La
dinámica política venezolana ha venido revelando las verdaderas fuerzas que
sostienen al estado chavista. El perfil totalitario y militarista del gobierno
no permitía apreciar otros colores grisáceos de fuerzas y factores que también
actuaban en el fondo para sostener al régimen que decían combatir. Siempre
entendimos que un componente militar doblegado y corrompido sería clave para
sostener el régimen en contra de la voluntad de las mayorías. Pero el otro
sostén, tan sinuoso como imperceptible, venía de la propia “oposición” manejada
siempre por los partidos actuando como agentes legitimadores de la dictadura.
Con
la desarticulación de sindicatos, gremios y organizaciones de la sociedad civil
la conducción de la oposición venezolana siempre ha quedado a merced de los
partidos políticos, sus intereses y sus agendas. A diferencia de otros países
que lograron derrotar exitosamente gobiernos dictatoriales tales como Chile y
Polonia como resultado de amplias alianzas de partidos políticos,
organizaciones civiles y militares.
Los
partidos de la llamada oposición en Venezuela fracasaron en 1999 en anticipar
que lo que tenían al frente no era un adversario político común, sino una
dictadura en agresivo proceso de desarrollo. Este error en caracterizar al
régimen como uno dictatorial y totalitario sería repetido por la “oposición”
durante más de 18 años influyendo en el diseño de una estrategia derrotista y
equivocada para derrocar al estado chavista. Esta estrategia se monta sobre la
base de que esta dictadura puede ser combatida “desde adentro” y jugando con
las reglas de juego que ella le impone a la sociedad y que en todo caso termina
cambiando a conveniencia.
Consecuentes
con esa visión estrictamente electoral de enfrentar al régimen los partidos de
oposición crearon la Unidad Nacional en el 2006 que luego se transformaría en
Mesa de la Unidad Democrática en el 2009 manteniendo intacta la naturaleza de
una coalición de partidos más que una alianza amplia de fuerzas sociales contra
la dictadura. Como coalición electoral la MUD ha participado en las últimas
elecciones alimentando la falsa ilusión de un cambio dentro del viciado sistema
electoral que le permite el régimen. Triunfos como el de las elecciones
parlamentarias de 2015 le inyectarían nuevas dosis de optimismo a esta
estrategia aunque en la realidad el régimen haya mutilado públicamente las
atribuciones de la Asamblea Nacional en una clara demostración que los votos
nunca serán suficientes para desplazarnos del poder.
Pero
a pesar de arrebatarle funciones a la AN y elegir en forma fraudulenta una
Constituyente la oposición insiste en tratar a la dictadura tan solo como un
mal gobierno que puede ser derrotado con votos. Esa lógica se ha convertido en
el peor enemigo de la causa libertaria al usar los partidos de oposición como
agentes legitimadores de la política del régimen.
De
esta forma la MUD con su equivocada estrategia electoralista se ha convertido,
literalmente, en la mesa que soporta al régimen mientras este destruye la
república. El gobierno ha manipulado a su antojo a esta oposición electoral
manoseando sus debilidades y contradicciones, convenciéndola que solo por esa
vía será posible un cambio. Entre mesas, negociaciones y acuerdos ya han pasado
19 años de engaños donde el gobierno usa a la MUD para consumar su estafa. Sin
el apoyo de militares corruptos y sin la vocación de cohabitar de la oposición
electoral el régimen habría sido derrocado mucho antes.
A
los militares les tocará ajustar cuentas con su honor y su historia. A los
civiles, a los ciudadanos que no participamos del mundo de la clientela y la
componenda partidista solo nos queda darle una patada a la mesa y tumbar con
ella al régimen que en ella se asienta. @humbertotweets
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