lunes, 24 de marzo de 2025

El atajo del chavismo hacia la tiranía permanente

            La nueva reforma constitucional propuesta por el chavismo para 2025 no es más que un intento de consolidar su dominio absoluto sobre Venezuela, siguiendo la vía de la dictadura cubana. Al igual que en la isla, la élite gobernante busca alterar la estructura fundamental del Estado para reemplazarla por un modelo de poder vertical, controlado desde el Ejecutivo, donde la soberanía popular se diluye en un entramado de “comunas” diseñadas para reforzar la hegemonía del partido en el poder.

Este proyecto no es nuevo. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el chavismo ha intentado transformar la democracia venezolana en un régimen de partido único, siguiendo el modelo de la Revolución Cubana. Sin embargo, la Constitución de 1999, aunque impregnada de ideología socialista, aún mantenía formalmente principios de separación de poderes y representación política, aunque su efectividad en los últimos años ha sido prácticamente nula. La propuesta de reforma de 2025 busca finalmente eliminar estos obstáculos para sustituir el Estado de Derecho por el Estado Comunal, una estructura que, lejos de darle poder al pueblo, lo somete a un sistema de control totalitario.

El proyecto del Estado Comunal guarda una dramática similitud con el modelo cubano de organización política. En Cuba, el Partido Comunista es la única entidad con capacidad real de decisión y poder. Las estructuras de base, los llamados "Órganos del Poder Popular", no son otra cosa que instancias controladas por el partido para legitimar sus decisiones sin que haya una verdadera pluralidad política.

El chavismo pretende replicar esto en Venezuela mediante la eliminación de los gobiernos municipales y regionales electos por voto popular, reemplazándolos con "comunas" y "consejos comunales" con un sospechoso tufo “asambleario”.. Bajo esta estructura, las instancias de poder no responderían a los ciudadanos, sino a designaciones directas del Ejecutivo, replicando la estructura piramidal del sistema cubano, donde todo poder emana de la cúpula del partido y desciende sin permitir disidencia.

Otro paralelismo clave es la sustitución de la democracia representativa por un simulacro de democracia participativa. En Cuba, el régimen justifica la ausencia de elecciones competitivas con la idea de que la "democracia popular" se ejerce a través de asambleas controladas. El chavismo intenta imponer la misma lógica: sustituir alcaldes y gobernadores electos por estructuras comunales controladas desde el PSUV, eliminando así cualquier atisbo de pluralismo político.

A pesar de las similitudes, existen diferencias marcadas entre el Estado Comunal chavista y el sistema cubano. Mientras que en Cuba el Partido Comunista logró construir una estructura de control cohesiva, en Venezuela el chavismo se enfrenta a la corrupción desbordada, el colapso institucional y la fragmentación del poder dentro del propio régimen.

En Cuba, el aparato de seguridad y represión es monolítico y eficiente. En Venezuela, aunque la represión es brutal, la estructura de poder es más caótica, con múltiples facciones dentro del chavismo compitiendo por el control de recursos y territorios. La imposición del Estado Comunal no garantiza automáticamente un dominio total del país; más bien, puede profundizar la crisis política al agravar la desconexión entre el gobierno y la sociedad.

Otro factor diferencial es el rechazo popular. En Cuba, tras décadas de adoctrinamiento y represión, gran parte de la población ha sido sometida a una resignación forzada. En Venezuela, en cambio, el chavismo enfrenta un desgaste evidente y una resistencia activa de la sociedad. La eliminación de los gobiernos locales generará un choque inevitable con sectores que, aunque no opositores, dependen del clientelismo regional para sobrevivir.

La instalación del Estado Comunal no es más que una etapa dentro del proceso de degeneración del régimen político venezolano, que comenzó con Hugo Chávez en 1999 y ha evolucionado con fluidez hacia un fascismo de nuevo tipo. A diferencia de las dictaduras militares tradicionales o del comunismo ortodoxo, el chavismo ha desarrollado un modelo híbrido donde el Estado se disuelve en redes de poder informales, el liderazgo se perpetúa a través del control absoluto de las instituciones y la represión se combina con estrategias de cooptación social.

Si el chavismo en su etapa inicial apelaba a la democracia plebiscitaria y a una retórica de justicia social para consolidar su poder, hoy se despoja de cualquier disfraz ideológico para transitar hacia un autoritarismo corporativista, donde las estructuras comunales no son más que un mecanismo de disciplina social y vigilancia política. Como en los regímenes fascistas clásicos, el chavismo busca suplantar la estructura tradicional del Estado por un sistema basado en la lealtad incondicional al líder, eliminando cualquier espacio de autonomía institucional.

El colapso económico, la crisis de legitimidad y el aislamiento internacional han obligado al chavismo a acelerar su transformación hacia un modelo de dominación totalitaria, donde el Estado Comunal actúa como la base de un sistema de control absoluto. Esta no es una simple reforma administrativa, sino el paso final hacia un régimen que no solo busca perpetuarse en el poder, sino que lo hace desmantelando por completo la posibilidad de una restauración democrática.

Venezuela no está simplemente ante una tiranía, sino ante la consolidación de un fascismo tropical, donde el poder se ejerce desde estructuras informales, la soberanía popular es sustituida por mecanismos de control vertical y la represión política se justifica con una retórica de guerra permanente. El Estado Comunal es solo la fase más reciente de este proceso de degeneración, que no busca gobernar, sino dominar. Y en ese camino, la nación venezolana se enfrenta a la encrucijada final: resignarse o resistir.

Si la vía lógica es resistir, entonces la pregunta que corresponde es ¿y cómo? @humbertotweets

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