En las democracias de partidos el financiamiento de las organizaciones políticas es un tema tabú sobre el cual poco a nada se habla porque pondría a la luz pública conexiones entre políticos e intereses moralmente objetables. En teoría las finanzas de los partidos deberían ser el producto de los aportes directos de sus militantes o de otras actividades que con tal propósito realice la organización. En la práctica los miembros del partido aportan cuotas insignificantes e insuficientes y la mayor cantidad de los recursos provienen de poderosos grupos económicos, banqueros, contratistas o simplemente del asalto a las arcas de cualquier instancia de gobierno que el partido esté controlando.
En
Venezuela no opera un Estado de partidos propiamente dicho sino un Estado
chavista de partido único con unos socios minoritarios que legitiman, sostienen
y justifican un régimen político que dicen combatir a cambio de pequeñas
concesiones en privilegios o dinero. Aquí no hay diferencias entre el tesoro
nacional, las finanzas del PSUV y los bolsillos de los operadores chavistas
porque todos se mezclan y confunden indistintamente.
Un operador
promedio, civil o militar, del chavismo puede tomar dineros y recursos del
cargo que esté ejerciendo bien para financiar el clientelismo del PSUV o para
su propio beneficio sin más limitaciones que el debido porcentaje al capo de la
mafia a la cual pertenece. El ejercicio del poder de cualquier instancia del
gobierno parece llevar implícita la inmunidad para saquear el tesoro nacional. Sabemos
que el chavismo opera así. Pero ¿de dónde sacan recursos y dinero los partidos
de la falsa oposición para financiar su proselitismo y sus respectivas
clientelas?
Al
igual que el chavismo y el PSUV los partidos de la falsa oposición disponen de
los llamados “activistas” (los que hacen el trabajo) y operadores (los que
coordinan) todos los cuales reciben una contraprestación, en forma de dinero o
prebendas, por hacer su “trabajo político”. El momento de mayor producción es
la temporada electoral porque aumenta la actividad y la necesidad de contratar
más efectivos. Esta actividad proselitista cuesta mucho dinero que solo se
podría medir en dólares y no bolívares devaluados. Al chavismo le basta con
meter la mano en las arcas de la nación, pero ¿y la falsa oposición?
Quienes
se han atrevido a preguntar de dónde sacará dinero la falsa oposición para
pagar por sus elecciones primarias solo han recibido el silencio como respuesta
y reproche a la impertinencia. Independientemente de que le entreguen la organización
y la logística al CNE chavista o lo hagan por su cuenta estaríamos hablando de
unos cuantos millones de dólares. ¿Quién pagara por eso?
Se
podría especular que los recursos vendrían de los países que aún apoyan a la
falsa oposición, opción improbable por las limitaciones legales que tendrían
que enfrentar esos gobiernos para una operación de esta naturaleza. Algunas
organizaciones internacionales como la OEA también podrían pagar por la faena
aunque su papel hasta ahora se ha limitado a mantener becados a algunos
operadores de la falsa oposición y muy difícilmente vaya más allá.
Por supuesto,
hay quienes con orgullo militante aseguran que las primarias de la falsa
oposición podrían ser pagadas con recursos provenientes de los activos que
tiene Venezuela en el exterior y que el grupo de Juan Guaidó maneja y dispone a
su antojo (CITGO, Monómeros, etc.).
Quienes proponen esto no reparan en que precisamente el Interinato de Guaidó
existe no a pesar del chavismo sino porque conviene al régimen. El Estado
chavista no pondría trabas para traer esos dineros a Venezuela porque a fin de
cuentas se trata de financiar las primarias y la campaña de los partidos que
buscan legitimar ese régimen político.
De una u otra
forma la factura por el costo de las primarias de la falsa oposición será
pagada por el principal beneficiario del evento: El propio régimen chavista. A
nadie más que al Estado chavista conviene que la falsa oposición realice unas
primarias “democráticas” y luego con un candidato conveniente al régimen
participe “democráticamente” en las elecciones de 2024 donde se reconocería el
triunfo “democrático” de Nicolás Maduro y se legitimaria a la manera chavista,
una vez más, a la Constitución de 1999 y su régimen político. Sin duda el
chavismo tiene poderosas razones para celebrar la fiesta electoral de la falsa
oposición y pagar por ella.
Las
transferencias de grandes masas de dinero es lo que le permite al Estado
chavista regular la actividad y controlar la agenda de la falsa oposición. Esto
lo veremos con mayor claridad en las próximas semanas cuando los precandidatos
falso opositores con discurso beligerante pero estrictamente amarrado a la
retórica de la Constitución de 1999 serán quienes tendrán más recursos y
cobrarán más notoriedad.
La intervención
o no del CNE chavista en las primarias de la falsa oposición es un asunto de
segunda importancia. Lo que le importa al régimen es que la falsa oposición
escoja un candidato en un laureado evento electoral para ser parte del fraude
de 2024, cuando, desde ya podemos anticipar, el candidato de la MUD podrá
protestar pero finalmente como han hecho todos los anteriores reconocerá los
resultados. El show burdo y electorero de las primarias de la falsa oposición
cuesta mucho dinero y solo el chavismo dispone de los recursos para pagar por
ello.- @humbertotweets
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