La oposición que encabeza María Corina Machado ha comenzado a pivotar de sus posturas originales que aseguraban que la transición estaba en marcha a otras más moderadas pero que aún tratan de transmitir certeza y mantener el optimismo frente a un muy improbable cambio de gobierno en Venezuela en el corto plazo.
La
nueva prédica dice que los venezolanos ya hicieron su parte del trabajo con ir
a votar el 28 de julio y salir a protestar el robo de las elecciones en los
días posteriores. Ahora le toca a la comunidad internacional hacer su parte.
Esto sugiere que para cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez no era
suficiente la victoria electoral sino ahora se requiere algún tipo de presión
internacional que de alguna forma obligue al régimen chavista a entregar el
poder.
No
parece probable que el Estado chavista encabezado por Nicolás Maduro se siente
a negociar las condiciones de su salida como tantas veces lo ha proclamado María
Corina Machado, ni siquiera con Donald Trump en la presidencia de los EEUU y de
mantenerse el contexto geopolítico actual.
Los
países que conforman esa llamada comunidad intencional y que han fijado una
posición frente al chavismo en Venezuela han encontrado un nicho muy cómodo
para mostrar una solidaridad simbólica con la causa venezolana sin
comprometerse a una abierta confrontación militar o incluso política con el
Estado chavista. Si se revisan cuidadosamente la mayoría de las declaraciones
de apoyo escritas en un sencillo y ambiguo lenguaje diplomático, todas ellas
aluden al reconocimiento del triunfo electoral de Edmundo González el pasado 28
de julio, pero no a un reconocimiento a su persona como el nuevo presidente
electo del gobierno de Venezuela.
La excepción la
acaba de marcar el gobierno de los Estados Unidos con el presidente saliente
Joe Biden quien en una astuta jugada política decidió reconocer a Gonzalez como
presidente electo sin tomar ninguna otra decisión para ejercitar ese
reconocimiento. Se trata más de una manobra movida por intereses de política
interna que el genuino deseo de ver un cambio político en Venezuela. Sobre esto
habrá que esperar hasta el 20 de Enero de 2025 cuando Donald Trump asuma la
presidencia de los EEUU para saber cuál efectivamente será la política del
nuevo gobierno frente al chavismo.
Mientras
esto se define anticipamos que otros países esperarán hasta el 20 de enero y
seguirán optando por reconocer el resultado del 28J, más no al presidente
electo. Esta pequeña distinción tiene importantes implicaciones políticas que
desbordan lo semántico ya que reconocerlo como presidente electo conduciría a
reconocerlo como presidente en ejercicio después del 10 de enero de 2025 y esto
a su vez llevaría a un rompimiento de relaciones con el régimen chavista para
eventualmente reeditar el fracasado episodio del gobierno interino de Juan Guaidó,
aunque ahora quizás se le llame gobierno en el exilio. Esta es una ruta que muy
probablemente la mayoría de los países con los Estados Unidos a la cabeza no
querrán transitar tomando en cuenta experiencias anteriores.
Sin embargo,
los intereses geopolíticos de cada país que integra esa comunidad internacional
no necesariamente tienen que coincidir con los de los venezolanos que queremos
salir del chavismo. Y ante la ausencia de fórmulas concretas y viables para
resolver el que hacer el 10 de enero luce probable que la oposición de María
Corina Machado y la MUD cumpla la parte de la promesa que ofrece juramentar a
Edmundo González como presidente de Venezuela. Si esto se hace en una plaza de
España o termina en un ejercicio simbólico del poder ya es otra discusión que
nadie parece dispuesto a abordar por el momento.
Quienes
insisten en seguir la secuencia de eventos tal como ha sido anunciada
argumentan que Edmundo González podría juramentarse ante la Asamblea Nacional
del 2015 y el TSJ designado por aquella, ambos operando desde el exilio. En
realidad el problema no es jurídico-legal. Poco o nada resuelve que Gonzalez se
juramenta ante ambas instancias y estas lo proclamen presidente en ejercicio.
El problema de
fondo a resolver es cómo esa juramentación de connotaciones simbólicas lleva a
convertir al gobierno de Edmundo González en el poder político realmente
existente en Venezuela con todas las derivaciones políticas y militares.
Todo parece
indicar que estamos frente a una reedición del gobierno interino de Juan Guaidó,
pero ahora con menos fuerza e influencia tanto en la política interna como en
el contexto internacional. Y mientras las esperanzas por un cambio político en
Venezuela en el corto plazo se desvanecen, más venezolanos siguen haciendo
maletas para huir de la barbarie chavista.- @humbertotweets
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