Para la mayoría de los venezolanos que hemos sido testigos de las arbitrariedades, las torturas y los linchamientos por motivos políticos perpetrados por el chavismo en estos 25 años no hay ninguna duda de su naturaleza delincuencial.
Inclusive
en el sosegado, sereno y movedizo terreno de las negociaciones con la oposición
venezolana el chavismo siempre ha tomado ventaja de la trampa y el fraude.
Siempre habrá algún pie de página, algún acento o alguna coma que
intencionalmente se plantaron en el documento a firmar para darles a posteriori
la excusa de renegar de acuerdos y negociaciones. Esto no es nada nuevo.
Cuando
la falsa oposición se embarcó en el último proceso de negociaciones con el
chavismo tenía en mente el objetivo de mejorar las condiciones electorales para
hacerlas más competitivas y lograr un cambio electoral con votos. Pensar que el
chavismo se haya sentado a negociar sobre esa misma base es una gran
ingenuidad. Es como esperar que el chavismo acepte negociar su degollamiento.
Sin
embargo, hicieron creer a la falsa oposición que ambos coinciden en el mismo
propósito por razones distintas. La oposición necesitaba de unas elecciones
transparentes para poder ganarle al chavismo y a su vez el chavismo necesitaba
de estas elecciones para mostrar cierta legitimidad ante la llamada comunidad
internacional.
Sobre
esta idea se llegó a pensar que el freno inhibitorio para detener ciertos
niveles audaces de abuso por parte del chavismo sería su propio deseo de
mostrarse más legítimo ante los demás países. Esto además de quitarse de encima
unas sanciones que muchos dicen afectaron al
régimen y que otros subrayan el chavismo aprendió a convivir con ellas
por su implícita blandenguería.
Es
sorprendente que a estas alturas de la tragedia existan políticos
experimentados como Gerardo Blyde y María Corina Machado que no ven lo que la
mayoría ve. Y esto es que todo lo que hace el chavismo en materia de
negociaciones es para engañar y ganar tiempo que le permita asegurar una jugada
ulterior.
El
lastimoso episodio del infructuoso intento de inscripción de Corina Yoris como
candidata de la MUD explica en forma muy gráfica porque con delincuentes no se
puede negociar. Hasta última hora se esperaba que el chavismo permitiera
inscribir a un candidato por la MUD. El rechazo de facto a Corina Yoris desató
un vergonzoso striptease de nombres a ver cuál pasaba el filtro del chavismo.
En
la MUD muchos pensaron que Nicolás Maduro y el chavismo jamás se atreverían a
ir a unas elecciones solos sin un candidato de esa oposición repitiendo el
episodio de 2018. La certeza era tal que hasta pidieron una prórroga de tres
días para seguir buscando un nombre que agradara al régimen.
No fue por
falta de ganas que la MUD no pudo postular un candidato. Hicieron todo lo que
les pidieron, llegaron a aceptar hasta el nombre de Omar Barboza. Pero nada
parecía satisfacer al chavismo empeñado en imponer la candidatura de Manuel
Rosales a la MUD.
Es
cierto que tanto la MUD como María Corina Machado hicieron todo lo posible por
encontrar un nombre que complaciera al régimen. Lo que seguramente no iban a
aceptar era la imposición de quien desde el primer momento se sabía sería el
candidato opositor tolerado por el régimen. Esa rueda de molino no se la iban a
tragar.
En
la madrugada del 26, y como se dice popularmente entre gallos y medianoche se
consumaba lo increíble ante los ojos atónitos de los operadores de la MUD. El
régimen chavista aceptaba la inscripción por UNT de la candidatura de Rosales y
así dejaba por fuera de la vía electoral a la oposición de la MUD y María
Corina Machado.
No
está claro cómo se puede articular una política de oposición exitosa que siga
prisionera de la vía electoral sin un candidato propio y cuyo desarrollo
siempre será controlado y modulado por el régimen a través de su aparato
político, jurídico y militar.
Lo
que sí está muy claro es que con el chavismo no se puede negociar y en su
palabra nunca se puede creer porque ellos siempre regresarán a viejas prácticas
y vicios delincuenciales. Y esto les otorga una ventaja sobre un adversario que
por razones de pudor u otras ha escogido pelear siguiendo los protocolos de su
taimado verdugo.- @humbertotweets