El triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos ha creado expectativas de lo que podría ser su política frente al fascismo chavista que gobierna en Venezuela. Muchas de estas expectativas se ven magnificadas por el discurso de la oposición que lidera María Corina Machado que no duda en argumentar que ya los venezolanos hicieron su parte del trabajo (votar en el fraude electoral del 28 de Julio) y ahora le corresponde a la llamada comunidad internacional actuar (Intervenir por la vía de sanciones o de otras formas).
Es
cierto que los Estados Unidos forman parte de esa amorfa y contradictoria masa
de intereses comúnmente etiquetada como “comunidad internacional”. Lo que si
definitivamente no es acertado es suponer o esperar que los EEUU va a sujetar
su política exterior (su postura frente a Venezuela, por ejemplo) a los
intereses de un casual y episódico club de países y menos aún lo hará tomando
en cuenta los intereses de los venezolanos.
Puntualizar
esto suena brutal y de hecho lo es porque la política y la política son
brutales por definición y emanan de las entrañas pragmáticas de los intereses
particulares de cada Estado o nación. Decir esto no supone ver o calificar a
los Estados Unidos como un país enemigo o indiferente a la causa venezolana.
Simplemente los Estados Unidos con Trump o con cualquier otro presidente tiene
unas prioridades específicas como las tendría Venezuela si estuviese en su
lugar.
Por
esto consideramos que es un error exagerar la expectativa de una posible
intervención de Donald Trump en los asuntos de Venezuela. Es decir, lo que es
importante y esencial para los venezolanos no es necesariamente importante para
Trump y los EEUU y esto no se puede ver con los ojos de la moral sino con los
ojos pragmáticos de la política.
Sin
duda Donald Trump tendrá que definir una política hacia Venezuela diseñada en
función de los intereses particulares de los Estados Unidos. Si esta política
ayuda o no a la causa venezolana de derrotar al fascismo chavista eso ya es
otra discusión. A diferencia de otros políticos y analistas pensamos que la
tesis de Trump frente al chavismo no estará basada en las ideas de democracia y
derechos humanos como sería la aspiración de muchos venezolanos.
Lo
más probable es que la política de Donald Trump hacia Venezuela sea el
resultado colateral de las negociaciones entre los EEUU y Rusia para terminar
la guerra en Ucrania y la tesis energética de Trump que busca liberar las
reservas de petróleo y taladrar más para encontrar nuevos yacimientos que le
permitan a este país influir para bajar los precios del petróleo y una
independencia frente a países productores como Venezuela.
Sin
necesidad de tener que eliminar las licencias y las concesiones a
multinacionales consentidas del chavismo como la Chevron estas empresas
perderían interés en extraer petróleo de Venezuela al perder los incentivos
ofrecidos por el mercado.
Y
esta situación no podría ser corregida por el gobierno venezolano tratando de
venderle petróleo barato a Rusia, Irán o China porque se trataría de una
situación que afectaría los precios del petróleo a escala global.
Una
negociación con Vladimir Putin que ponga fin a la guerra en Ucrania podría
agregar otras pequeñas concesiones tales como limitar o suspender la asistencia
militar que Rusia concede a los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Ya
Putin se desentendió de la petición de Venezuela en el tema de los BRICS y no
debería extrañar que replantee sus relaciones con el chavismo a la luz de una
nueva situación geopolítica con los Estados Unidos.
Pensar
que la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado norteamericano
significa un endurecimiento de la política de los Estados Unidos hacia
Venezuela es una ingenuidad. Las políticas y las decisiones de Marco Rubio
dependen de las que dicte el presidente norteamericano Donald Trump y las de
este a su vez dependen de los intereses específicos del Estado norteamericano.
En
cuanto a las relaciones bilaterales es posible que veamos una extensión de la
política de Joe Biden marcada por un reconocimiento al triunfo electoral de
Edmundo Gonzalez, más no un reconocimiento a un eventual gobierno interino. A
su vez se mantendría la política de no reconocer formalmente al gobierno de Nicolás
Maduro pero sí ejercitar un reconocimiento de facto como el gobierno realmente
existente en Venezuela lo que de hecho dejaría abierta la posibilidad de una
negociación en el mediano plazo.
El
diseño de una estrategia política de resistencia y verdadera oposición en
Venezuela debe tomar en cuenta estas claves de la geopolítica, sin prejuicios
morales y con pragmatismo, si aspira a ser una estrategia exitosa en el
futuro.- @humbertotweets
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