jueves, 30 de enero de 2025

El chavismo no garantiza la paz en Colombia

            Los métodos gansteriles que usa el chavismo en Venezuela para seguir en el poder constituyen un grave problema para sus aliados en la región. Y es que gobiernos como el de Lula en Brasil y Petro en Colombia quisieran seguir usufructuando los beneficios económicos de flotar en la órbita chavista pero sin el costo de ser asociados a un régimen que se roba las elecciones para continuar en el poder.

            No es por pudor político que Lula y Petro se han distanciado públicamente de las ostras del chavismo en Venezuela sino más bien por la presión interna que reciben en sus propios países de sus coaliciones políticas que no aprueban los métodos políticos del chavismo.

            Brasil ha ejercido una posición con más libertad e independencia frente al chavismo porque en realidad no tiene lazos de dependencia con el régimen venezolano y hasta va en camino a consolidar una alianza militar con Guyana que en el futuro cercano podría convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el chavismo.

            El caso de Colombia no es igual porque además de los negocios que operan entre ambos gobiernos el régimen chavista es garante en los negocios de paz que el gobierno colombiano lleva adelante con grupos guerrilleros y en especial con el ELN.

            Esta posición es de particular importancia e influencia si se toma en cuenta que el régimen chavista mantiene al mismo tiempo alianzas operativas con grupos como el ELN a quienes trata como aliados para controlar las rutas del narcotráfico en la frontera con Colombia.

            Es esta posición de garante en las negociaciones con el ELN la que el chavismo ha hecho valer frente a Petro a la hora de exigirle moderación en cuanto a su postura frente a las elecciones del pasado 28 de julio de 2024.

            A Gustavo Petro le ha tocado que hacer una serie de maromas políticas para desmarcarse del robo de las elecciones que perpetró el chavismo el 28J, complacer a los Estados Unidos en su postura frente a Venezuela y salvar las negociaciones de paz con el ELN que están en manos del régimen chavista quien a su vez trata a la guerrilla del ELN como aliados militares.

            En las semanas posteriores al 28J cuando Petro y su Canciller exigen al chavismo mostrar las actas de las elecciones desglosadas por mesa el chavismo en la voz de operadores como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez no dudaron en amenazar abiertamente a Colombia con intervenir en su conflicto interno para influenciar la posición de su gobierno.

            Los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC ocurridos hace unas semanas en la zona del Catatumbo en Colombia no pueden verse como hechos aislados del contexto explicado anteriormente. En las luchas que libran las guerrillas del ELN y las disidencias de las FARC por el control de amplias zonas en la frontera colombo venezolana el régimen chavista no ha dudado en alinearse con el ELN lo cual ha sido decisivo para la derrota de la disidencia de las FARC y su expulsión del área.

            Aunque ambos gobiernos se proclamen de izquierda, en algún momento el gobierno de Gustavo Petro tendrá que redefinir su postura frente al gobierno de Nicolás Maduro que parece usar su alianza con el ELN como una forma de intervenir directamente en la política colombiana e influenciar su posición frente a Venezuela. @humbertotweets

lunes, 27 de enero de 2025

Participar o no en las elecciones del 2025

            Para una oposición a la cual el chavismo en estos 25 años le ha arrebatado todos los triunfos que le da la gana esto no debería ser un asunto dilemático. Pero lo es.

Todos los sectores que conforman la Oposición/MUD incluido el de María Corina Machado están sopesando las bondades y costos de participar en las mega elecciones que convocará el chavismo para el 2025.

No resulta fácil considerar ir a otras elecciones con el chavismo con el último precedente electoral en el cual el régimen chavista perpetró un asalto a mano armada a plena luz del día.

Participar en las elecciones que hará el chavismo este año significa aceptar de antemano no sólo las  engañosas reglas de juego sino el mismo resultado electoral que fácilmente se puede adivinar.

La pregunta debería ser porque a la luz de los fraudes electorales y robo de elecciones ejecutados por el chavismo la oposición MUD y ahora con el acompañamiento de María Corina Machado insiste en que la única forma de enfrentar al chavismo es hacerle el juego a sus farsas electorales.

Esta oposición siempre ha sido solícita y diligente a la hora de defender la vía electoral y descartar otras formas de lucha. Y no precisamente por un ejercicio de prudencia política sino más bien de ignorancia y complicidad.

Quienes argumentamos en contra de la fracasada vía electoral proponemos explorar otros métodos de lucha política que nos saquen de este laberinto electoral sin sentido y sin salida. Pero los  epígonos de esa oposición siempre descalifican cualquier opción que no sea la electoral con el falso argumento que las alternativas serían necesariamente violentas.

Y esto en realidad no es así. Es cierto que hoy no hay condiciones para concretar una salida de fuerza del régimen chavista como resultado de presiones internas o externas o una combinación de ambas. Pero esta constatación no justifica por sí misma la vía electoral como la única para enfrentar al chavismo  como neciamente insiste la oposición/MUD.

La oposición venezolana le debe al país un debate y rendición de cuentas sobre el fracaso de la vía electoral como fórmula para salir del chavismo. Ese debate no debería necesariamente desembocar en opciones voluntaristas, espontáneas y suicidas. Pero sí debería ser la base para explorar nuevas formas de resistencia que se desmarquen de las falsas esperanzas electorales sin caer en el aventurerismo como forma de lucha.

Una oposición con criterio político estaría debatiendo estos asuntos hoy y no estaría perdiéndose en la inútil discusión de ir o no a las elecciones del 2025. En realidad el problema que se debería abordar no es si participar o no participar en la nueva farsa electoral del chavismo sino más bien cómo articular una estrategia de resistencia de largo plazo que permita enfrentar con éxito al chavismo y eventualmente sacarlo del poder.-@humbertotweets

jueves, 23 de enero de 2025

La guerra que podría derrocar al chavismo

            Desde hace varios años hemos argumentado en las páginas de La Razón que en Venezuela el chavismo solo saldrá del poder por vías de fuerza, jamás por elecciones.

            Esta tesis que se puede ser etiquetada de irresponsable, tremendista y alucinante tiene fundamento en la caracterización que hemos hecho del Estado chavista como una entidad que en sustitución del Estado nacional venezolano tiene el control absoluto del poder político y militar en Venezuela.

            Con un tinglado jurídico-legal soportado en la constitución de 1999 y la disposición de las fuerzas militares y policiales al servicio del régimen es imposible encontrar formas institucionales para lograr el cambio jurídico dentro de ese régimen político.

            El Estado chavista sigue los pasos del Estado cubano para eternizarse en el poder y si no hay nada que afecte la estructura de ese ecosistema militar el resultado, como ya se puede apreciar, será muy similar a del Cuba donde la mafia castrista ya pasó los 65 años de tiranía.

            Pero también hemos dicho en La Razón que en la actual coyuntura no se perciben signos de ruptura interna o de presión internacional que empujen a una salida de fuerza en Venezuela.

            En la estructura militar, principal componente del Estado chavista, hay grupos, carteles y mafias pero definidos por el reparto del botín no por su postura política frente al régimen a que sirven y menos aún por su defensa de las formas democráticas. A esto se suman purgas que periódicamente hace el régimen para neutralizar a todos aquellos oficiales militares que, aun sin ser enemigos del régimen, no se comportan con el grado de incondicionalidad y fanatismo que se espera.

            Así, la ruptura militar interna no parece hoy una fórmula para desbancar al régimen chavista y podría no serlo nunca por el grado de deterioro y corrupción en que se encuentran esas fuerzas militares.

            La presión internacional se ha limitado a la condena diplomática y a la aplicación de unas leves sanciones que no afectan al régimen chavista pero que son usadas por su aparato de propaganda para justificar su dramático fracaso ante sus propias clientelas. Mientras no exista un Estado dispuesto a declararle la guerra al régimen chavista como lo hizo Alemania con el régimen de los Zares en Rusia será imposible ver una presión internacional efectiva contra el chavismo, suficientemente fuerte como para sacarlo del poder.

            Entonces ¿qué opciones quedan? La falsa oposición electorera invocando su legítimo derecho a sobrevivir el linchamiento moral y físico no tiene otra salida que refugiarse en el esquema de la nueva normalidad propuesto por el chavismo. Tendrán que aparearse con el régimen si no quieren perecer y esto quizás hasta obligue a un entendimiento entre las facciones de los partidos intervenidos judicialmente para ir juntos, agarrados de la mano, a las elecciones  del 2025 y hasta para apoyar la reforma a la Constitución de 1999.

            Pero también hemos argumentado que la estructura político-militar del estado chavista que es muy eficiente y efectiva para linchar a ciudadanos civiles desarmados no tiene las capacidades ni las fortalezas para defender la integridad del territorio y menos aún para enfrentar una amenaza militar externa.

            La posibilidad de que en los próximos años la Corte Internacional de Justicia tome una decisión desmembrando el Esequibo del territorio venezolano le planteara al endeble y frágil Estado chavista el dilema de responder militarmente o no al despojo. En este artículo no vamos a discutir el fondo de la controversia territorial, solo diremos, como también lo hemos explicado en esas páginas, que esta sería una decisión sin ningún fundamento jurídico ni histórico sino más bien atendiendo a motivaciones de tipo geopolítico de las potencias que controlan e influyen en la CIJ.

            El chavismo podría intentar responder a la agresión con un ejército débil y desorganizado incapaz de sostener acciones militares de guerra por más de 8 horas frente a una coalición militar internacional alineada con Guyana. Esta segura derrota militar terminaría con el descabezamiento, por vía de fuerza, del chavismo.

También hay otra posibilidad. Que el chavismo, consciente como lo es de sus propias debilidades militares, decida enfrentar el despojo por la vía diplomática sin arriesgarse a provocar una intervención militar internacional que sería letal. Esta alternativa quizás podría generar un reacomodo dentro de las fuerzas militares del régimen si es que aún queda alguna fibra patriótica en esos oficiales. Pero de esto no hay garantía porque las nuevas generaciones de militares chavistas han demostrado una extraordinaria disposición al servilismo y la corrupción.

De una u otra forma, el chavismo no podrá ser indiferente ante la posible pérdida del Esequibo en el marco de un eventual enfrentamiento militar a escala internacional que, dependiendo del grado de entreguismo, podría decidir o no el destino de un régimen político que ha, literalmente, descuartizado a Venezuela.- @humbertotweets

lunes, 20 de enero de 2025

Una oposición sin opciones y sin plan

            Las victorias de la oposición /MUD en el 2015 para la elección de la Asamblea Nacional y la del 28 de julio de 2024 para elegir al Presidente de la República fueron indiscutibles. Ambos, en su momento, sirvieron para reavivar la ilusión electoral como forma viable para salir del chavismo.

Y no podía ser de otra forma pues en ambas situaciones se argumentaba que a pesar del fraude electoral masivo y sistemático era posible ganarle con votos al chavismo.

 Esta premisa sostenida con palitos de fósforo llevaba a otra mucho más endeble que sugería que de ser derrotado el chavismo no tendría otra salida que emprender un proceso de transición para entregar el poder. 

Sin embargo, cada vez que el chavismo ha sido expuesto a una derrota electoral no ha dudado en recurrir a su legalidad para corregir la situación y adjudicarse un triunfo avalado por sus propias instituciones.

De poco o nada ha servido demostrarle al mundo que el chavismo hace fraude para ganar y que cuando a pesar del fraude pierde entonces “legalmente” arrebata.

Hasta los países aliados del chavismo se cuidan de avalar los métodos chavistas para permanecer en el poder. Por mucha legalidad que invoque el chavismo es evidente que estamos frente a un régimen que no tiene la vocación de entregar el poder jamás.

A pesar de esto la oposición al chavismo parece seguir anclada en la tesis electoral desde hace 25 años. La vía electoral es la forma que usa el chavismo para meter en el carril a la oposición y que esta, de alguna forma, aunque sea bajo protesta, tenga que aceptar ser parte del juego legitimador con unas normas y una legalidad que siempre van a actuar en su contra.

No hay forma que la oposición considere otras formas de lucha política y de organización que no sea participando en las elecciones que organiza el chavismo. Y cuando se anuncian los resultados del fraude o del asalto a mano armada, como ocurrió el 28 de julio, esa oposición se queja y protesta como si no hubiese sido debidamente advertida de las consecuencias.

A estas alturas la oposición venezolana (MUD) no solo carece de un plan político para sacar al chavismo del poder sino que como resultado de su incapacidad para caracterizar al adversario tampoco tienen opciones que no sean seguir participando en elecciones organizadas por el chavismo.

La ausencia de un plan y una estrategia se puede constatar con las expectativas que rodearon al 10 de enero y el posible regreso de Edmundo Gonzalez a Venezuela para juramentarse como Presidente. Eso no solo no ocurrió sino que Gonzalez quedó reducido a flotar en un limbo a merced de la lastima internacional que le reconoce una victoria moral imposible de cobrar en las actuales circunstancias.

Tampoco la oposición/MUD tiene mayores alternativas y opciones en el futuro porque prisionera como lo es de su dogma electoral tendrá que regresar irreversiblemente a la talanquera electoral que es la única que le garantiza a sus clientelas seguras transferencias de recursos y favores para continuar en la próspera industria electoral venezolana.

Sin opciones y sin plan ese sector de la oposición venezolana (MUD) seguirá siendo reactivo a las arremetidas del chavismo y lo más seguro es que siga naufragando entre el espontaneísmo y la improvisación.- @humbertotweets

jueves, 16 de enero de 2025

Democracia chavista a la cubana

            El problema más grave que sigue enfrentando la oposición venezolana no es con el chavismo en el poder, sino consigo misma por su incapacidad para caracterizar correctamente al adversario que enfrenta. Esta incapacidad ha sido redundante en los últimos 25 años.

            Si no se ha logrado sacar al chavismo del poder no es solo por el uso -abuso- en el control del Estado sino además por la equivocada idea que tiene la oposición sobre el régimen y las estrategias también equivocadas que se derivan de esta concepción.

            Desde 1999 e incluso ahora luego del 28 de julio y el 10 de enero la oposición venezolana insiste en tratar al chavismo como un mal gobierno que puede ser sustituido respetando la legalidad establecida.

            No se repara en el hecho que la legalidad que opera en Venezuela es una legalidad diseñada a la medida del chavismo y que está para todos los efectos blindada en la Constitución de 1999.

            Esto le otorga al chavismo la cualidad de ser juez y parte, amo y señor, de todos los procesos políticos y electorales que definen las relaciones de poder.

            Con un sistema político sin pesos y contrapesos institucionales lo que existe en realidad es un régimen cuyo único objetivo es mantener el poder al precio que sea. En este contexto el Estado chavista realiza elecciones fraudulentas para dar una apariencia democrática pero sin intención real de someterse a la decisión de las mayorías como sería el caso en cualquier democracia que se precie de serlo.

            Tampoco debería sorprender a nadie que en medio del caos que vive Venezuela y el azote que ha significado el chavismo para los propios chavistas a veces los mecanismos de fraude resultan insuficientes para mostrar una victoria. La elección de las Asamblea Nacional en el 2015 y la elección del 28 de julio de 2024 son la mejor demostración que cuando el chavismo pierde también puede corregir la situación y arrebatar el poder “legalmente”.

            Ahora parece que el chavismo ni siquiera quiere tomarse la molestia de hacer fraude electoral para seguir en el poder. Además el fraude implica la involucración de muchas personas en diferentes niveles para su ejecución. Quizás sea mejor para el chavismo librarse de una buena vez de esas ataduras democráticas para buscar formas “más populares” que les permita seguir en el poder sin tener que ir a elecciones.

            Aquí es cuando entra en escena la posibilidad que quizás para finales de 2025 tengamos otra Constitución en Venezuela. Este bodrio jurídico de inspiración cubana buscaría implantar elecciones de segundo grado, mediante delegados de las comunas, para escoger a los miembros de los poderes públicos nacional, estadal y municipal, incluido por supuesto el Presidente de la República.

            A esto se enfrenta la oposición venezolana. No a un mal gobierno ni a un régimen que quiere negociar su salida. Aquí estamos frente a un Estado cuyos operadores pretenden atornillarse para siempre al poder.

            ¿Cuál es la estrategia de la oposición? ¿Continuar participando en mascaradas electorales para demostrarle al mundo que el chavismo hace trampa? ¿Es que acaso hay alguna estrategia para impedir que el chavismo imponga la elección de los poderes públicos mediante el fraude de las llamadas comunas?

            Respetar las reglas de juego del régimen chavista solo ha conducido a propagar la ilusión de que el chavismo podría entregar pacíficamente. Pero la evidencia histórica demuestra lo contrario. El chavismo jamás entregará el poder pacíficamente y todos los esfuerzos electorales de la oposición venezolana solo han servido para pavimentar la vía a una democracia a la cubana. O una falacia de democracia, que es lo mismo.- @humbertotweets

lunes, 13 de enero de 2025

Lo que viene después del 10 de enero

            El 10 de enero de 2025 se cerró una etapa definida por las ilusiones electorales y la vana esperanza de que el chavismo entregara el poder, por pudor y vergüenza. Hoy hasta los más conspicuos operadores de la MUD admiten la inviabilidad de una transición que le entregue el gobierno a Edmundo Gonzalez y a su vez se dividen entre quienes buscarían una intervención militar internacional en Venezuela y quienes tratarían de acoplarse a la nueva normalidad que promueve el régimen.

Llegado el día de la juramentación del Presidente de Venezuela Edmundo Gonzalez no pudo regresar al país para tomar posesión del cargo frente a Jorge Rodríguez y Vladimir Padrino López, tal como él y María Corina Machado habían prometido. La promesa era ambiciosa en sí misma y su audacia llevó a muchos a estirar la ilusión de la transición unos meses más aunque nunca quedó claro cómo sería.

Finalmente, la realidad se ha impuesto para identificar, una vez más, los componentes básicos de la ecuación política. Sin presión militar interna o externa es imposible esperar una salida del régimen chavista. Y esto no es otra cosa que la ratificación de uno de los rasgos característicos para el sostenimiento del régimen chavista como lo es el uso de la violencia sobre la población civil desarmada por parte de las Fuerzas Armadas chavistas.

Es en estas condiciones que Nicolás Maduro se juramenta como Presidente de Venezuela con base a unas declaraciones de Elvis Amoroso y sin presentar actas electorales, ni siquiera falsificadas, como de mil maneras sugirieron los presidentes de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, y Colombia, Gustavo Petro.

Lo que viene después del 10 de enero depende en buena medida de las políticas y acciones que emprenderán los principales bloques de intereses enfrentados en la actual coyuntura.

El régimen chavista. El chavismo tratar á de avanzar a una situación de aparente normalidad sin mayores confrontaciones internas y externas, con elecciones regionales en 2025 y posiblemente otra reforma a la Constitución Nacional para eliminar las elecciones directas e implantar el Estado Comunal.

            La MUD. Es muy probable esperar una división de esa oposición entre quienes tratarán de buscar una intervención militar internacional, con María Corina a la cabeza, y los que quieren entenderse con el chavismo para participar en las elecciones regionales de este año.

            La comunidad internacional. Este conjunto amorfo y heterogéneo de intereses no podrá coordinarse fácilmente para articular una intervención militar, hasta que por lo menos un Estado se decida a declararle la guerra al chavismo en Venezuela.

Los ciudadanos. Ante la evidente ausencia de un plan estratégico y, lo más importante, sin una vanguardia que organice la resistencia lo que se puede anticipar es más desesperanza y desilusión ante promesas inviables que auguraban una transición de poder.

Para la mayoría de los venezolanos todo esto significa más caos, empobrecimiento y represión, con una sensación de sálvese quien pueda. No son pocos quienes después del 10 de enero evalúan abandonar el país o quedarse. Los primeros formarán parte de las nuevas olas migratorias que huyen de la barbarie chavista. Los segundos tratarán de adaptarse para no perecer víctimas de la violencia política. Ambas dinámicas favorecen los planes del chavismo que aspira a prevalecer en un país semi-abandonado y destruido con un Estado de corte militar-policial incapaz de defender la soberanía territorial pero muy eficiente a la hora de perseguir a la población civil.- @humbertotweets

sábado, 11 de enero de 2025

El 10 de enero no pasó nada

            Sin sorpresas ocurrió la juramentación de Nicolás Maduro para el período 2025-2031, luego del asalto a mano armada de las elecciones del pasado 28 de julio de 2024. El nivel de descaro que ha alcanzado el chavismo lo llevó esta vez a juramentar a Maduro con base exclusivamente a la declaración del presidente del CNE y sin mostrar actas electorales. Ni siquiera actas falsificadas las cuales seguramente habrían satisfecho la solicitud de los presidentes de Colombia y Brasil para que el gobierno chavista presentara algo, cualquier cosa, como prueba de su presunto triunfo.

            El control militar y policial del Estado chavista es lo que explica que el chavismo haya perpetrado este asalto prácticamente sin ningún tipo de resistencia y contrapeso. Aunque en la víspera de la juramentación de Maduro se especuló sobre la posibilidad de rebeliones internas en la Fuerza Armada con el paso de las horas se verificaba que nunca existieron tales brotes insurreccionales.

            La militarización de todo el país en los días previos al 10 de enero desalentó movilizaciones ciudadanas significativas ante el justificado temor a la violencia y represión política por parte de militares y colectivos chavistas.

            En el plano internacional, más allá del aumento de la recompensa ofrecida por los Estados Unidos por las cabezas de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello a 25 millones de dólares cada uno y las protestas de varios países, tampoco se produjeron acciones significativas conducentes al desplazamiento del régimen chavista

            En esas condiciones no era difícil prever que efectivamente Nicolás Maduro seria juramentado como Presidente con el apoyo de las fuerzas armadas chavistas, desafiando el resultado electoral del 28 de julio y con el rechazo del 95% de los venezolanos.

            Lo que nos debe preocupar en este momento es hacia dónde se dirige el chavismo ahora que sabe que tiene todo el poder militar para hacer lo que le dé la gana, literalmente, sin ningún tipo de contrapeso institucional. Algunos voceros del régimen ya han mostrado por donde vienen los tiros.

            En los predios del hamponato chavista lo que se pide es pisar el acelerador y dejar a un lado el pudor que hasta ahora aconsejaba hacer una caricatura de elecciones fraudulentas para ahora buscar su cancelación definitiva y su sustitución por un sistema electoral basado en delegados seleccionados en elecciones de segundo grado. Esto es lo que hace Cuba sin tener que darle explicaciones a nadie. Y es lo que ahora se propone el Estado chavista con la instalación de su mentado Estado comunal.

            Este es el espíritu del anuncio de Nicolás Maduro advirtiendo que el paso siguiente a su juramentación sería una reforma Constitucional que buscaría crear los mecanismos para atornillar al chavismo al poder en forma permanente sin necesidad de tener que cumplir con el fastidioso trámite de ir a unas elecciones, aunque tenga el poder para hacer trampa.

            Dentro del marco de la legalidad chavista establecida en la Constitución de 1999 y su Estado es imposible detener la instauración del Estado Comunal y la sustitución de las elecciones directas para elegir los poderes públicos. Y esto no sería más que la confirmación histórica de que nunca hubo forma de sacar al chavismo del poder por la vía electoral, aunque en ello se haya desperdiciado ya 25 años o un cuarto de siglo.

            En este sentido decimos que el 10 de enero no pasó nada. Esto es, no pasó nada nuevo que ya de antemano no se supiera. El chavismo seguirá en su empeño depredador y destructor de Venezuela a menos que una coalición de fuerzas internas y/o externas lo detenga y lo expulse del poder. Pero esa esa opción aún no parece visible. @humbertotweets

lunes, 6 de enero de 2025

La falsa oposición se prepara para repetir el ciclo

            Desde 1999, un grupo de partidos y líderes políticos en Venezuela se ha atribuido la representación de la oposición. Tradicionalmente, esta denominación abarcaba a quienes se oponían al régimen, entonces emergente, de Hugo Chávez. Sin embargo, en sus inicios, fue difícil distinguir a qué se oponía realmente esta “oposición” y cuáles eran las estrategias empleadas para hacerlo.

Durante este periodo de ambigüedad, la oposición adoptó conceptos creados por el chavismo, como la frase “dentro de la constitución todo, fuera de la constitución nada”. Esta consigna reflejaba la intención del régimen de someter a sus detractores bajo un sistema político diseñado a su medida, pero que mantenía la apariencia de una "fiesta democrática".

Este enfoque de respetar estrictamente las reglas del régimen derivó en un círculo vicioso de elecciones y negociaciones que se ha prolongado por más de dos décadas. La estrategia de Juan Guaidó y su equipo, centrada en negociar “condiciones mínimas para unas elecciones libres”, es una extensión de las primeras formas de colaboracionismo, aún ancladas en el sistema constitucional chavista de 1999.

En medio de la confusión y la desesperación, los venezolanos confiaron en las convocatorias de esta llamada oposición. Cuando se les pidió votar, acudieron masivamente con la esperanza de un cambio político, solo para enfrentar la frustración de ver cómo sus líderes “opositores” entregaban estas victorias electorales al chavismo sin defender la voluntad popular. Igualmente, cuando se les convocó a las calles, millones se movilizaron creyendo en la posibilidad de una insurrección civil y militar que derrocaría al régimen. Sin embargo, estas protestas terminaron siendo sofocadas en negociaciones entre el chavismo y la oposición, dejando como saldo miles de venezolanos asesinados.

La desilusión hacia una clase política que ha convertido la “oposición” en un lucrativo modus vivendi llevó a muchos ciudadanos indignados a distanciarse del término, optando en su lugar por identificarse como “resistencia”. Otros, en cambio, buscan recuperar la esencia del concepto denunciando a los colaboracionistas como una pseudo-oposición o falsa oposición.

Desde el exterior, la complejidad de la crisis venezolana se simplifica en la narrativa de que existe “una oposición”, representada por todos los partidos que se proclaman adversarios del chavismo. Esta visión ignora la naturaleza traicionera de aquellos que, bajo el manto de la legalidad otorgada por el chavismo, simulan ser opositores.

En este contexto, no existe una oposición real al chavismo en Venezuela, sino un grupo de actores políticos que usufructúan esa representación, amparados en la legitimidad que les concede el régimen. Esta falsa oposición es una distorsión de la realidad, diseñada para perpetuar el engaño y la manipulación política.

La supuesta oposición, leal a la constitución chavista de 1999, es una fachada que confunde y, si no se desmantela, será el instrumento que permitirá al chavismo permanecer otros 25 años en el poder. En lugar de actuar como una fuerza de cambio, esta falsa oposición sigue apostando por la ilusión de una entrega pacífica del poder, mientras se prepara para reiniciar el ciclo de negociaciones y elecciones que está previsto comenzar el 10 de enero de 2025.- @humbertotweets

jueves, 2 de enero de 2025

Petro entre Maduro y Trump

            El asalto a mano armada a plena luz del día de las elecciones del pasado 28 de julio  fue un             evento que se podía fácilmente anticipar por el poder militar que el chavismo ha concentrado en estos 25 años sin ningún tipo de contrapeso. Es cierto que hasta ahora el chavismo se había limitado a un ejercicio de fraude electoral que de alguna manera trataba de salvar las formas. Gobiernos aliados del chavismo y sus operadores de la izquierda mundial siempre supieron que el chavismo apelaba al fraude para ganar elecciones pero las falsas apariencias les otorgaban la oportunidad de cohonestar el crimen.

Sin embargo, lo del 28 de julio alcanzó otro nivel de descaro. Sin presentar actas el chavismo se proclama ganador por fuerza de la violencia en un robo electoral a mano armada ante los ojos atónitos de propios y extraños. Lo que sorprende no es que el chavismo una vez más se haya robado las elecciones sino la forma descarada como esta vez lo hizo.

La oposición que encabeza María Corina Machado está frente a un dilema frente al 28 de julio. Sí admite que fue sorprendida por el robo de las elecciones tendrá entonces que igualmente admitir su pretenciosa fantasía de esperar que el chavismo reconocería el resultado y entregaría el poder. Si por el contrario, dicen que sí sabían lo que el chavismo intentaba perpetrar entonces habrá que responsabilizar a estos opositores de llevar a la gente bajo engaño a unas elecciones que ya se sabía el chavismo de una u otra forma se robaría.

Los aliados internacionales del chavismo tales como Brasil y Colombia también encuentran problemático reconocer sin mayores reparos el robo electoral del 28 de julio. Estos gobiernos, el de Brasil el de Colombia, operan en Estados donde existen pesos y contrapesos institucionales que garantizan el traspaso pacifico del poder. Además las coaliciones políticas que respaldan tanto a Lula como a Petro  no quieren ser asociadas con la delincuencia electoral chavista por el daño electoral que esa vinculación podría producir en sus respectivos países en futuras elecciones.

Estas consideraciones han obligado tanto a Lula como a Petro a crear espacios metafóricos que les permitan continuar apoyando a Nicolás Maduro sin que ese apoyo tenga un costo político en sus países o incluso un rechazo por parte de otros países. La solución a este dilema fue ofrecida pragmáticamente por el gobierno demócrata de Joe Biden quien comenzó a ensayar la tesis de desconocer el robo electoral del 28 de julio reconociendo al gobierno realmente existente en Venezuela que es el que encabeza Nicolás Maduro, por lo menos hasta el 10 de enero.

Inmediatamente Brasil y Colombia, cada uno por su lado hicieron suya esa tesis que de alguna manera permitía complacer a ambos bandos. Sin embargo, en las semanas siguientes y luego del triunfo de Donald Trump el gobierno de Biden con la soltura de quien se sabe libre de ataduras comenzó a tomar decisiones más que para favorecer a la política exterior norteamericana con el objetivo de entregarle una papa caliente al nuevo gobierno de Trump. Una de esas medidas fue precisamente reconocer a Edmundo Gonzalez como el ganador de las elecciones del 28J lo cual deja a los Estados Unidos en la contradictoria posición de no reconocer el resultado oficial del 28 de julio y al mismo tiempo tener como presidentes de Venezuela tanto a Nicolás Maduro como a Edmundo Gonzalez.

            Los chavistas que entienden que la política exterior norteamericana entra en una nueva etapa el próximo 20 de enero han preferido esperar para reaccionar. Gustavo Petro por su parte quien preside un gobierno que requiere de los servicios mediadores del chavismo con el ELN ha tenido que encontrar fórmulas más creativas para seguir apoyando a Maduro sin que esto se vea como un apoyo.

            El canciller de Colombia ha dicho que aún no está decidido si Petro asistirá o no a la toma de posesión de Maduro el 10 de enero. Pero al mismo tiempo ha confirmado que el embajador de Colombia en Venezuela si asistirá a la juramentación de Maduro lo cual, según el Canciller, no es un reconocimiento a ese gobierno. ¿Si la asistencia del embajador de Colombia a la toma de posesión de Nicolás Maduro no es un expreso reconocimiento a ese estado entonces qué es? Porque con toda certeza un desconocimiento no es.

            El problema para el gobierno de Petro no es tan solo que depende de Venezuela la mediación con el ELN sino además el hecho concreto real y no protestado por el gobierno izquierdista de Petro de alojar las bases militares de los Estados Unidos en territorio colombiano.

            La incertidumbre de los posibles desarrollos de la política exterior de Trump hacia las Américas y específicamente hacia Colombia obliga a Colombia a tratar de conservar la mayor prudencia. Aunque en el ejercicio de esa prudencia se vea forzada a hacerle concesiones a los gobiernos de Trump y el de Maduro al mismo tiempo como lo es reconocer al régimen venezolano sin admitir que efectivamente se trata de un reconocimiento luego del robo de las elecciones el 28 de julio.- @humbertotweets