En la contienda política y electoral es usual el recurso maniqueo y dicotómico de plantear una falsa confrontación entre el miedo y la valentía. Es una contradicción falsa porque es un intento de ocultar la realidad reduciéndola a un simple psicologismo.
Este recurso es absolutamente inútil
para el análisis y la praxis política porque enmascara contradicciones reales
tales como las que se dan entre tiranos y oprimidos, ricos y pobres,
trabajadores y patronos, etc. Sin embargo su uso tiene más una justificación
propagandística para tratar de desmoralizar al contrario (los cobardes) y
elevar la moral de los propios (los valientes).
A la luz de las detenciones
arbitrarias de Rocío San Miguel y dirigentes del partido Vente Venezuela hay
quienes desde la aparente oposición han saltado de inmediato a calificar estos
hechos como actos desesperados de un gobierno que tiene miedo. Esta
caracterización eminentemente psicológica carece de contenido político y
lamentablemente puede conducir a equívocos si se usa como parte del análisis o
la praxis.
En primer lugar, el gobierno o el
régimen no es un ser viviente que al igual que un individuo puede sentir en
forma orgánica sensaciones de miedo, temor, valentía o coraje. El gobierno como
entidad es más bien una estructura conformada ciertamente por individuos
(operadores) que como tales pueden o no experimentar esas sensaciones
psicológicas.
Pero aún queda el problema de calibrar
si esas acciones (detenciones arbitrarias) califican efectivamente como actos
de miedo o desesperación. Lo que habría que determinar es si el uso prolongado
y planificado de la fuerza pública para intimidar a la población civil es un
acto que revela miedo y desesperación por parte de los ejecutantes o más bien
otra cosa.
Un gobierno que expulsa del país al
Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Venezuela y que al mismo tiempo
no le permite a los detenidos por razones políticas acceder a sus abogados
defensores no es un gobierno cuyos operadores muestran miedo sino más bien
certezas en un ejercicio ilimitado del poder.
No se puede -no se debe- reducir la
praxis política a puro psicologismo infantil del tipo “el gobierno tiene miedo”
o “los buenos siempre ganan”. Este es un vicio pernicioso que puede llevar a
equívocos lamentables derivados de falsos análisis que a su vez conducen a
aventuras suicidas.
Es mucho más efectivo y acertado
políticamente hablando caracterizar al gobierno por lo que es y por lo que
hace, no por lo que suponemos podría sentir. Y ahí están las realidades
latentes como resultado de una política que ha destruido a Venezuela, incapaz
de aceptar unas elecciones justas, que ha expulsado a más de 10 millones de
venezolanos de su país y ha condenado a
otros tantos a la más absoluta pobreza.
La confrontación entre miedo y valentía
es irreal y metafísica. La verdadera confrontación está planteada entre quienes
luchan por salvar a la nación venezolana y quienes aún se empeñan en
destruirla.- @humbertotweets
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