En Venezuela están dadas todas las condiciones para un golpe
militar. A la descomposición de la sociedad y sus instituciones —de la cual no
escapan las FANB— se suma la debacle económica. Este último factor es el motor
del descontento generalizado entre civiles y militares, por la imposibilidad
material de resolver las necesidades básicas de seguridad, comida y medicinas.
Aunque el régimen mantiene un control férreo sobre los
medios de comunicación tradicionales —que parece será extensivo a las redes
sociales— el descontento y el rechazo al régimen crece y es inocultable. Las
mismas bases chavistas lo expresan sin rodeos cuando son convocadas a las
reuniones de los CLAP. Por las redes sociales públicas y privadas como WhatsApp, circulan miles de mensajes,
unos anónimos y otros suscritos por presuntos militares, que no disimulan su
descontento con el régimen.
Las informaciones que se filtran a través de familiares de
militares de cualquier rango señalan que, efectivamente, hay una olla de
presión a punto de estallar en el seno de las FANB. Pero, ¿por qué no se ha
concretado el levantamiento militar contra un régimen que se ha convertido en
una amenaza para la propia institución armada? No es precisamente por
ideología, lealtad o subordinación. Lo
que pasa en el interior de las FANB es que las diferentes facciones chavistas
no terminan de ponerse de acuerdo sobre la forma y el momento de ejecutar este
levantamiento.
Después del fallido golpe militar contra Chávez en el 2002,
el régimen ejecutó una cuidadosa limpieza en el seno de las fuerzas armadas.
Esto se llevó a cabo pasando a retiro a cientos de oficiales sospechosos de no
apoyar al régimen, y llevando a la cárcel a otros. De esta manera, cualquier
levantamiento que ocurra en el seno de las FANB contra del régimen sin duda
será auspiciado por militares chavistas. Una acción que dejará a la oposición
democrática como mirones de palo y seguramente sin una idea cierta sobre qué
hacer.
Operadores claves del chavismo, como Tareck El Aissami y el
General Reverol, han aumentado la presión para sacar al General Padrino López
del Ministerio de la Defensa y del
CEOFANB. Sería una forma de asegurar su influencia sin obstáculos en el control
de las fuerzas armadas. Esto, sumado a la situación de descontento generalizado
en el país, ha provocado rápidos reacomodos en el seno de las FANB. Nicolás
Maduro está consciente de que al pasar a
Padrino López a retiro —tal como ha debido ocurrir hace dos años— se abriría
una “caja de pandora” que podría provocar una crisis terminal para el régimen.
Hasta ahora, la presencia de Padrino López al frente del
CEOFANB es lo que ha mantenido un equilibrio muy precario entre los grupos que
pujan por el control de las FANB, y eventualmente por el control del propio
gobierno. Al desaparecer este equilibrio se crearía una confrontación abierta
para resolver la correlación de fuerzas.
Dado que todas las facciones que participan en esta puja se
autodefinen como chavistas, y ante la ausencia de información más precisa, es
muy difícil determinar si estos militares llegarán con intenciones de
radicalizar aún más el modelo socialista, o por el contrario, tendrán un
enfoque más pragmático hacia lo político y lo económico.
Estos nuevos reacomodos en el seno de las FANB serán más
visibles en las próximas semanas en la medida en que se agudice la crisis
social y económica. Esto parece acelerarse ante el convencimiento de las
distintas facciones militares de que la institución armada está siendo afectada
por el desprestigio del régimen, y que el pueblo frustrado y desesperado
apoyaría un golpe militar como rechazo al gobierno de Maduro y a la propia
oposición política. Al menos ese es el cálculo.
Lamentablemente, las políticas del gobierno de negar
cualquier salida democrática y reducir a su mínima expresión los partidos
políticos opositores y aliados, solo contribuye a aumentar la presión y las posibilidades
de un estallido militar. Sin intención o deliberadamente, el régimen le sirve
la mesa a la puja militar.
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