La popularidad de Maduro está en el foso. El rechazo al
gobierno y al modelo de Estado chavista alcanza niveles históricos debido al
dramático fracaso de sus políticas, en especial de la economía. En una
democracia con poderes públicos independientes que operaran bajo el Estado de
derecho, este es un gobierno que ya habría sido sustituido. Pero aquí no es
así. No es suficiente el abrumador rechazo del pueblo al gobierno para que este
entregue el poder. Al menos no en Venezuela.
El régimen es una dictadura de la minoría que, burlando la
Constitución y las leyes, se impone sobre la mayoría de la sociedad. A pesar de
haber perdido la calle, el régimen está haciendo todo lo que tiene que hacer
para mantenerse en el poder, de una forma u otra. Y hasta ahora lo ha logrado.
Con manipulaciones y engaños logró evadir no solo un
referéndum revocatorio que parecía inevitable por mandato de la voluntad
popular. También logró suspender en forma indefinida las elecciones de
gobernadores que ya estaban pautadas para 2016. Y aunque la oposición política
puede seguir exigiendo elecciones, un manto de incertidumbre se cierne sobre
las presidenciales que están programadas y deberían realizarse en 2018. Tampoco
están garantizadas.
Una lección importante nos queda a quienes enfrentamos al
régimen desde cualquier acera: la dictadura podrá ser impopular, pero no se le
puede subestimar. Cualquier estrategia que se monte sobre el cálculo de los
errores que cometerá el adversario es una estrategia que está condenada a
fracasar. Los errores del adversario son un inesperado obsequio que suman a una
estrategia eficiente pero no pueden ser la única apuesta para ganar la batalla.
Subestimar repetidamente a una dictadura que miente, engaña
y manipula es lo que ha llevado a la oposición a una situación de dispersión y
confusión a pesar de contar con la aprobación de las mayorías nacionales. Cada
vez que el régimen arremete contra el Estado de derecho suspendiendo
elecciones, encarcelando diputados y pasando por encima de la Asamblea Nacional,
algunos dirigentes políticos solo atinan a mostrar una cara de sorpresa; como
queriendo decir: “Nunca pensamos que llegaría tan lejos”.
Haría mejor papel la oposición política al régimen en dejar
a un lado las ilusiones y planificar para lo peor. La sabiduría popular lo
repite diariamente en la calle: “piensa lo peor que podría hacer el régimen
para quedarse en el poder, y acertarás”.
Pensar que el régimen va a detener su asalto al poder por
respeto a la ley, es subestimar lo que en realidad es capaz de hacer. Creer que
el régimen se va a sentar en una mesa de diálogo para cumplir un acuerdo “por
las buenas”, es por decir lo menos un acto romántico de ingenuidad. Aunque hay
quienes aún piensan que el diálogo tiene sentido.
La dictadura es minoría, pero no está caída hasta el día que
efectivamente caiga. Y mientras esté en el poder hará “lo que sea” para seguir gobernando, tal como lo dijo Maduro y lo han refrendado
los voceros del gobierno. Pensar que el gobierno se cae por su solo fracaso o
que entregará el poder mansamente es seguir subestimando su extraordinaria
capacidad para la perversidad y la maldad. Y no podemos seguir en eso. @humbertotweets
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