Las protestas exigiendo aumento de salarios que hoy se ven por toda Venezuela muestran un componente curioso e insospechado. La participación de empleados públicos chavistas ha sido clave para energizar esas movilizaciones junto a quienes se definen como no chavistas u opositores.
Esto
es relevante porque se trata de segmentos importantes dentro de la burocracia
del gobierno de Nicolás Maduro que sufren las mismas carencias que el resto de
los venezolanos. Y ante la disyuntiva de callar por fidelidad o luchar por su
supervivencia, optaron por lo segundo.
Es
fascinante ver como los llamados, insinuaciones y presiones de destacados
personeros del gobierno a sus propias huestes para no traicionar la revolución
bolivariana ha sido rotundamente ignorado. Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez,
Delcy Rodríguez y hasta el propio Nicolás Maduro han intentado por diversas
vías disuadir a las bases chavistas de unirse a las protestas.
Pero esto, la
verdad, es demasiado pedir en un país donde chavistas y no chavistas tienen que
soportar los rigores de la inflación y sobrevivir con un salario que se devalúa
cada día y hoy cae a $5.50 o menos. Esto sin tomar en cuenta todo el universo
de carencias y padecimientos propios de un país en ruinas.
El discurso del
gobierno que le achaca la culpa del descalabro económico a las sanciones
internacionales no está dirigido al 95% de los venezolanos que al no ser
chavistas viven y sufren su realidad sin contradicciones filosóficas o
ideológicas.
Es a sus
seguidores y más específicamente a los chavistas que trabajan en el gobierno a
quienes el chavismo tiene que persuadir que otro es el culpable del
desastre. La razón es obvia. Estos
chavistas que a su vez son empleados públicos se han visto obligados a hacer
paces con su realidad.
No hay forma
de justificar ni explicar racionalmente la mentira que les han metido en la
cabeza con la ineludible realidad de sobrevivir con un salario miserable en una
Venezuela que ni siquiera con bolívares devaluados es posible comprar, porque
no hay.
Esa
latente contradicción con la realidad ha llevado a una dramática crisis de fe.
Fe en la revolución bolivariana, fe en el socialismo prometido, fe en sus
líderes y salvadores.
Culpar
a los Estados Unidos del desastre económico que se vive en Venezuela no le
permitirá al gobierno de Maduro ir muy lejos. Tarde o temprano el gobierno y
sus asesores tendrán que reconciliarse con la Venezuela real, la que para
sobrevivir tiene que usar dólares y no bolívares devaluados. Porque todo en
Venezuela se calcula y paga en dólares. Todo.
Las
razones por las cuales el gobierno de Nicolás Maduro no dolariza la economía
son estrictamente políticas, no económicas. Otros países con gobiernos de
orientación socialista lo han hecho y ha funcionado. Pero de hacerlo el
gobierno de Maduro estaría admitiendo el fracaso del modelo económico
instaurado desde 1999 que ha pulverizado el bolívar en cada una de sus
versiones. Esto sería algo así como sincerar la economía admitiendo una
humillante derrota política.
Pero,
es esto o pagar el precio de la crisis de fe de sus huestes con imprevisibles
consecuencias. Entonces lo que la terca realidad le dicta hoy al chavismo no es
preguntarse si van a dolarizar o no. Es más bien, ¿cuándo van a dolarizar?
¿antes o después de las elecciones del 2024?.- @humbertotweets
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