
oposición por su parte quisiera que esa energía se enfocara en las primarias y
fundamentalmente en ir a votar por el candidato opositor.
Pero la crisis
económica ha trastocado las prioridades y nadie quiere hablar de unas
elecciones que todos saben no resolverán nada. Las elecciones son la nada, una
promesa más en el vacío. La oferta de una ilusión sin garantías. Lo concreto es
la lucha del día de hoy por arrancarle al régimen no un bono miserable sino un
aumento general de sueldos y salarios y hasta quizás, si se puede, obligarlo a
dolarizar formalmente la economía como una forma de compensar el irreversible
deterioro del bolívar.
Muchos
operadores del régimen chavista se jactan de haber estudiado y memorizado
manuales marxistas. Parecería entonces que han perdido el tiempo si no terminan
de entender que el colapso económico al que el chavismo ha arrastrado a
Venezuela conduce, irreversiblemente, al colapso político y eventualmente a la
caída definitiva del régimen.
La inercia es
una ficción, un espejismo, en la política. Si el régimen chavista no toma
medidas para enfrentar la inflación y la ultra devaluación del bolívar será
inevitablemente cambiado, aunque el revulsivo para este cambio salga de sus
propias entrañas. Ahí no habrá
comisiones tripartitas, negociaciones, ni elecciones que lo detengan.- @humbertotweets
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