En todo el país se respira un aire
de indignación y desesperanza. La indignación es la reacción natural a la
avalancha de abusos y violaciones de todo tipo perpetradas por el régimen y la
impotencia para revertirlas por la vía democrática e institucional. La
dictadura bolivariana no solo ha confiscado las libertades individuales también
ha saqueado los recursos del país en tal magnitud que no queda para comprar
comida ni medicinas. El caos se propaga en todos los ámbitos y el cinismo del
régimen se convierte en una abierta provocación a un pueblo que ha sido
ultrajado moral y físicamente.
Pero frente a este cuadro de país
fallido, gobernado por una dictadura, no hay una respuesta coherente ni
estratégica por parte de los partidos de la oposición. Unos confundidos en sus
propósitos y otros obnubilados por el poder siguen tanteando formas para tratar
de enfrentar con éxito la dictadura. Luego del magnífico triunfo electoral de
diciembre de 2015 las fuerzas de la oposición se han ido debilitando lentamente
en buena medida producto de sus propias contradicciones más que por las
maniobras del régimen. La falta de una respuesta política contundente frente a
la dictadura ha dejado a la lucha democrática a la deriva y a la sociedad
sumida en la desesperanza donde pareciera que no importa lo que se haga esto no
va a cambiar.
La reciente decisión del TSJ
anulando de hecho el funcionamiento de la Asamblea Nacional no es sino el
desarrollo lógico de un proceso que comenzó hace varios años para instaurar una
dictadura de nuevo tipo. Esta dictadura no es como las tradicionales y busca
ocultar sus pezuñas con un velo de aparente legalidad obsequiado por un poder
judicial arrodillado ante la barbarie.
Justamente en respuesta al debate de
la OEA sobre la crisis política y social en Venezuela el régimen anuncia que
las facultades legislativas de la Asamblea Nacional quedan suspendidas en la
práctica mientras continúe el supuesto desacato. Por si hacían falta pruebas de
la naturaleza dictatorial del régimen estas ahora no sólo abundantes sino
públicas y evidentes.
Esta parece ser la hora más oscura
para la lucha democrática en Venezuela. El régimen parece imparable en su
intención de llevarse todo por delante y hacer lo que sea para concretar su
asalto al poder. La oposición política está confundida, dividida, y distraída.
La preocupación de la comunidad internacional se diluye en pasillos y reuniones
diplomáticas donde el drama venezolano es solo un tema más de la agenda. La gente en la calle, abatida, se refugia en
la oración y en la esperanza que algún día de cualquier forma esta pesadilla
llegue a su final.
Con la escueta intención de combatir
el pesimismo y a desesperanza hay quienes se empeñan en ver signos alentadores
en medio de la tragedia. Hay quienes dicen que el amanecer siempre viene
precedido de la hora más oscura de la noche. Saber si lo que viene después de
esto es una falsa luz de bengala, un simple resplandor o un amanecer es una
especulación que corresponde al campo de la metafísica política. La realidad
concreta, incontrovertida, hoy es que esta es, y sigue siendo, la hora más
oscura para todos. @humbertotweets
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