La celebración del fraude Constituyente el pasado domingo
marca una nueva fase en la lucha contra la tiranía. A pesar de no contar con
apoyo popular, el régimen tratará de tomar medidas para cambiar las reglas del
juego y continuar en el poder. Esto implica hacerle cambios sustanciales a la
actual Constitución para adecuarla al modelo de Estado chavista, y hasta darse
la prerrogativa de asumir funciones de gobierno en forma transitoria.
Una Asamblea Constituyente, electa en forma fraudulenta y
sin apoyo popular, tampoco logrará respaldo para su producto final. La nueva
Constitución que de allí salga, será solo la expresión sectaria del dogmatismo
chavista impuesta sobre el resto de la sociedad por gracia de la traición
militar a los valores de la república. Al tratar de aplicar este modelo por la
fuerza, se creará una crisis que no será posible superar sin un conflicto
armado.
Esta nueva coyuntura que apenas inicia, obliga a analizar el
balance de lo que se ha logrado, lo que ha costado, y las perspectivas de la
lucha por la democracia en el corto, mediano y largo plazo.
Hasta ahora, la Mesa de la Unidad Democrática ha mantenido
el monopolio del liderazgo opositor. Esta dirección política está obligada a
hacer una pausa, aunque sea por unos días, y rendir cuentas de lo que ha hecho
y cómo ha administrado la confianza que se le ha entregado. No se puede seguir
descendiendo en un tobogán de improvisaciones, sobre todo ahora que la dinámica
de la lucha política deja de ser electoral y entra en un terreno totalmente
desconocido para todos nosotros.
La MUD no logró superar sus contradicciones internas ni las
impuestas por su propia naturaleza de alianza electoral para lograr la causa
libertaria. Esto no es decir que es culpa de la MUD que el régimen haya
impuesto su Constituyente. Más bien es decir que lo que hizo la MUD no fue
suficiente para lograr detener el fraude Constituyente y, por consiguiente,
derrocar al régimen tirano.
Pero ese es un debate que se tiene que dar en el seno de la
MUD para rendir cuentas de la misión que le entregaron más de 7 millones de
venezolanos y que no pudo cumplir. Tratar de negar ese debate con el argumento
de que divide a la Unidad, no ayudará a encontrar el camino más eficiente para
salir de la dictadura.
Por otra parte, los grupos que se definen como “resistencia”
tienen que calibrar su papel en esta nueva fase. Desde el principio esta ha
sido una guerra asimétrica, donde las armas están de un solo lado. Esto ha
llevado no a una guerra civil, sino a una masacre de civiles donde los
valientes jóvenes de la resistencia y ciudadanos comunes han perdido sus vidas.
Pero lamentablemente, aunque esta lucha épica haya mantenido activada la calle,
tampoco fue suficiente para derrocar al régimen. La lucha desigual y su
sangriento resultado han levantado la condena mundial, pero no hizo retroceder
a la dictadura en su brutalidad y saña.
La resistencia también tiene que reevaluar la táctica de
enfrentamiento a cielo abierto con las fuerzas represivas, y cambiar a métodos
que no expongan innecesariamente las vidas de sus guerreros.
Para el ciudadano común que es víctima del fuego cruzado del
fanatismo político, también se inicia una nueva fase marcada por la
incertidumbre. Sobre todo, para quienes irse del país no es una opción. ¿Qué
hacer ahora? ¿Cómo derrocar a la dictadura? ¿Cómo vivir en un país en caos y
sin instituciones? ¿Cómo proteger la vida sin que eso se interprete como un acto
de agresión al Estado represor?
Es difícil, casi imposible, tratar de responder a estas
preguntas si seguimos haciendo lo mismo que hasta ahora, como si nada hubiese
cambiado. Es preferible detenerse por unos días a reflexionar y meditar lo que
hemos hecho y hacia donde en realidad queremos ir. Más aún debemos reconciliar
nuestras convicciones y decidir si estamos luchando por una simple transición
de gobierno o por la ruptura con el modelo de Estado chavista y su
Constitución.
La idea bien intencionada de mantener una tisana electoral
como dirección política de la oposición, ha probado ser un desastre a la hora
de establecer una agenda común de lucha política y una estrategia de poder
coherente. Y es que ganar unas elecciones en un sistema autoritario permisivo
no es igual a organizar la lucha ciudadana para derrocar un modelo de gobierno
tirano.
Parte del balance del resultado y las perspectivas de la
lucha por la democracia y la libertad en Venezuela hasta ahora debe incluir un
proceso de sincerar las posiciones políticas de cada uno de los factores de la
Unidad. Lo deseable es que este debate abra paso a una nueva alianza política y
social más amplia, que refleje los intereses de la sociedad, y no los de las
agendas particulares de cada partido o de cada precandidato.
Esta nueva formación no debe actuar como camisa de fuerza sobre
la sociedad para “encauzar” la lucha democrática. Más bien debe potenciar las
energías que ya están latentes en la calle con el objetivo de acumular fuerzas
y cambiar la correlación para desmontar el modelo de Estado chavista que nos ha
traído a este caos. Para decantar todo esto, es necesario un repliegue táctico,
temporal. Hay momentos en la vida y en la historia que hay que hacer una pausa
para luego seguir avanzando. Este es uno de ellos.
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