La semana pasada, el Vicepresidente de Acción Democrática,
Antonio Ecarri Bolívar, argumentó en un artículo de opinión, la necesidad de
votar en las elecciones regionales convocadas por el gobierno “con un pañuelo
en la nariz”.
Ecarri Bolívar admite en su escrito que “...somos conscientes de todos los obstáculos, trapisondas y
dificultades que impone este régimen para pretender desconocer el derecho
soberano del pueblo a elegir a sus gobernadores de estado, luego a sus alcaldes
y después al mismísimo presidente de la República.” Pero, según su lógica,
a pesar de todo eso que él mismo reconoce, se debe ir a votar. Y para ello hace
referencia a la postulación de la candidatura simbólica de Rómulo Gallegos en
1941; en cuyo contexto, Rómulo Betancourt habría usado —para justificarla— la
célebre frase del pañuelo.
Pretender igualar el contexto político de 1941 al de 2017 es
absolutamente antihistórico. El Partido Democrático Nacional (que luego se convertiría
en Acción Democrática) denunció con vigor al gobierno autoritario de Eleazar
López Contreras, pero nunca cuestionó al régimen por ilegal o alegó la ruptura
del hilo Constitucional. Así, el PDN reconocía que aun dentro de ese régimen
autoritario, existía un clima de relativa paz social que permitía la actividad
política. Entonces, participar en esas elecciones con una candidatura que no
tenía la menor oportunidad de ganar y por lo tanto era simbólica, era una
posición coherente.
El contexto de 2017 es diferente al de 1941. Desde 2016 la
oposición viene denunciando en la Asamblea Nacional el asalto sistemático del
régimen de Nicolás Maduro contra la legalidad y la Constitucionalidad. El
control del TSJ y el CNE por parte del PSUV y la convocatoria misma a una
Constituyente fraudulenta e ilegal, llevaron a la Fiscal Luisa Ortega Díaz a
declarar formalmente que en Venezuela el hilo Constitucional se había roto. La
Asamblea Nacional, la Mesa de la Unidad Democrática y diversos factores de la
oposición estuvieron de acuerdo con la Fiscal.
Fue precisamente en respuesta a la sentencia 156 del TSJ del
29 de marzo de 2017, arrebatándole competencias a la Asamblea Nacional , que la
MUD invoco la aplicación de los artículos 333 y 350 e inició una jornada de
protestas de más de 100 días. Por lo
tanto, resulta absolutamente incoherente que la MUD llame ahora a participar en
unas elecciones de gobernadores, cuando las circunstancias que ella misma y la
AN denunciaron como ruptura del hilo constitucional no han cesado.
En 1941 era muy claro, desde el principio, que no había
ninguna posibilidad de ganarle al gobierno con la candidatura de Rómulo
Gallegos, porque sería sometida a una elección, indirecta, de segundo grado, en
un congreso que había sido seleccionado a dedo por Juan Vicente Gómez. Los
opositores de entonces le hablaron muy claro al país del alcance de la candidatura
de Gallegos y no crearon falsas expectativas de triunfo. En el 2017 la MUD llama a participar en unas
elecciones donde lo primero que se vende es la ilusión que sí es posible
ganarle al gobierno “si se remolca la gente y se llevan testigos a las mesas.” El
espejismo ignora a propósito el público y notorio fraude Constituyente del 30
de Julio perpetrado por el régimen.
Curiosamente, en 1941 el gobierno de López Contreras no
alentaba esa candidatura simbólica e inofensiva de Gallegos, porque sabía que
ponía al desnudo la arbitrariedad del sistema electoral. No ocurre lo mismo en
2017, cuando el régimen estimula abiertamente la participación electoral de la
oposición, aunque en condiciones de abuso e incertidumbre, porque en última instancia termina legitimando
el sistema que antes atacaba.
El otro punto es la naturaleza genuinamente simbólica de la
candidatura de Gallegos, y allí su verdadera potencia, al ser un instrumento
para propagar el mensaje de libertad. A diferencia de las actuales candidaturas
a las gobernaciones, que no tienen nada de simbólicas y tratan de cabalgar
sobre la ficción creada por el régimen de
que si es posible lograr algo dentro de este viciado sistema electoral. Además,
los candidatos a gobernador están tratando de ganar apoyos con las usuales
promesas electorales, como si el país no estuviese al borde del colapso. Ninguno
ha podido explicar hasta ahora cómo el obtener un cargo de gobernador ayudará a
conquistar la libertad en Venezuela.
Quizá lo más pernicioso es usar las fichas de la propia
oposición como vehículos eficientes del metamensaje del régimen, para hacerle
creer a la gente que participando dentro de estas reglas de juego —que el
gobierno cambia a conveniencia—, algún día se podrá cambiar el sistema. En esa
ilusión llevamos 19 años.
Pero aparte de esto queda el argumento de fondo: Hay que
votar “con un pañuelo en la nariz”. En otra palabras, sabemos que estamos en dictadura,
que el sistema electoral es fraudulento, que nos van a robar los votos, que nos
van a inhabilitar candidatos, que nos pueden quitar lo que nos reconozcan como
triunfo electoral. Y hasta sabemos que votando hacemos un acto público de
reconocimiento a la dictadura que decimos combatir. Pero aun así, los dueños de
las franquicias partidistas nos quieren llevar arriados a votar, sin razones, a
ciegas.
“Votar con un pañuelo en la nariz” es el razonamiento más
sinuoso y falaz que se ha usado en las
últimas semanas, para engañar a los ciudadanos desesperados, dispuestos a hacer
lo que sea para salir de esta dictadura. Por su simpleza y perfidia para
escurrirse en las mentes indefensas de las personas, es un razonamiento que
debe ser enfáticamente refutado.
“Votar con un pañuelo en la nariz” es admitir que la única
forma de hacer política es jugar siempre al cálculo oportunista, asqueroso y
pestilente. Que hay algo que está mal; que aunque es inmoral e inconveniente
hay que hacerlo. Por el contrario, Abstenerse de votar es algo que podemos hacer
en paz con nuestra conciencia, respirando hondo y llenando los pulmones con
aire puro y limpio. Para eso ni siquiera hace falta un pañuelo.
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