En una apreciación convencional deberíamos asumir que el nuevo gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos podría desarrollar una política frontal y agresiva hacia el régimen chavista de Venezuela, todo lo cual calzaría perfectamente con el estilo retórico del presidente norteamericano. Si a esto se agrega la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado y de Michael Waltz como Consejero para Seguridad Nacional, ambos reconocidos por su línea dura frente al chavismo, también se podría pensar que la nueva administración de Trump viene enfilada contra el regimen chavista para buscar su derrocamiento.
Sin
embargo, esto no es necesariamente cierto. Existen pistas que más bien apuntan
a una política que combine la presión (medidas sancionatorias) y la negociación
(liberación de presos políticos) como formas de interactuar con el chavismo. La
razón de este enfoque estaría en la prioridad que Trump le daría a la
geopolítica de los Estados Unidos por encima de los intereses de una nación
como Venezuela que se desangra y se deshace lentamente en manos del chavismo.
Sin
duda esta política no va a satisfacer las expectativas de quienes esperan
medidas de máxima presión contra el régimen chavista y menos aún de quienes aún
piensan que es factible una intervención militar liderada por los Estados
Unidos. Por el contrario, el pragmatismo de Trump ya ha sido sometido a prueba
en la forma como manejó las relaciones de los Estados Unidos con Corea del
Norte y con Rusia.
Lo
que los políticos de la oposición venezolana deben tener claro antes de decir
que todo depende la comunidad internacional es que ningún país, y menos los
Estados Unidos de Norteamérica, van a poner los intereses de Venezuela y de los
venezolanos, por muy legítimos que estos sean, por encima de sus propios
intereses como Estados.
Quizás
no lo admitan en forma tan abrupta y brutal pero eso es lo qué está pasando en
este momento cuando la gente en Venezuela comienza a reclamar que la comunidad
internacional debería hacer más por Venezuela. Ya hay conciencia de que con
meras declaraciones diplomáticas, reconocimientos simbólicos, y sanciones leves
no es posible debilitar y menos sacar al chavismo del poder.
Es
un error calcular que por el estilo beligerante de Donald Trump y por las
posiciones asumidas en el pasado por Marco Rubio y Michael Waltz la política
exterior de los Estados Unidos hacia Venezuela será de confrontación abierta.
La pregunta en realidad es ¿Qué conviene a los intereses de los Estados Unidos?
Y al tratar de responder quizás podamos comenzar a armar el rompecabezas de lo
que hasta hoy luce como un territorio desconocido en cuanto a las futuras
relaciones entre los EEUU y el chavismo en Venezuela.
Por
ejemplo, para la administración de Joe Biden el apoyo a Ucrania contra Rusia
era una política esencial del Estado norteamericano lo cual a su vez obligaba a
buscar proveedores confiables de petróleo barato como el vecino régimen
chavista. Esto explica el aparente desbalance en las negociaciones directas
entre el chavismo y el gobierno de Biden donde aparecía el gobierno norteamericano
haciendo generosas concesiones (liberación de narcosobrinos y Alex Saab, excepciones a las sanciones, etc.)
a cambio de virtualmente nada significativo que moviera la política en
Venezuela hacia el lado opositor.
En
la práctica fueron negociaciones exitosas para los EEUU si se toma en cuenta
que a cambio Biden logró asegurar un suministro estable de petróleo aunque
desde el punto de vista político en Venezuela los resultados de esos acuerdos
alcanzaran un valor neto de cero.
Con
la nueva era de Trump en la Casa Blanca no es difícil anticipar que los EEUU
buscarán un fin negociado a la guerra Ucrania-Rusia lo cual a su vez liberaría
a los Estados Unidos de su dependencia del petróleo venezolano. A esto hay que
sumar la política de liberación de las reservas petroleras norteamericanas y un
fracking intensivo para explotar nuevos yacimientos con el objetivo de bajar
los precios del petróleo.
En
ese nuevo contexto el régimen chavista comenzará a sentir los efectos
colaterales de esa nueva política y al invertirse el peso de la balanza por la
necesidad de buscar financiamiento para su aparato militar policial el chavismo
podría comenzar a ceder cosas más concretas que lo que ha hecho hasta ahora.
Más
allá del efecto colateral sobre Venezuela del impacto de la política petrolera
de Trump es muy difícil hacer un pronóstico de qué tan lejos o que tanto se
podría esperar del nuevo gobierno norteamericano. Estas son tendencias y
realidades que la oposición venezolana debe considerar antes de embarcarse en
el nuevo ciclo de negociaciones-elecciones-negociaciones con el chavismo.- @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario