La historia se repite, primero como estrategia fallida, luego como negocio electoral. La Plataforma Unitaria Democrática (PUD), en su obstinada ingenuidad o en su cínica conveniencia, vuelve a caer en la trampa que el régimen le tiende desde hace más de dos décadas: elecciones sin condiciones, resultados sin consecuencias y derrotas predecibles que se maquillan de gestas heroicas.
Tras el fraude
del 28 de julio —sí, fraude, aunque la PUD evite llamarlo así con la esperanza
de una próxima cita electoral—, la dirigencia opositora se encuentra en estado
de confusión estratégica. No saben si participar en las elecciones municipales
y regionales que el chavismo promueve para mayo. No saben si denunciar, si
pactar, si inscribirse o si retirarse. Y ese no saber no es una virtud táctica:
es un síntoma crónico de subordinación política.
La
indefinición de la PUD no es casual. Es resultado directo de su apuesta
permanente a la negociación con quien no negocia nada que le reste poder real.
Esperan concesiones electorales como si no hubieran aprendido —o como si no les
importara— que el chavismo, dueño de todos los resortes institucionales, sólo
concede lo que no pone en riesgo su dominio. ¿Qué esperan esta vez? ¿Una
habilitación simbólica? ¿Una tarjeta prestada? ¿Un rector del CNE que parezca
independiente y le lleve el maletín a Elvis Amoroso?
Mientras la
cúpula de la PUD duda en Caracas, en las regiones se gesta otra dinámica: la
revuelta clientelar. Gobernaciones y alcaldías entregadas a la oposición en
procesos controlados por el régimen han generado un ecosistema de lealtades que
no se alimenta de principios, sino de presupuestos, nóminas y prebendas. Los
operadores regionales quieren elecciones no por vocación democrática, sino por
continuidad presupuestaria. No disputan el poder al chavismo: se han convertido
en sus satélites funcionales.
En ese
contexto, el debate sobre participar o no en mayo es irrelevante si no se asume
lo esencial: ninguna elección organizada bajo las reglas del régimen chavista
servirá para desplazar al chavismo del poder. La estrategia electoral, tal como
la entiende la PUD, está muerta. Lo que sobrevive es una simulación útil para
quienes hacen de la política un modo de vida financiado desde el poder que
dicen combatir.
La PUD no
necesita decidir si participa o no en las elecciones de mayo. Necesita decidir
si sigue existiendo como coartada del régimen o si finalmente rompe el ciclo de
colaboracionismo con ropaje opositor. Hasta ahora, todo indica lo primero.- @humbertotweets
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