En mis cinco años como estudiante de derecho en la
Universidad Católica del Táchira nunca tuve un profesor que hiciera preguntas
capciosas. Pero siempre escuchaba relatos de otros estudiantes quejándose de que
a tal o cual profesor le gustaba sorprender a sus estudiantes con preguntas
engañosas o rebuscadas de los textos. Sobre todo, eran particularmente
conocidos aquellos que preferían estructurar sus preguntas tomando conceptos ocultos
en los “pie de página” que usualmente uno acostumbraba a esquivar.
Esos “pie de página” se parecen en su forma, complejidad y
tamaño, a las cláusulas de algunos contratos de garantía de electrodomésticos,
redactados en forma tan enrevesada y en letra tan pequeña como para que nadie
logre descifrar su contenido.
Cuando leí la tercera pregunta propuesta por la MUD en la
consulta popular del 16 de julio, me llamó la atención que, a diferencia de las
otras dos, su redacción no era clara en una primera lectura: “¿Aprueba que se proceda a la renovación de
los Poderes Públicos de acuerdo con lo establecido en la Constitución, así como
la realización de elecciones y la conformación de un nuevo gobierno de unidad
nacional?”
Es el tipo de pregunta que hay que leer varias veces para
entenderla. Luego de hacerlo, pensé que había entendido su contenido y voté con
toda confianza al igual que millones de venezolanos.
Deduje que estaba votando para ratificar mi mandato a la
Asamblea Nacional: la renovación inmediata de los poderes públicos,
específicamente el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional
Electoral. Aun cuando esto no se decía expresamente —y de hacerlo haría la
pregunta mucho más larga— pensé que a eso se refería, porque la mayoría de los
integrantes de ambos poderes tienen su mandato vencido.
También supuse que después de la renovación de estos poderes
y de la designación de un gobierno de unidad nacional, entonces se convocarían
unas elecciones libres. Aunque tampoco se especificaba cuáles, pensé que serían
comicios generales para elegir presidente de la República, Asamblea Nacional,
Gobernadores y Alcaldes.
Aunque no me gustaba la secuencia establecida en la tercera
pregunta (renovar poderes, hacer elecciones, gobierno de unidad), no le di
mayor importancia. Pensé que era un aspecto meramente formal, y que quien
redactó la pregunta en realidad se refería a un proceso lógico y político de
renovar poderes primero, conformar un gobierno de unidad después, y finalmente,
ir a unas elecciones libres supervisadas por ese nuevo gobierno.
Como el mandato se le estaba dando en forma expresa a la
Asamblea Nacional, no le pregunté a ningún diputado si sería la misma Asamblea
la que tomaría todas esas acciones, pues parecía implícito que lo haría el
poder legislativo.
Como estamos en situación de guerra, pensé que, por la
urgencia del momento, era una impertinencia pedir a los representantes de la
MUD que promovieran un debate previo al plebiscito para explicar el significado
y el alcance de las preguntas en la consulta popular; sobre todo de la tercera.
Además, se trataba de temas que se venían discutiendo públicamente desde hace
varios meses; algunos de los cuales, inclusive, fueron ventilados en la propia
Asamblea Nacional, como la destitución del Presidente Nicolás Maduro.
Convencido de lo anterior, voté afirmativamente a las tres
preguntas, seguro de que le estaba renovando mi apoyo a la MUD y a la Asamblea
Nacional que tal vez por falta de apoyo, luego de un año de electa, aun no
tomaba esas decisiones.
Una vez conocidos los extraordinarios resultados de la
consulta popular del 16J, el discurso político dio un giro de 180 grados. El
primero en practicar el malabarismo fue Julio Borges, Coordinador de Primero
Justicia, quien, con la mayor espontaneidad y desenfado, le declaró a César
Miguel Rondón que “la Asamblea Nacional no está para eso” ¿Para qué? Para
nombrar un gobierno de Unidad Nacional tal como millones de venezolanos lo
aprobamos en la consulta popular. Y así, con voz grave y serena, explicó que la
lucha de ellos era para que fueran los venezolanos quienes eligieran su
gobierno, no la Asamblea. Generoso acto de desprendimiento con el cual trataba
de evadir lo expresamente aprobado en la consulta.
Luego le tocaría el turno al prestidigitador mayor, Henry
Ramos Allup, secretario general de Acción Democrática, quien tres días después
de la consulta —frente a la mirada atónita de miles— saca del sombrero del mago
un Pacto de Gobernabilidad que no fue otra cosa sino una lista de promesas
electorales y frases retóricas para unas elecciones que jamás ocurrirán durante
este régimen. El pacto de gobernabilidad fue fabricado a última hora como una
forma de compensar públicamente la falta de voluntad para conformar el gobierno
de unidad nacional tal como había sido aprobado.
Cuando a Ramos Allup le preguntaron por el gobierno de
unidad nacional, respondió escueta y lacónicamente: “Mira chico, tú no sabes lo
que estás diciendo, eso no está en la Constitución”. De haberlo dicho antes, le
habríamos ahorrado la molestia.
Ahora nos damos cuenta de que las preguntas de la consulta
popular venían con pie de página y letra pequeña; además, redactadas en un
lenguaje críptico que sólo oráculos de la política criolla como Henry Ramos Allup
o Julio Borges nos podrían ayudar a descifrar. Al final, resulta que votamos
por algo que no era. Pensamos que estábamos decidiendo una cosa, y ahora los
magos de la política nos dicen que es otra. Si ellos lo hubiesen explicado con
claridad, seguro los resultados habrían sido muy diferentes.
En Venezuela estamos luchando contra la tiranía y por la
libertad. Pero también por una nueva forma de hacer política, donde los
derechos de los ciudadanos no sean emboscados por las trampas leguleyas y
engañosos “pie de página” de los operadores partidistas de turno.
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