lunes, 30 de diciembre de 2024

¿Ha funcionado la estrategia electoral de María Corina Machado?

            Esta pregunta no es retórica ni ociosa, por el contrario tiene un sentido estrictamente político y es totalmente pertinente tomando en cuenta las expectativas que se han creado en torno al 10 de enero de 2025. ¿Entrará Edmundo Gonzalez a Venezuela acompañado de personalidades de escala internacional? ¿Será juramentado ante la Asamblea Nacional chavista que preside Jorge Rodríguez, tal como lo dicta la Constitución de 1999? Si los hechos confirman estas preguntas con sentido hipotético entonces sin duda habría que reconocerle a María Corina Machado el mérito de haber triunfado con su tesis electoral.

Sin embargo, el desarrollo de los eventos parece reeditar el reciente episodio del 28 de Julio en cuanto a suponer fantasiosamente que el chavismo cumpliría su propia ley y entregaría el poder. Es importante repasar lo que ha ocurrido hasta ahora tomando como eje del análisis la pregunta que formulamos en el título de este artículo ¿Ha funcionado la estrategia electoral de María Corina Machado? Sobre lo cual hay que comenzar haciendo varias precisiones.

En primer lugar hay que ponderar la estrategia de María Corina Machado como una de naturaleza eminentemente electoral que apuesta a respetar las reglas juego del Estado chavista en la esperanza de que este pacíficamente entregue el poder. Esta estrategia no se parece en absoluto a las tesis propuestas por la María Corina Machado de la fase anterior quien hasta justo antes de la Primaria de la MUD argumentaba correctamente que participar en las elecciones del régimen era colaboracionismo puro. Ella en ese entonces tenía toda la razón y fue quien con mejor claridad explicó el sinsentido de ir a unas elecciones controladas en todas sus fases por el régimen chavista.

Por el contrario la tesis electoral de la María Corina que súbitamente decide participar en la Primaria de MUD es una postura que coincide totalmente con Manuel Rosales, Henrique Capriles Radonski y todos los operadores y partidos más emblemáticos de la MUD. Todos ellos desde 1999 y María Corina Machado, ahora, suscriben la tesis de la vía electoral según la cual es posible que el chavismo pierda unas elecciones y en respeto a su propia legalidad pacíficamente entregue el poder.

Las diferencias entre María Corina Machado y los operadores de la MUD, que ella antes combatió, son de forma más no de fondo. María Corina ha resultado un mensajero más carismático y seductor que Capriles y Rosales a la hora de embaucar a la gente con las bondades de la salida electoral. Pero en el fondo ella está vendiendo el mismo pote humo que antes vendieron los otros solo que esta vez el estuche es diferente. La combinación de frustración y desesperanza ha llevado a los más incautos a asegurar que si María Corina lo dice entonces tiene que ser verdad. Sobre todo cuando ella sigue alimentando la falsa ilusión de cobrar, por la vía electoral y legal que ofrece el chavismo.

Y esto nos lleva a otro aspecto de la misma pregunta. ¿Cuál es el parámetro para medir triunfo o fracaso? ¿Que la gente acuda a votar? ¿Qué Edmundo Gonzalez se juramente ante Jorge Rodríguez y gobierne con Padrino López? ¿Que el mundo se entere que los chavistas son tramposos? ¿Cómo exactamente se define el éxito o el fracaso de la tesis electoral de María Corina Machado? Ella deliberadamente no lo dice, ni lo dirá, porque eso le permite al igual que a los sofistas griegos tener la razón en cualquier caso.

Como la forma de cobrar nunca estuvo clara, como el llegar hasta el final jamás fue definido y como el criterio político de derrota o victoria no fue establecido entonces cualquier cosa que pase el 10 de enero o a partir de esta fecha podrá ser calificado como victoria. Aunque el chavismo siga en el poder, porque entonces se dirá que estamos frente a una victoria moral en un intento más por enmascarar la derrota de la vía electoral.

Y es que si queremos ser justos con María Corina Machado y otorgarle el beneficio de la duda habría que juzgarla en base al único parámetro material y objetivamente posible que es la salida efectiva del régimen chavista del poder. Esto es, si el Estado chavista es expulsado del poder como resultado de la cadena de eventos que se iniciaron el 28 de julio entonces sin duda habría que reconocerle a María Corina Machado el mérito de la victoria de su tesis electoral.

Cualquiera podría atajarnos y decir que el derrocamiento del régimen chavista podría ocurrir incluso luego del 10 de enero, en cualquier momento, por lo cual la valoración final sobre el éxito o fracaso de la vía electoral de María Corina estaría aún en suspenso indefinidamente. Y es cierto porque la tesis de la salida electoral del chavismo, tal como la plantean María Corina Machado y la MUD, es una suerte de estafa recurrente a la cual tendremos que enfrentarnos una y otra vez en el futuro así como ha ocurrido en este cuarto de siglo de tiranía chavista que comenzó en 1999.- @humbertotweets

jueves, 26 de diciembre de 2024

¿De dónde sale el poder del chavismo?

            El verdadero poder político del Estado chavista no proviene de las elecciones, aunque estas se usen como fachada legitimadora. Durante 25 años, los venezolanos han sido llamados repetidamente a procesos electorales sin que esto haya modificado la estructura de poder fundamental. 

Entonces, ¿de dónde emana ese poder? En Venezuela, donde las instituciones estatales han desaparecido hace tiempo, el poder real reside en quienes tienen las armas. Ellos controlan el monopolio de la violencia frente a una población civil desarmada, incapaz de defenderse o de revertir este desequilibrio mediante vías institucionales. 

Por ello, las elecciones jamás han una preocupación para el chavismo. Su prioridad radica en mantener la lealtad dentro de las fuerzas armadas, cuya complejidad interna se asemeja a un ecosistema en constante conflicto. Entrecruces de lealtades y agendas crean una red difícil de desenredar, donde todos se identifican como chavistas y bolivarianos, pero luchan entre sí. 

Muchos analistas suelen interpretar las acciones del chavismo como torpes o desesperadas. Un ejemplo es la llamada “conspiración del brazalete blanco”, una trama plagada de incoherencias. Testigos cuestionables y mapas obsoletos han sido usados por el fiscal Tarek William Saab para justificar una conspiración con acusados que no se conocen entre sí, carecen de recursos y, en algunos casos, ni siquiera pertenecen ya a las fuerzas armadas. 

Algunos celebran estas supuestas torpezas, pero cabe preguntarse si no forman parte de un plan deliberado. Los acusados carecen de capacidad real para ejecutar las acciones que se les atribuyen. Sin embargo, esta estrategia no es nueva. Casos como el del teniente Ronald Ojeda Moreno, asesinado en Chile, muestran cómo el chavismo recurre a métodos extremos para neutralizar cualquier potencial amenaza.

Lo que queda claro es que mientras el régimen promueve la ilusión electoral (¡ahora viene la de las elecciones regionales del 2025!), endurece su campaña de terror dentro de las fuerzas armadas. Con acciones brutales y aparentemente absurdas, envía un mensaje claro a sus oficiales: no hay límites para perseguir, torturar o eliminar a quienes representen una posible amenaza. 

Montajes como el del “brazalete blanco” o el llamado “golpe azul” no solo justifican persecuciones internas, sino que refuerzan un clima de desconfianza generalizada entre los oficiales. Este ambiente tenso es clave para prevenir insurrecciones y es una táctica copiada del Estado cubano. Incluso los secuestros de militares en el extranjero demuestran hasta dónde puede llegar el régimen para infundir miedo y desmovilizar conspiraciones reales. 

El chavismo concentra todos sus esfuerzos en el ámbito militar porque sabe que ahí radica su origen y su posible fin. La estabilidad del régimen depende de controlar este sector, el único capaz de alterar el rumbo del país. Se podría decir que el fascismo chavista del siglo XXI se impuso a fuerza de violentar y reventar las instituciones del Estado venezolano. El cálculo más probable es que también termine por la fuerza, no por negociaciones ni elecciones.- @humbertotweets

lunes, 23 de diciembre de 2024

El fin de los subsidios norteamericanos al régimen chavista

El presidente de los Estados Unidos Donald Trump en su campaña electoral abordó tangencialmente el tema Venezuela desde dos ángulos: Inmigración y política energética. En ambos casos se trata de áreas sensibles para los EEUU que se entrecruzan con Venezuela.

En los discursos de Trump no se escucharon advertencias directas al régimen chavista marcando una clara diferencia con lo que fue su primera administración donde sus asesores recomendaban una política de máxima presión directa y mantener todas las opciones (militares) sobre la mesa.

Hay que subrayar que la política global de Trump en cuanto a sacar a los Estados Unidos de los conflictos internacionales y armados del mundo de alguna forma entra en colisión con la esperanza y la expectativa de millones de venezolanos que en el peor de los casos espera que su nueva administración haga algo para ayudar a sacar al chavismo del poder y recuperar la democracia en Venezuela.

La debilidad estructural de la oposición venezolana y su incapacidad operativa para desplazar al chavismo por vías institucionales es lo que ha cerrado la atención en lo que puedan hacer otros países de la llamada comunidad internacional y más específicamente los Estados Unidos.

Sin embargo, el presidente electro Donald Trump ha enviado suficientes mensajes para inferir que, a menos que el chavismo cometa un dislate y cruce el semáforo en rojo de los intereses de los EEUU, no se puede esperar una política de intervención directa en lo militar, lo político o lo financiero contra el régimen venezolano.

            Se puede anticipar que las interacciones entre el nuevo gobierno de Trump y el chavismo estarán reguladas por los temas que le interesan a los Estados Unidos tales como inmigración y petróleo.

            En cuanto a inmigración Trump ha anunciado su intención de deportar a inmigrantes venezolanos incursos en delitos y espera que estos sean recibidos por el régimen venezolano en el proceso de repatriación.

La búsqueda de independencia energética y bajos precios del petróleo parecen tener mucho más peso en la agenda de Trump que el aplicar sanciones financieras y embargos petroleros al régimen chavista solo para buscar su debilitamiento. A diferencia del gobierno de Joe Biden Trump buscará la forma de terminar el conflicto Rusia-Ucrania y así liquidar la situación que hoy obliga a los Estados Unidos a entenderse con un proveedor de petróleo barato y confiable como Venezuela.

A nadie debe sorprender las declaraciones de Donald Trump hace unos días confirmando que su gobierno no le comprará petróleo a Venezuela. Esto quiere decir que muy probablemente la política laxa de sanciones tibias con excepciones para el régimen chavista será sustituida por otra más clara y concisa que propone no comprar más petróleo venezolano y por el contrario liberar las reservas petroleras de los EEUU e incrementar las operaciones de fracking.

La nueva política petrolera de Trump será un duro golpe para el régimen chavista que tendrá que ingeniárselas para preservar su estabilidad en medio de una severa sequía petrolera por lo menos los próximos cuatro años.

Se podrá argumentar que en esta nueva situación el chavismo le entregará la producción y la industria petrolera a China e Irán. Esto ya se intentó en el pasado precisamente durante el primer gobierno de Donald Trump y su efecto fue insignificante y marginal. Por alguna razón los chavistas sin ningún rubor ni desenfado se lanzaron a los pies de Joe Biden para darle petróleo a los Estados Unidos cuando este país comprometió sus intereses en el conflicto Rusia-Ucrania.

Más allá de lo que puedan decir de boca hacia afuera los chavistas saben que el mejor comprador de petróleo barato venezolano son los Estados Unidos. Eso justifica mandarle guiños y carantoñas al nuevo gobierno de Donald Trump. Pero todo parece indicar que la política de subsidios y concesiones del gobierno norteamericano al régimen chavista ha llegado a su fin. Por la razones que sean, pero esta nueva política tendrá inevitables efectos en  la recurrencia del Estado chavista, un régimen desesperado y hambriento de petrodólares para sostener su aparato militar-policial.- @humbertotweets

jueves, 19 de diciembre de 2024

El régimen chavista evalúa el asalto a la embajada de Argentina

            Desde el pasado 20 de marzo de este año  Magalli Meda, Pedro Urruchurtu, Omar González, Humberto Villalobos, Claudia Macero y Fernando Martínez Mottola se encuentran asilados en la embajada de la República de Argentina. El régimen chavista los acusa a todos de ser parte de una supuesta rebelión, pero en realidad se trata de miembros clave del equipo electoral de María Corina Machado para las elecciones del 28 de julio.

            De no haber logrado refugio en la sede diplomática el destino de estos venezolanos habría sido como el de cientos de miles de ciudadanos perseguidos, apresados y hasta asesinados en manos del régimen chavista por razones políticas.

            Pero al estar protegidos en la referida embajada por la institución del asilo político se desarrolla una situación que aún persiste y que para calibrar sus consecuencias sería de la mayor pertinencia asimilar a la que desde 1999 ocurre en Venezuela.

            Haciendo a un lado los detalles fácticos pero observando rigurosamente el patrón de conducta del régimen chavista podemos decir que así como los refugiados confinados en la embajada de Argentina la inmensa mayoría de los venezolanos se encuentra en igualmente en calidad de rehenes de un régimen fascista que desde 1999 se niega a entregar el poder.

            La clase política de entonces y la mayoría de los venezolanos fallamos a la hora de caracterizar correctamente la naturaleza fascista del régimen que recién se inauguraba. De haberlo advertido tempranamente no habríamos caído en la fatal inercia de creer que eso que veíamos como anormal de alguna forma sería corregido con el paso del tiempo.

La síntesis de esta modorra la expresaban los sapientísimos gurús de la política quienes por allí al comienzo de los años 2000 pontificaban con pasmosa certeza “...es que Chávez no llega a 5 años.” Son los mismos que una década después nos decían “Maduro  es masburro, ignorante e incapaz de controlar las FANB…” Ambas expresiones son solidarias de la idea de dejar que las cosas se resuelvan por sí solas y herederas de esa tóxica y opiácea creencia popular segunda la cual no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

            En esa inercia adornada con cotillón electoral tenemos 25 años, un cuarto de siglo y sin una perspectiva cierta de cambio político.

            Esa misma inercia se ha convertido en la sombra de los seis venezolanos refugiados en la embajada de Argentina en Caracas. Esta es una crisis que no fue valorada correctamente en sus inicios por los actores involucrados, esto es el gobierno de Argentina, el de Brasil después al hacerse cargo de la sede la embajada y los dirigentes de la MUD junto a María Corina Machado. En una situación normal el régimen chavista debería igualmente ser parte interesada en una solución pronta a este conflicto pero obviamente el chavismo ve en esta situación otra oportunidad para obtener ventaja y hacer otra demostración de fuerza y poder.

            Con esto no estoy sugiriendo que no se hayan hecho las diligencias y los trámites a escala internacional para lograr los salvoconductos y la liberación de estos rehenes. Lo que sí estoy diciendo es que esto se hizo en medio de la más absoluta inercia y sin el menor sentido de urgencia.

            Comprender la gravedad y la urgencia de esta crisis habría provocado acciones inmediatas y expeditas del más alto nivel y un nivel de coordinación eficiente entre gobiernos para haber negociado los salvoconductos para los asilados en los primeros días de la crisis. Solo el entender que para el chavismo no hay límites jurídicos o legales sino límites reales de facto habría sido suficiente para concluir que la integridad física de estos seis venezolanos está severamente amenazada desde el día 1 y que cada día que pasa los riesgos para ellos aumentan.

            Los mismos que tan solo ayer desestimaban y subestimaban a Chávez y Maduro son quienes hoy con menos convicción aun parlotean que el chavismo jamás podrá entrar a la sede de la embajada de Argentina por las consecuencias que ello podría acarrear. Según estos gurús de la política la crisis está en manos de la comunidad internacional pero nadie sabe quiénes son y cómo se habla con esa entidad metafísica. La situación política hoy se ha deteriorado al punto que los voceros del gobierno argentino parecen carecer de la firmeza para defender a sus connacionales acosados y detenidos en Venezuela y más bien han enviado al personal de la embajada a sus casas por razones de seguridad.

            Como consecuencia de la incertidumbre política (¿alguien realmente está negociando los salvoconductos con el régimen chavista?) la situación física de los asilados también se deteriora al estar en un estado de vulnerabilidad, sin protección real, sin agua y sin comida.

            Tomando en cuenta el comportamiento típico del régimen chavista lo más probable que se esté discutiendo en el gobierno no es si se asalta o no la embajada de Argentina en Caracas sino cuando es el mejor momento para asaltarla y detener a los asilados. ¿La madrugada del 1ro de enero? ¿El 10 de enero? ¿El 20 de enero? ¿O después?

            El chavismo está convencido que de asaltar la embajada de Argentina no habrá mayores consecuencias y si las hay no serán peores que la situación que enfrentan hoy pues ya están acostumbrados a los votos de censura y las notas de protesta enviadas por otros países. En realidad, el chavismo está salivando ante una nueva oportunidad para demostrar que ni siquiera el mítico derecho internacional puede ponerle freno a su aparato militar-policial de represión. El escalamiento en el cerco y el acoso a los asilados en la embajada no se pueden ver como meros actos de “presión psicológica” sino más bien como eventos preparativos de un indeseable y premeditado desenlace fatal.- @humbertotweets

lunes, 16 de diciembre de 2024

Venezuela no es Siria

            Es una obviedad decir que Venezuela no es Siria. Pero el empeño de algunos en simplificar y banalizar lo político obliga a repetir lo obvio para no seguir dando vueltas en el mismo círculo vicioso en el que estamos metidos los venezolanos desde 1999.

Por supuesto que hay razones para celebrar el derrocamiento de un sanguinario tirano como Bashar al-Assad en Siria, pero un examen más detallado de la coalición de intereses y fuerzas musulmanas que ahora toman el poder debería provocar prudencia hasta que se defina la orientación del nuevo gobierno.  Esto no resta importancia al hecho concreto que al menos este nudo ha sido desatado a pesar de lo doloroso e incierto que esto pueda ser.

Lo primero que habría que precisar es que aunque Bashar al-Assad huyó hacia Rusia no es correcto caracterizar el evento como la caída de ese régimen sino más bien como su efectivo derrocamiento. La idea de caída sugiere el desplome del sistema en un vacío cuando en realidad lo que ha ocurrido es el resultado de intensas luchas que se prolongaron en el tiempo para derrotar al régimen.  Es decir, sin fuerzas militares actuando contra ese régimen su salida jamás habría ocurrido en forma espontánea y automática.

La tesis de la caída o el colapso del régimen de Bashar al-Assad sin tomar en cuenta las cruentas guerras que llevaron a eso es una tesis propagada por quienes quisieran ver en Venezuela también una especie de desenlace milagroso, esto es que un día amanezca y ya no existiera el régimen chavista porque por razones desconocidas, que tampoco interesa conocer, ha caído o desaparecido.

Una tesis fundamental en la lucha política y en los asuntos militares es que los vacíos no existen. Los espacios siempre son ocupados por fuerzas que están en tensión y lucha unas contra otras. Los regímenes políticos y más concretamente las tiranías simplemente no caen porque moralmente son perversas sino porque en una coyuntura específica un conjunto de fuerzas, internas o externas, alcanzan masa crítica y actúan para su derrocamiento.

Quienes apuestan por la “caída” espontánea del régimen chavista tendrán que seguir esperando que al igual que en Siria ahora en Venezuela se produzca una coalición de intereses y fuerzas dentro y fuera de Venezuela que tengan la capacidad para articularse militarmente y logren derrocar al chavismo.

Y aquí hay otra gran diferencia entre Siria y Venezuela. El derrocamiento de Bashar al-Assad en Siria no fue el resultado de unas elecciones fraudulentas sino de una compleja y prolongada operación militar que combinó fuerzas internas y externas. Por supuesto que se puede invocar las diferencias y las especificidades culturales y políticas entre Siria y Venezuela para explicar porque la lucha armada allí tuvo un desenlace y aqui aun no, pero lo que también es cierto es que si la oposición a al-Assad hubiese optado por por buscar la salida del régimen por vías institucionales seguramente ese régimen aún estaría en el poder.

Venezuela no es Siria, ni Nicolás Maduro es Bashar al-Assad. Esto que es obvio hay que recordarlo para no seguir cayendo en el error de creer que el chavismo se cansara de martirizar y destruir a Venezuela para mansamente entregar el poder o que algún día nos sorprendan con la noticia de que el régimen chavista milagrosamente ha caído. Para ver en Venezuela algo parecido a lo ocurrido en Siria tendría que producirse una conjunción de fuerzas y movimientos militares, internos y externos, que se impongan sobre el régimen chavista y lo expulse del poder. Todo lo cual es posible, pero en actual coyuntura parece improbable.- @humbertotweets

jueves, 12 de diciembre de 2024

Jueces chavistas para la paz fascista

            Frente a una oposición que francamente luce desorientada y confundida el régimen chavista avanza rápidamente para consolidar su modelo fascista. La oposición que dirige María Corina Machado se debate entre agotar las vías institucionales, todas controladas por el chavismo, o esperar por una intervención de la comunidad internacional para hacer valer el triunfo de Edmundo Gonzalez el pasado 28 de julio.

            Mientras tanto el chavismo sigue su marcha hacia la consolidación de un Estado de corte fascista cuya denominación mediática es “Estado Comunal”. Esta figura será la que sustituya la forma actual del Estado que aún contiene reminiscencias del régimen anterior. Se trata de una operación para consolidar un proceso que comenzó en 1999 y que intenta otorgarle todo el poder a la camarilla chavista gobernante.

            Mientras el chavismo ofrece la ilusión de una participación democrática vía elecciones, y la falsa oposición gustosamente compra ese pote de humo, en Venezuela prácticamente ha desaparecido cualquier separación entre Estado y sociedad. Para todos los efectos de las políticas impulsadas por el chavismo el Estado es la sociedad y esta doctrina es la que permite racionalizar que un adversario político o inclusive una persona indiferente al chavismo sean considerados, sin mayores trámites, como un enemigo de la patria que debe ser eliminado.

            El error de la falsa oposición ha consistido en prestarse para normalizar una situación que a todas luces no es normal. No es normal que en un país el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, el electoral y el militar estén al servicio de la macolla gobernante. Tampoco es normal que se divida a los venezolanos entre chavistas patriotas y no chavistas apátridas. Pero en estas condiciones, que no son precisamente síntomas de un mal gobierno sino de algo peor, la falsa oposición decidió seguir apostando por la vía electoral supuestamente para demostrare al mundo que el chavismo se roba las elecciones. Pretensión inútil porque es algo que han venido haciendo desde 1999.

            En su empeño por establecer formalmente un régimen de cuño fascista el chavismo ahora se dispone a elegir 15 mil jueces de paz. Pero en realidad no se trata de una elección sino de una asignación de credenciales a los cuadros clientelares del chavismo para que ahora también forman parte del aparato represivo del régimen.

            Así como muy poca gente participó en la elección del referéndum sobre el Esequibo el año pasado este año la elección de los jueces de paz chavistas será otra caricatura. Sin embargo estos jueces serán designados y tendrán el poder para administrar justicia en contra de los venezolanos considerados como enemigos del chavismo.

            Una de las características de los regímenes fascistas es la incorporación de sus cuadros políticos dentro del aparato del estado para ejecutar funciones policiales y represivas. En Venezuela ya hay antecedentes de esto con la llamada “Ley Sapo” que le otorga poder a las clientelas chavistas para delatar a quienes consideren enemigos de su falsa revolución.

            Una masa de cuadros del chavismo recibirá después del 15 de diciembre credenciales para justificar legalmente el linchamiento moral y físico que en forma masiva y sistemática aplica el régimen chavista contra la mayoría de los venezolanos que no le apoya. Estos jueces serán agentes fascistas para imponer una paz a la chavista.

            No hay ninguna forma legal o constitucional para defenderse de esto porque la falsa oposición sigue colgando del argumento institucional para tratar de sacar al chavismo del poder y eso en estas condiciones no es posible. De la elección de los jueces chavista iremos al fraude electoral del 2025 con las elecciones regionales en las cuales muy probablemente participará la oposición y de allí seguramente a la instauración de la figura del Estado comunal y su elección de segundo y tercer grado para escoger a los poderes públicos del Estado chavista.

            Nada de esto debe sorprender porque los más conspicuos voceros del chavismo siempre han dicho hacia dónde van. Ellos van por el control total del poder político en un régimen típicamente fascista que literalmente elimina cualquier separación entre Estado y sociedad. Lo que sí sorprende es la ingenuidad y la incapacidad de la falsa oposición venezolana para caracterizar al chavismo y articular una estrategia que permita enfrentar y derrocar no a un mal gobierno sino más bien a un régimen totalitario que parece avanzar sin encontrar mayor resistencia.- @humbertotweets


lunes, 9 de diciembre de 2024

¿Por qué el chavismo no se rinde como lo pide María Corina?

En condiciones normales el chavismo debería prepararse para entregar el poder después de la aplastante derrota sufrida el 28 de julio. Más aún, en condiciones normales en Venezuela no deberían existir presos políticos y las fuerzas militares deberían ser garantes de los derechos constitucionales para todos los venezolanos.

Esto ocurriría si y sólo si existieran condiciones normales en un régimen político con pesos y contrapesos constitucionales. Pero eso no es lo que hay Venezuela donde lo que impera no es el Estado nacional venezolano sino el fascismo chavista del siglo XXI.

Millones de venezolanos fueron testigos de primera mano de los masivos y sistemáticos fraudes electorales chavistas perpetrados en estos 25 años. Esos mismos venezolanos decidieron momentáneamente abandonar el escepticismo militante y darle una nueva oportunidad al voto como mecanismo para sacar al chavismo del poder.

La gente apoyó en forma entusiasta y mayoritaria esta propuesta porque además se les prometió que esta vez, a diferencia de las anteriores, era posible ganar y cobrar. Sugiriendo de alguna manera que la falla antes había estado en que aún ganando no se había cobrado, quizás por falta de voluntad.

Las dudas razonables de millones de venezolanos fueron atajadas con un fulminante “...esto es hasta el final”. Sin certeza sobre el significado de este “final” millones dejaron a un lado el escepticismo y la incredulidad para sumarse al jolgorio de la fiesta electoral orquestada por el chavismo. El final podría haber significado el último día de la tiranía o simplemente referirse al final de los tiempos terrenales. Eso nunca se explicó, sencillamente porque era un sofisma para inducir la emoción y la esperanza, más no la racionalidad.

Esto es, si en los meses previos al 28 de julio se hubiese podido adelantar la película para ver a María Corina Machado diciendo “ya hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional” o “si Maduro se juramenta el 10 de enero será peor para él” seguramente menos gente había acudido a votar en lo que terminó siendo un robo a mano armada a plena luz del día.

Pero es que se sabía de antemano que el chavismo se iba a robar las elecciones, como siempre lo ha hecho. Solo que esta vez fue a mano armada. A nadie se le dijo que lo que se buscaba era una victoria moral o simbólica para demostrar ante la comunidad internacional que el chavismo carece de apoyo popular. De ser así, poca gente habría votado ¿Por qué? porque la promesa de ganar y cobrar siempre fue inviable ya que con el Estado chavista no existen garantías institucionales para hacer valer la voluntad popular. Y eso lo sabían desde el principio María Corina Machado y la oposición que le acompaña.

La verdad, la realidad que aún tratan de esconder a la gente es que en estas condiciones no hay forma de cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez el 28 de julio. Por eso María Corina vuelve a matizar su discurso, esta vez para comenzar a modular las expectativas que hay con la juramentación de Edmundo Gonzalez el 10 de enero y adelantarse a la situación más probable que es la eventual juramentación de Nicolás Maduro en Venezuela rodeado de sus operadores civiles y militares.

No es otra cosa la que quiere decir María Corina Machado cuando asegura que si el 10 de enero se juramenta Nicolás maduro “será peor para él”.  ¿Peor en qué sentido? ¿Es factible una intervención militar internacional para corregir esa desviación?  ¿O acaso vendrán verdaderas sanciones financieras contra el régimen y sus operadores? Este es un razonamiento tan infantil como aquel que sugiere que Maduro podría renunciar si se le presentaba una “amenaza creíble”, o sea una amenaza que sin ser tal amenaza produzca el efecto intimidatorio de amenaza.

La lógica que usa María Corina Machado para enfrentar al chavismo es tan equivocada como la que ha usado la MUD a lo largo de estos 25 años. En ambos casos no solo coinciden en subestimar al chavismo sino también en suponer que es posible que el chavismo se rinda y mansamente entregue el poder. Esa manera ingenua de asumir la oposición ha sido toxica y perversa embarcando a cientos de miles de venezolanos de buena fe en intentos espontanees y suicidas que terminan en cárcel o asesinato político.

Pedirle al chavismo que se rinda y entregue el poder mientras su aparato militar-policial ejecuta linchamientos masivos de civiles desarmados es un ejercicio de sadismo o masoquismo político. Depende de cómo se le vea.- @humbertotweets

jueves, 5 de diciembre de 2024

Trump y Maduro en territorio desconocido

            En una apreciación convencional deberíamos asumir que el nuevo gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos podría desarrollar una política frontal y agresiva hacia el régimen chavista de Venezuela, todo lo cual calzaría perfectamente con el estilo retórico del presidente norteamericano. Si a esto se agrega la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado y de Michael Waltz como Consejero para Seguridad Nacional, ambos reconocidos por su línea dura frente al chavismo, también se podría pensar que la nueva administración de Trump viene enfilada contra el regimen chavista para buscar su derrocamiento.

            Sin embargo, esto no es necesariamente cierto. Existen pistas que más bien apuntan a una política que combine la presión (medidas sancionatorias) y la negociación (liberación de presos políticos) como formas de interactuar con el chavismo. La razón de este enfoque estaría en la prioridad que Trump le daría a la geopolítica de los Estados Unidos por encima de los intereses de una nación como Venezuela que se desangra y se deshace lentamente en manos del chavismo.

            Sin duda esta política no va a satisfacer las expectativas de quienes esperan medidas de máxima presión contra el régimen chavista y menos aún de quienes aún piensan que es factible una intervención militar liderada por los Estados Unidos. Por el contrario, el pragmatismo de Trump ya ha sido sometido a prueba en la forma como manejó las relaciones de los Estados Unidos con Corea del Norte y con Rusia.

            Lo que los políticos de la oposición venezolana deben tener claro antes de decir que todo depende la comunidad internacional es que ningún país, y menos los Estados Unidos de Norteamérica, van a poner los intereses de Venezuela y de los venezolanos, por muy legítimos que estos sean, por encima de sus propios intereses como Estados.

            Quizás no lo admitan en forma tan abrupta y brutal pero eso es lo qué está pasando en este momento cuando la gente en Venezuela comienza a reclamar que la comunidad internacional debería hacer más por Venezuela. Ya hay conciencia de que con meras declaraciones diplomáticas, reconocimientos simbólicos, y sanciones leves no es posible debilitar y menos sacar al chavismo del poder.

            Es un error calcular que por el estilo beligerante de Donald Trump y por las posiciones asumidas en el pasado por Marco Rubio y Michael Waltz la política exterior de los Estados Unidos hacia Venezuela será de confrontación abierta. La pregunta en realidad es ¿Qué conviene a los intereses de los Estados Unidos? Y al tratar de responder quizás podamos comenzar a armar el rompecabezas de lo que hasta hoy luce como un territorio desconocido en cuanto a las futuras relaciones entre los EEUU y el chavismo en Venezuela.

            Por ejemplo, para la administración de Joe Biden el apoyo a Ucrania contra Rusia era una política esencial del Estado norteamericano lo cual a su vez obligaba a buscar proveedores confiables de petróleo barato como el vecino régimen chavista. Esto explica el aparente desbalance en las negociaciones directas entre el chavismo y el gobierno de Biden donde aparecía el gobierno norteamericano haciendo generosas concesiones (liberación de narcosobrinos y  Alex Saab, excepciones a las sanciones, etc.) a cambio de virtualmente nada significativo que moviera la política en Venezuela hacia el lado opositor.

            En la práctica fueron negociaciones exitosas para los EEUU si se toma en cuenta que a cambio Biden logró asegurar un suministro estable de petróleo aunque desde el punto de vista político en Venezuela los resultados de esos acuerdos alcanzaran un valor neto de cero.

            Con la nueva era de Trump en la Casa Blanca no es difícil anticipar que los EEUU buscarán un fin negociado a la guerra Ucrania-Rusia lo cual a su vez liberaría a los Estados Unidos de su dependencia del petróleo venezolano. A esto hay que sumar la política de liberación de las reservas petroleras norteamericanas y un fracking intensivo para explotar nuevos yacimientos con el objetivo de bajar los precios del petróleo.

            En ese nuevo contexto el régimen chavista comenzará a sentir los efectos colaterales de esa nueva política y al invertirse el peso de la balanza por la necesidad de buscar financiamiento para su aparato militar policial el chavismo podría comenzar a ceder cosas más concretas que lo que ha hecho hasta ahora.

            Más allá del efecto colateral sobre Venezuela del impacto de la política petrolera de Trump es muy difícil hacer un pronóstico de qué tan lejos o que tanto se podría esperar del nuevo gobierno norteamericano. Estas son tendencias y realidades que la oposición venezolana debe considerar antes de embarcarse en el nuevo ciclo de negociaciones-elecciones-negociaciones con el chavismo.- @humbertotweets

lunes, 2 de diciembre de 2024

Más sanciones y menos excepciones

            Los Estados Unidos han ensayado dos tipos de sanciones contra el chavismo en Venezuela. Sanciones contra el régimen político y sanciones contra sus operadores. La base de estas medidas está en la orden ejecutiva 13692 dictada por el entonces presidente norteamericano Donald Trump en marzo del 2015. Desde el punto de vista geopolítico estas sanciones han constituido un intento sistemático, aunque no necesariamente efectivo, de buscar el debilitamiento económico del fascismo chavista del siglo XXI en Venezuela.

La inefectividad de estas sanciones para debilitar realmente al chavismo comienza desde el principio cuando a modo de pie de página se establecen una serie de excepciones para que determinadas entidades continúen haciendo negocios en forma directa o indirecta con el régimen venezolano, fundamentalmente las vinculadas al negocio petrolero que es precisamente de donde el chavismo obtiene recursos para pagar por su aparato político-militar-policial.

Las sanciones dirigidas exclusivamente contra operadores políticos y militares del régimen igualmente desde un principio dejaron por fuera a un importante segmento de individualidades que son familiares, amigos y relaciones de los operadores y quienes actúan como beneficiarios o testaferros de los bienes objetos de la medida ejecutiva.

El resultado de esta forma peculiar de aplicar las medidas es que el régimen chavista puede seguir burlando el cerco financiero vía excepciones y colocando petróleo en los mercados negros, con la tolerancia de los Estados Unidos. Y por su parte los operadores sancionados, a través de sus familiares y relacionados, siguen moviendo inmensas masas de dinero desde Venezuela para ser lavadas en los Estados Unidos burlando el propósito de la medida ejecutiva.

A pesar de la inocuidad e inefectividad de estas sanciones contra el régimen chavista este no ha dudado ni un minuto en echarle la culpa de su fracaso económico a las medidas y por supuesto se niega a admitir que es el resultado del masivo y sistemático saqueo del erario nacional durante 25 años.

El mercenario aparato de propaganda del chavismo ha logrado convencer a buena parte de sus clientelas civiles y militares que la miseria, la quiebra, y la depauperación del país son culpa de las sanciones, no de la ineptitud de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez o Diosdado Cabello. Este discurso ha sido comprado y reciclado por algunos componentes de la falsa oposición que con sospechosa candidez dicen que las sanciones hay que suavizarlas o en todo caso suspenderlas porque son contra los venezolanos y no contra los chavistas.

Hace unas semanas el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley con apoyo bipartidista para prohibir operaciones financieras y de arrendamiento con el régimen chavista en Venezuela, la llamada Ley BOLIVAR cuyo acrónimo en inglés se lee como Banning Operations and Leases with the Illegitimate Venezuelan Authoritarian Regime. Esta ley no cambia en absoluto la dinámica porque en realidad se trata de codificar en en un solo cuerpo jurídico medidas administrativas que ya habían sido tomadas por los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden, sin agregar nada nuevo.

Habrá que esperar las primeras horas del gobierno de Trump el 20 de enero de 2025 cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos podría tomar una serie de medidas ejecutivas relacionadas con el tema petrolero que sin duda impactarán directa e indirectamente al régimen chavista. En materia de sanciones no es probable que Trump revierta o modere las que están en vigencia. De mantenerse el actual esquema de sanciones y la situación política en Venezuela el nuevo gobierno de Trump tendría que revisar la efectividad de esa política sancionatoria que él mismo inició hace una década.

Con casi diez años de experiencia acumulada y con la evidencia de que el chavismo siempre tratará de burlarse de las medidas contra el régimen y contra sus operadores el nuevo gobierno de Donald Trump podría considerar eliminar la política de excepciones sobre quienes pueden negociar con el régimen chavista y extender el alcance de las medidas personales e individuales a los familiares y relaciones de los operadores del régimen, muchos de ellos cómodamente instalados en los Estados Unidos, porque no hay mejor sitio para gastarse lo robado en Venezuela que las entrañas del imperio mismo.

Más sanciones y menos excepciones a las mismas sería una buena forma de replantear la nueva política de Donald Trump frente al fascismo chavista del siglo XXI.- @humbertotweets

jueves, 28 de noviembre de 2024

¿Hasta cuándo hará el chavismo elecciones?

            Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela en 1999 tenía una idea muy precisa para tratar de amarrarse al poder a perpetuidad. Para perpetrar esta ambición Chávez se propuso calcar el modelo político-militar-policial del régimen cubano. De la mano de Fidel Castro y sus asesores Hugo Chávez hizo de Venezuela una réplica de Cuba, pero con mucho más dinero.

            Aparte de dedicar los inmensos recursos petroleros de la nación para financiar su proyecto personal y antinacional Chávez tenía que avanzar en una suerte de transición a un Estado de corte totalitario y fascista cuyo mapa jurídico-legal se encuentra en la Constitución de 1999.

            Por eso cuando Hugo Chávez envalentonó a la inepta clase política dirigente del momento en sus antojos constituyentes muy pocos venezolanos tuvieron la claridad de ver y enfrentarse a esa ilusión delirante que prometía acabar con todos los males del país. Sustituir la Constitución de 1961 por una que reconfigurara el régimen político a la medida del chavismo siempre fue tan solo el inicio del proceso.

            Un proceso que en los primeros años tuvo que enfrentar resistencias externas e internas, sobre todo en el campo militar estas últimas. Estas resistencias y reservas fueron tratadas con diversas estrategias que al final le otorgaban al chavismo el recurso más apetecido después del dinero que es el tiempo. Tiempo para hacer purgas en el sector militar. Tiempo para desgastar y debilitar las presiones internacionales por un cambio interno en Venezuela. Tiempo para lograr el desgaste y el desprestigio de una oposición amaestrada en las prácticas de respetar con incompresible docilidad la Constitución chavista de 1999.

Para ganar el tiempo necesario que implicaba tomar el control total del aparato del Estado el chavismo emprendió unos ciclos predecibles de negociaciones-elecciones-negociaciones con su oposición tolerada sobre la promesa de permitir un cambio político dentro su mediatizada y rígida institucionalidad. En estos 25 años la oposición venezolana no ha hecho otra cosa que participar en elecciones para tratar de sacar al chavismo del poder por la vía institucional. Se pueden contar como excepciones a la ruta electoral algunos devaneos como el gobierno interino de Juan Guaidó y las improvisadas y espontáneas operaciones militares que fueron infiltradas por el régimen. Pero sin duda donde mayor énfasis ha hecho la oposición venezolana es en la fracasada vía electoral.

El chavismo hasta ahora parecía dispuesto a mantener las formas electorales como una manera de argumentar en lo externo que Venezuela aún era una democracia y en lo interno decirle a los militares que este es un régimen con apoyo popular.

Esto fue así hasta el 28 de julio cuando el chavismo hizo lo que para muchos parecía imposible. Robarse las elecciones a plena luz del día. No es la primera vez. Siempre lo habían hecho con un CNE controlado totalmente por el régimen, pero aun guardando las apariencias.

Que el robo a mano armada de las elecciones del 28 de julio no haya producido una rebelión armada cívico-militar para derrocar al impostor solo puede tener un significado. El chavismo ha logrado escalar a una fase superior de su modelo fascista y totalitario donde las fuerzas militares están al servicio de esos intereses y no los de la nación venezolana.

Sin civiles preparados para defender el triunfo en la calle y sin militares dispuestos a rebelarse contra el régimen por las razones correctas es prácticamente imposible cobrar ese resultado electoral. Es decir, no hay ninguna forma institucional de hacer valer lo que ocurrió el 28 de julio.

Y el chavismo lo sabe al punto que en este momento deben estar preguntándose qué sentido tiene seguir con esa maroma electoral si se dispone del poder total y absoluto para imponer el resultado. ¿Por qué no ahorrarse toda la molestia y el fastidio de tener que falsificar las actas para mandarlas a Lula y Petro en lugar de ir por la vía cubana donde ni siquiera existen ese tipo de elecciones?

El fascismo chavista dispone de todo el aparato jurídico-militar-policial para crear una legalidad a su medida. De esta forma, tomando como marco el mentado Estado Comunal, el fascismo chavista podría estar en la víspera de cambiar el modelo electoral venezolano a uno de factura cubana donde las clientelas del partido eligen a unos delegados, estos eligen a otros delegados y un congreso comunal/popular elige a los poderes públicos incluido a Presidente de la república.

Las próximas “elecciones” en Venezuela serán diferentes a las del 28J y estarán empotradas en una pseudo legalidad que no les dejarán otra opción a los países que aceptarlas como un hecho cumplido o declararle abiertamente la guerra al chavismo.

Por su parte la oposición que encabeza María Corina Machado tendrá que decidir si insiste en hacer valer el triunfo de Edmundo Gonzalez ante las difusas y etéreas instancias internacionales o por el contrario se suma a la nueva temporada electoral “para ganarle espacios al chavismo”. Lo que nos obliga a preguntarnos no solo hasta cuando el chavismo hará elecciones sino hasta cuando la oposición venezolana estará dispuesta a participar en ellas.- @humbertotweets

lunes, 25 de noviembre de 2024

Ni María Corina sabe cuándo saldremos del chavismo

            Quienes aún defienden la tesis electoral para salir del chavismo, a pesar de su dramático fracaso, insisten en atribuir a la elección primaria de la oposición como el evento decisivo que condujo al 28 de julio.

La elección primaria de la falsa oposición cumplió efectivamente dos propósitos: 1) Confirmar la transferencia de poder interno en el bloque de la falsa oposición a las manos de María Corina Machado; y 2) Convencer a la gente que por razones que aún no estaban claras ahora si era posible disputar electoralmente el poder al chavismo, ganarle y que este mansamente entregase el poder.

Ante el descaro y el oportunismo de la jugada algunos optamos por mantenernos en una posición de realismo escéptico retomando las viejas banderas contra la vía electoral que la María Corina Machado de la nueva etapa había decidido tirar al pantano sin ni siquiera explicar por qué. Pero era evidente que ante una renovada ilusión electoral, esta vez bendecida por las promesas de María Corina, la gran mayoría de los venezolanos decidieron regresar y apostar nuevamente por la salida electoral, esta vez llevados de la mano de un nuevo mesías.

Pero aun los más entusiastas de la tesis del voto mostraban un escepticismo que no era gratuito sino madurado a lo largo de estos 25 años de farsas electorales. Ante la duda racional que se preguntaba si el chavismo sería capaz de entregar el poder al perder las elecciones el majestuoso e impetuoso discurso de María Corina se descendía en forma apabullante para disipar el escepticismo e imponer certezas. En este acto de prestidigitación política María Corina tuvo un extraordinario éxito porque efectivamente logró convencer a millones de venezolanos que era posible vencer electoralmente al chavismo y cobrar, esto es lograr que este aceptara el resultado y entregará el poder. Sin esa convicción muy pocos habrían ido a votar.

Pasado el 28 de Julio y conocida la forma como el chavismo se robó una vez más las elecciones los venezolanos volvemos a tener otra cita con la realidad. No es posible sacar al chavismo con votos como María Corina Machado nos ofreció. La tesis electoral ha vuelto a fracasar, no por falta de voluntad de los venezolanos sino por su intrínseca inviabilidad para enfrentar a un régimen fascista.

Sin embargo, aún hay millones de venezolanos que creen en María Corina y se niegan a aceptar la brutal realidad. Es a ellos a quienes María Corina les habla cuando con un discurso ambiguo, ambivalente y melifluo dice “cosas grandes van a pasar”, “ya la transición comenzó”, “vamos bien, pero no podemos revelar la estrategia”, “el régimen está más débil que nunca”, etc.

Con el paso de los días las ilusiones de un cambio por la vía electoral-institucional se desvanecen y mucha gente comienza a reactivar sus planes para emigrar. La promesa de que Edmundo Gonzalez podría juramentarse como presidente e iniciar formalmente un gobierno con el apoyo de la difusa comunidad internacional no es más que una quimera o alimento para los ilusos.

Las realidades marchan a paso firme y brutal por otros senderos distintos a los que María Corina Machado nos ha prometido. La realidad es que no hay forma de sacar al chavismo con votos y que este entregue el poder en forma pacífica. La realidad es que Edmundo González sólo podrá ser juramentado simbólicamente como presidente en alguna plaza de España, pero mientras el régimen chavista controle el poder en Venezuela no podrá ser presidente en ejercicio.

La desilusión y el desengaño ante la dramática realidad son tan grandes que han movido a la propia María Corina a matizar su discurso y emprender una delicada y sofisticada maroma para hacerle concesiones a la realidad con la esperanza de que la gente, que hasta ahora la ha acompañado ciegamente, no se dé cuenta del engaño o la contradicción.

La expresiones de Machado “ya los venezolanos hicimos nuestra parte (votamos), ahora le toca a la comunidad internacional actuar (intervenir)” fueron ya un primer intento de reconciliarse con la realidad y matizar sus promesas originales. Luego vendría el desahogo desde la impotencia para cambiar las cosas en una entrevista con la periodista Carla Angola cuando con una voz asfixiada y angustiada finalmente admite “no sé cuántos días faltan, c… no sé”. Ha podido agregar, ya basta no me preguntan más por lo mismo. Víctima de las expectativas que ella mismo creó, María Corina ahora comienza a aceptar la realidad aunque para proteger la fragilidad de nueva maroma tenga que usar el popular coloquialismo venezolano como armadura.

Dependiendo si se es religioso o no, se podría decir que solo Dios sabe cuándo nos libraremos del chavismo, o ni Dios lo sabe. La realidad es que más allá de las promesas majestuosas y las fantasías pretenciosas ni siquiera María Corina Machado, al igual que el resto de los mortales, sabe cuándo y cómo saldremos del chavismo en Venezuela.- @humbertotweets

jueves, 21 de noviembre de 2024

¿Ante quien se juramentará Edmundo González?

            La oposición que encabeza María Corina Machado ha comenzado a pivotar de sus posturas originales que aseguraban que la transición estaba en marcha a otras más moderadas pero que aún tratan de transmitir certeza y mantener el optimismo frente a un muy improbable cambio de gobierno en Venezuela en el corto plazo.

            La nueva prédica dice que los venezolanos ya hicieron su parte del trabajo con ir a votar el 28 de julio y salir a protestar el robo de las elecciones en los días posteriores. Ahora le toca a la comunidad internacional hacer su parte. Esto sugiere que para cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez no era suficiente la victoria electoral sino ahora se requiere algún tipo de presión internacional que de alguna forma obligue al régimen chavista a entregar el poder.

            No parece probable que el Estado chavista encabezado por Nicolás Maduro se siente a negociar las condiciones de su salida como tantas veces lo ha proclamado María Corina Machado, ni siquiera con Donald Trump en la presidencia de los EEUU y de mantenerse el contexto geopolítico actual.

            Los países que conforman esa llamada comunidad intencional y que han fijado una posición frente al chavismo en Venezuela han encontrado un nicho muy cómodo para mostrar una solidaridad simbólica con la causa venezolana sin comprometerse a una abierta confrontación militar o incluso política con el Estado chavista. Si se revisan cuidadosamente la mayoría de las declaraciones de apoyo escritas en un sencillo y ambiguo lenguaje diplomático, todas ellas aluden al reconocimiento del triunfo electoral de Edmundo González el pasado 28 de julio, pero no a un reconocimiento a su persona como el nuevo presidente electo del gobierno de Venezuela.

            La excepción la acaba de marcar el gobierno de los Estados Unidos con el presidente saliente Joe Biden quien en una astuta jugada política decidió reconocer a Gonzalez como presidente electo sin tomar ninguna otra decisión para ejercitar ese reconocimiento. Se trata más de una manobra movida por intereses de política interna que el genuino deseo de ver un cambio político en Venezuela. Sobre esto habrá que esperar hasta el 20 de Enero de 2025 cuando Donald Trump asuma la presidencia de los EEUU para saber cuál efectivamente será la política del nuevo gobierno frente al chavismo.

            Mientras esto se define anticipamos que otros países esperarán hasta el 20 de enero y seguirán optando por reconocer el resultado del 28J, más no al presidente electo. Esta pequeña distinción tiene importantes implicaciones políticas que desbordan lo semántico ya que reconocerlo como presidente electo conduciría a reconocerlo como presidente en ejercicio después del 10 de enero de 2025 y esto a su vez llevaría a un rompimiento de relaciones con el régimen chavista para eventualmente reeditar el fracasado episodio del gobierno interino de Juan Guaidó, aunque ahora quizás se le llame gobierno en el exilio. Esta es una ruta que muy probablemente la mayoría de los países con los Estados Unidos a la cabeza no querrán transitar tomando en cuenta experiencias anteriores.

Sin embargo, los intereses geopolíticos de cada país que integra esa comunidad internacional no necesariamente tienen que coincidir con los de los venezolanos que queremos salir del chavismo. Y ante la ausencia de fórmulas concretas y viables para resolver el que hacer el 10 de enero luce probable que la oposición de María Corina Machado y la MUD cumpla la parte de la promesa que ofrece juramentar a Edmundo González como presidente de Venezuela. Si esto se hace en una plaza de España o termina en un ejercicio simbólico del poder ya es otra discusión que nadie parece dispuesto a abordar por el momento.

Quienes insisten en seguir la secuencia de eventos tal como ha sido anunciada argumentan que Edmundo González podría juramentarse ante la Asamblea Nacional del 2015 y el TSJ designado por aquella, ambos operando desde el exilio. En realidad el problema no es jurídico-legal. Poco o nada resuelve que Gonzalez se juramenta ante ambas instancias y estas lo proclamen presidente en ejercicio.

El problema de fondo a resolver es cómo esa juramentación de connotaciones simbólicas lleva a convertir al gobierno de Edmundo González en el poder político realmente existente en Venezuela con todas las derivaciones políticas y militares.

Todo parece indicar que estamos frente a una reedición del gobierno interino de Juan Guaidó, pero ahora con menos fuerza e influencia tanto en la política interna como en el contexto internacional. Y mientras las esperanzas por un cambio político en Venezuela en el corto plazo se desvanecen, más venezolanos siguen haciendo maletas para huir de la barbarie chavista.- @humbertotweets

lunes, 18 de noviembre de 2024

La vía electoral ha sido derrotada nuevamente

            De alguna manera los venezolanos que hemos venido siguiendo el proceso desde 1999 hemos visto el progresivo desplome del antiguo régimen político para dar paso a una nueva forma de Estado fascista y totalitario.

Sin embargo, una de las particularidades del fascismo chavista del siglo XXI es que parece facilitarle el trabajo a sus aliados internacionales hasta ahora, y a diferencia de Cuba, permitía unas farsas electorales para dar una caricaturesca apariencia democrática y lanzarle unas migajas clientelares a la falsa oposición.

Durante muchos años María Corina Machado estuvo al frente de un movimiento que representaba la mayoritaria opinión del país en contra de participar en esas estafas electorales orquestadas por el chavismo, lo cual la desmarcaba de la MUD y la presentaba como una líder con un planteamiento realista y diferente. Para evitar confusiones siempre hay que recordar que la popularidad y el liderazgo de María Corina Machado crecieron y se fortalecieron luchado precisamente en contra de las tesis electorales siempre defendidas por la falsa oposición agrupada en la MUD/PUD.

Hoy resulta claro que el cálculo político de María Corina consistía en usar su popularidad y liderazgo para hacerlo valer dentro de los predios de la MUD/PUD para asumir la jefatura de ese bloque que antes la despreciaba. Es este propósito y no otro lo que lleva a Machado a dar un gran viraje en su postura política demostrando un pragmatismo militante aunque muchos veamos en la jugada una combinación insólita de cinismo y oportunismo.

Sin sentirse obligada a explicar su súbito e inesperado cambio de postura, María Corina Machado pivotó de abogar por una resistencia frente a la estafa electoral chavista a convertirse en la más ferviente defensora de la tesis del voto como la vía para sacar al chavismo del poder.

El giro emprendido por María Corina produjo resultados. Como era de esperar los operadores de la falsa oposición le dieron le dieron la bienvenida a la nueva María Corina que, según ellos, finalmente había madurado políticamente y entrado en razón. Muchos de quienes acompañamos a María Corina de la primera etapa con sus tesis contra la estafa electoral quedamos sorprendidos. Pero muchos otros cayeron fácilmente en la trampa y sucumbieron ante el engaño.

La conclusión que se presentaba era obvia pero engañosa. Si María Corina Machado apoya la tesis electoral es porque seguramente si hay una forma de ganarle al chavismo con votos, una forma secreta, casi esotérica, que los otros no vieron pero ella sí. Con su viraje María Corina Machado volvió a revivir las ya abandonadas ilusiones y fantasías electorales en una posición se pensaba había madurado en la mayoría de la población pero que súbitamente perdió fuerza ante el ímpetu de la nueva promesa electoral, otra más en estos 25 años de chavismo.

Con esa renovada emoción millones de venezolanos llegaron al 28 de julio convencidos que sí existía alguna fórmula -¿mágica?- para ganar y lograr el reconocimiento por parte del chavismo. De lo contrario muy poca gente habría ido a votar y en su lugar habrían adelantado su viaje vía el Darién. Las dudas razonables de no pocos venezolanos ante una promesa tan ambiciosa como audaz fueron pulverizadas con un slogan pleno de certeza creado por la propia María Corina Machado “Esta vez vamos a ganar y a cobrar”.

La tesis reconocía de hecho todos los intentos electorales anteriores pero con la promesa de que esta vez sería diferente porque había la intención de cobrar. Como si en los anteriores intentos fallidos esta no hubiese existido.

Pero así como María Corina pulverizó las dudas en la vía al 28 de julio, los eventos que se han sucedido después de esta fecha a su vez han reducido a polvo las esperanzas y las ilusiones electorales. La nauseabunda y asqueante realidad nos ha demostrado, una vez más, que no existe vía electoral o institucional para que el chavismo algún día entregue el poder en forma civilizada y pacífica. Y con esa realidad habrá que trazar las nuevas estrategias para destronar al fascismo chavista del siglo XXI.

Con razón mucha gente se pregunta si eran necesarios todos los presos, torturados y asesinados por creer en la fallida tesis electoral. ¿Valió la pena? En algún momento habrá que hacer un ajuste de cuentas en términos políticos con una oposición que ha insistido durante 25 años, y aún insiste, que al chavismo se le puede derrotar con sus propias reglas. Si no nos planteamos ese debate entraremos en un proceso casi irreversible y más oscuro aún de cubanización de la política en Venezuela. Aunque del país solo quede un cascarón vacío la macolla chavista buscará quedarse con él como último reducto de poder.- @humbertotweets

jueves, 14 de noviembre de 2024

Rusia y petróleo serán las claves de Trump frente al chavismo

            El triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos ha creado expectativas de lo que podría ser su política frente al fascismo chavista que gobierna en Venezuela. Muchas de estas expectativas se ven magnificadas por el discurso de la oposición que lidera María Corina Machado que no duda en argumentar que ya los venezolanos hicieron su parte del trabajo (votar en el fraude electoral del 28 de Julio) y ahora le corresponde a la llamada comunidad internacional actuar (Intervenir por la vía de sanciones o de otras formas).

            Es cierto que los Estados Unidos forman parte de esa amorfa y contradictoria masa de intereses comúnmente etiquetada como “comunidad internacional”. Lo que si definitivamente no es acertado es suponer o esperar que los EEUU va a sujetar su política exterior (su postura frente a Venezuela, por ejemplo) a los intereses de un casual y episódico club de países y menos aún lo hará tomando en cuenta los intereses de los venezolanos.

            Puntualizar esto suena brutal y de hecho lo es porque la política y la política son brutales por definición y emanan de las entrañas pragmáticas de los intereses particulares de cada Estado o nación. Decir esto no supone ver o calificar a los Estados Unidos como un país enemigo o indiferente a la causa venezolana. Simplemente los Estados Unidos con Trump o con cualquier otro presidente tiene unas prioridades específicas como las tendría Venezuela si estuviese en su lugar.

            Por esto consideramos que es un error exagerar la expectativa de una posible intervención de Donald Trump en los asuntos de Venezuela. Es decir, lo que es importante y esencial para los venezolanos no es necesariamente importante para Trump y los EEUU y esto no se puede ver con los ojos de la moral sino con los ojos pragmáticos de la política.

            Sin duda Donald Trump tendrá que definir una política hacia Venezuela diseñada en función de los intereses particulares de los Estados Unidos. Si esta política ayuda o no a la causa venezolana de derrotar al fascismo chavista eso ya es otra discusión. A diferencia de otros políticos y analistas pensamos que la tesis de Trump frente al chavismo no estará basada en las ideas de democracia y derechos humanos como sería la aspiración de muchos venezolanos.

            Lo más probable es que la política de Donald Trump hacia Venezuela sea el resultado colateral de las negociaciones entre los EEUU y Rusia para terminar la guerra en Ucrania y la tesis energética de Trump que busca liberar las reservas de petróleo y taladrar más para encontrar nuevos yacimientos que le permitan a este país influir para bajar los precios del petróleo y una independencia frente a países productores como Venezuela.

            Sin necesidad de tener que eliminar las licencias y las concesiones a multinacionales consentidas del chavismo como la Chevron estas empresas perderían interés en extraer petróleo de Venezuela al perder los incentivos ofrecidos por el mercado.

            Y esta situación no podría ser corregida por el gobierno venezolano tratando de venderle petróleo barato a Rusia, Irán o China porque se trataría de una situación que afectaría los precios del petróleo a escala global.

            Una negociación con Vladimir Putin que ponga fin a la guerra en Ucrania podría agregar otras pequeñas concesiones tales como limitar o suspender la asistencia militar que Rusia concede a los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Ya Putin se desentendió de la petición de Venezuela en el tema de los BRICS y no debería extrañar que replantee sus relaciones con el chavismo a la luz de una nueva situación geopolítica con los Estados Unidos.

            Pensar que la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado norteamericano significa un endurecimiento de la política de los Estados Unidos hacia Venezuela es una ingenuidad. Las políticas y las decisiones de Marco Rubio dependen de las que dicte el presidente norteamericano Donald Trump y las de este a su vez dependen de los intereses específicos del Estado norteamericano.

            En cuanto a las relaciones bilaterales es posible que veamos una extensión de la política de Joe Biden marcada por un reconocimiento al triunfo electoral de Edmundo Gonzalez, más no un reconocimiento a un eventual gobierno interino. A su vez se mantendría la política de no reconocer formalmente al gobierno de Nicolás Maduro pero sí ejercitar un reconocimiento de facto como el gobierno realmente existente en Venezuela lo que de hecho dejaría abierta la posibilidad de una negociación en el mediano plazo.

            El diseño de una estrategia política de resistencia y verdadera oposición en Venezuela debe tomar en cuenta estas claves de la geopolítica, sin prejuicios morales y con pragmatismo, si aspira a ser una estrategia exitosa en el futuro.- @humbertotweets

lunes, 11 de noviembre de 2024

Las opciones de Trump frente al chavismo

            El regreso de Donald Trump a la presidencia podría transformar la relación de Estados Unidos con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. En 2019, Trump apoyó el interinato de Juan Guaidó, pero ese ensayo de gobierno paralelo terminó en un estruendoso fracaso. Es probable que la nueva política de Trump hacia Venezuela contemple tres opciones distintas o una combinación de ellas: una confrontación directa, el reconocimiento de un gobierno en el exilio y el uso de sus políticas energéticas como herramienta de presión.

Trump ya aplicó una política de "máxima presión" en su primer mandato, imponiendo sanciones económicas, financieras y diplomáticas para debilitar al régimen de Maduro. Estas sanciones no resultaron suficientes y tampoco lograron sacar al chavismo del poder. En un nuevo mandato, Trump podría endurecer esta estrategia, aplicando sanciones aún más restrictivas y centradas no solo en altos operadores del régimen chavista sino también esta vez incluyendo a sus familiares y relacionados.

No obstante, una confrontación directa es riesgosa. Venezuela ya enfrenta una grave crisis humanitaria, y una política más agresiva podría empeorar la situación y desestabilizar aún más la región. Además, una intervención de este tipo podría enfrentar la oposición de la comunidad internacional y algunos sectores en Estados Unidos, donde aún se prefiere un enfoque diplomático.

Otra estrategia que Trump podría adoptar es reconocer a Edmundo González como presidente del gobierno. Este reconocimiento permitiría a Estados Unidos apoyar una alternativa democrática sin involucrarse en una intervención militar directa. Con respaldo diplomático y financiero, este gobierno en el exilio podría ser una alternativa simbólica al régimen de Maduro.

Sin embargo, este enfoque presenta limitaciones. Tras el fracaso de Guaidó, la oposición venezolana está debilitada, dividida y desacreditada, lo que podría reducir la efectividad de un gobierno en el exilio. Además sería un gobierno simbólico sin el control de un metro de territorio. Lo más probable es que Trump adopte una política similar a la de otros países que han optado por reconocer a Edmundo Gonzalez como presidente electo mientras se reconoce de facto a Nicolás Maduro como presidente del gobierno realmente existente en Venezuela.

Un factor que sí podría influir directamente a la hora de desestabilizar al chavismo es la política energética de Trump. Defensor de incrementar la producción de petróleo y gas natural en Estados Unidos mediante el fracking y otras técnicas intensivas (“Drill Baby, Drill”), Trump podría impulsar una sobreoferta de crudo en los mercados globales. Esto podría reducir los precios del petróleo, afectando directamente los ingresos de Venezuela, cuya economía depende del petróleo. Con ingresos reducidos y una industria petrolera totalmente desmantelada, Maduro tendría menos recursos para mantener su aparato represivo militar-policial.

Además, una mayor producción de petróleo en Estados Unidos disminuiría la necesidad de importar crudo de otros países, limitando la influencia de regímenes como el de Maduro. Esta independencia energética sería una herramienta de presión que fortalecería la posición de Trump contra el chavismo.

La política de Trump hacia Venezuela podría ser distinta a la que ha aplicado hacia Cuba. Aunque ambos son regímenes totalitarios, el impacto de Venezuela en la estabilidad regional es mucho mayor. Mientras que con Cuba la estrategia ha sido principalmente de aislamiento, con Venezuela Trump podría buscar alianzas regionales, especialmente con países que también se oponen al régimen de Maduro con algunas novedosas situaciones como el veto de Brasil y la indiferencia de Colombia.

Esta diplomacia regional podría ser fundamental para presionar al régimen venezolano desde múltiples frentes, mientras que una política de aislamiento, como la aplicada a Cuba, no sería suficiente debido a la crisis migratoria y al impacto que Venezuela tiene en sus países vecinos.

La política de Donald Trump hacia Venezuela podría consistir en una combinación de presión económica, reconocimiento de un presidente electo, más no de su gobierno, y una producción masiva de petróleo en Estados Unidos para debilitar económicamente al régimen de Maduro. La confrontación directa y la máxima presión seguirán siendo opciones en la mesa, aunque se verán limitadas por los riesgos de desestabilización en la región y fundamentalmente por una de las promesas que llevó a Trump a ganar su segunda presidencia: Más énfasis en la política interna y menos intervención de los EEUU en los asuntos de otros países.

Parafraseando lo que dijo el propio Trump una vez con relación a Venezuela, en la política todas las opciones siempre están en la mesa. Aunque según la coyuntura unas tengan más peso que otras.- @humbertotweets