En la historia política de Venezuela se refiere al gobierno del General Marcos Pérez Jiménez como un régimen de oprobio y terror. La historia y los historiadores venezolanos están obligados a terminar la tarea de examinar exhaustivamente este periodo para valorar más allá de la propaganda las implicaciones y consecuencias de un gobierno al cual se le atribuye el uso de la violencia por razones políticas.
En todo caso,
al ser el periodo que antecedió al régimen del Estado de partidos instaurado en
1959 el de Pérez Jiménez se convirtió en la referencia más inmediata para
evaluar el uso de la violencia con motivaciones políticas en la llamada
democracia. Numerosos casos han sido documentados de asesinatos y torturas
perpetrados por los organismos de seguridad del Estado llámense estos Seguridad
Nacional, DIGEPOL, DISIP o DIM en su momento. La mayoría de estos casos
tuvieron una resolución por vía judicial dentro del mismo ámbito de unos
poderes públicos establecidos.
Con la llegada
del chavismo al poder en 1999 se instaló un régimen de partido único que
transformó al Estado nacional venezolano en un Estado chavista que usa la
violencia para mantenerse en el poder y su pseudo legalidad para justificar y seguir actuando con impunidad.
El chavismo
superó con creces la violencia por motivos políticos ocurrida en las épocas de Pérez
Jiménez o en la democracia de partidos. Hay una larga lista de ciudadanos
venezolanos que han sido literalmente ajusticiados en estos veinte años
mientras estaban bajo custodia de los cuerpos represivos del régimen. Otros han
sido condenados sin motivo y sin fórmula
de juicio en procesos amañados con testigos estrella y pruebas forjadas. La
tortura física que puede llegar hasta la muerte es una práctica normal en los
organismos represivos del régimen que cada día se intensifica y se hace con
procedimientos más refinados a pesar de las declaraciones y las visitas de
personajes como la señora Bachelet y el Fiscal Khan.
En algunas
instancias el régimen chavista ha intentado justificar la violencia política
como una forma de defensa frente a personas que se le han opuesto por la vía
armada. El argumento quedaría incompleto si no se toma en cuenta que
precisamente es el propio régimen chavista el que asaltando los poderes
públicos ha agotado todas las vías institucionales dejando abierta la única
posible qué es la de la confrontación.
Sin embargo,
no es cierto que todos los presos políticos civiles y militares lo sean porque
se han levantado en armas contra el régimen. La gran mayoría de estos presos
por razones políticas y otras personas que han sido “neutralizadas” son
víctimas de persecuciones que buscan intimidar y silenciar las protestas.
La saña e
impunidad con que actúa el régimen solo parece justificada por el objetivo
ulterior de desanimar a otros que en mundo civil o militar puedan hacer lo
mismo. Cualquier civil o militar que en la Venezuela de hoy se atreva a
reclamar por mejoras laborales o salariales,
no importa cuán legítimo sea el motivo, sabe perfectamente que se arriesga a
ser acusado, arrestado y hasta asesinado
con el expediente de traición a la patria o a la infame revolución bolivariana.
La liberación
del General Miguel Rodríguez Torres ocurre precisamente en el momento en que
las negociaciones falsa oposición-chavismo en México han sido
pulverizadas. Lo que busca el chavismo es
lavar un poco su imagen de régimen asesino y torturador en el ámbito
internacional con un gesto que ellos esperan sea infinitamente agradecido como
acto de magnanimidad. Lo que quiere
tapar el régimen no es tan solo la situación en que se encuentran los presos
políticos civiles y militares en Venezuela sino además compensar un eventual
desenlace fatal con la vida del Capitán Igbert Marín Chaparro quien ya cumple
más de 60 días en huelga de hambre y cuyo estado de salud es frágil y
vulnerable.
Es inevitable
e incómoda la pregunta ¿Porque Rodríguez Torres sale en libertad y no los
Capitanes Igbert Marín Chaparro, Juan Carlos Caguaripano u otros que son
acusados de delitos similares? Rodríguez Torres fue beneficiado por las
gestiones de un astuto operador político internacional como José Luis Rodríguez
Zapatero y favorecido por la piedad de algunos jerarcas del régimen como Delcy Rodríguez
y Tarek William Saab.
Marín Chaparro
y Caguaripano desgraciadamente no representan ya un peligro real para el
régimen, ni tienen la fortuna de contar con poderosos benefactores. Tampoco
ellos figuran en las listas de presos políticos que la falsa oposición le ha
entregado al régimen para pedir su liberación.
Pero lo que sí
tienen Igbert Marín Chaparro y Juan Carlos Caguaripano es una carrera profesional
brillante e impecable, un sentido profundo del honor militar que podrían servir
de ejemplo e incentivo a otros que aún están dentro de las fuerzas armadas
chavistas.
Por eso unos salen y otros no.- @humbertotweets
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